Capítulo 512
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Terminado el intercambio de contactos, Alejandro se dirigió al pasillo de los elevadores.
-Buen día, señor Guzmán -dijo Rosa, siguiendo su andar con la mirada mientras cerraba su puño con nerviosismo, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba.
En la zona de elevadores, la puerta se abrió y Mónica salió despacio, apoyada en la enfermera. Al verla, el ceño de Alejandro se frunció:
-Mónica, ¿qué haces aquí?
No quería mostrar su enojo directamente con ella, así que dirigió una mirada severa a la enfermera:
-¿Así cumples con tu trabajo? ¿Te sobra el puesto?
-¡Alex! -Mónica se apresuró a tomarlo del brazo-. No la regañes; insistí en que me trajera.
Alejandro no dijo nada, pero dedujo que, seguramente, Clara ya habría hablado con Mónica sobre lo ocurrido. Y, efectivamente, Mónica tomó la iniciativa. Sus ojos estaban enrojecidos:
-No sé cómo explicarte todo lo de mi familia. Como hija, no me corresponde juzgar a mis padres… ni definir quién tiene la razón.
Él guardó silencio, impasible. Mónica bajó la mirada, afligida.
-Luciana nunca quiso aceptar a mi papá y a mi mamá. Considera que les arrebatamos lo que le pertenecía a ella, a su mamá, a su hermano… Nos odia. No nos reconoce…
Su voz se quebró un poco.
-Pero… la muerte de su madre no fue culpa nuestra, ¿verdad? Uno tiene que seguir viviendo… ¿o no?
A simple vista, era un argumento válido, pero Alejandro no sentía ningún alivio.
Por lo que sé –respondió en tono bajo-, ella y su hermano tuvieron una infancia muy dura. Eso es real.
-Eso fue porque… -Mónica negó con lágrimas en los ojos. Luciana no aceptaba ningún tipo de apoyo de parte de mis papás, ni el mío. Sólo sentía rencor. 4
De forma provisional, parecía tener cierta lógica. Sin embargo, Alejandro insistió:
-¿Y Pedro? ¿Su padre tampoco se hizo cargo de sus gastos médicos?
Aquella pregunta dejó a Mónica en silencio por unos segundos. Al fin y al cabo, fue
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precisamente por los costos de tratamen
Guzmán en busca de ayuda.
-¿Ya se te olvidó? —susurró Mónica, con un leve temblor en la voz.
Por suerte, su madre la había preparado con una historia convincente. Mónica tomó aire, intentando lucir vulnerable.
-En ese entonces, en mi casa pasábamos por un momento muy difícil. De verdad que no había dinero para nada… incluso yo… -de pronto, rompió a llorar, con hipo contenido-. Yo también estuve a punto de acabar con Arturo por obligación. ¡Si tú no hubieras aparecido en ese momento, quién sabe lo que me habría pasado!
Mencionar a Arturo hizo que un escalofrío recorriera a Alejandro. Era un nombre que prefería no volver a oír, pero claro que no lo había olvidado. Recordaba perfectamente cómo rescató a Mónica de aquel tipo y cómo de paso le consiguió varios negocios a Ricardo.
Mónica aprovechó su silencio para mostrarse más frágil:
-Alex… ¿No confías en mí?
Él no respondió de inmediato, y Mónica sintió cierto nerviosismo. Cada familia tiene sus problemas, pensó Alejandro, y no siempre uno puede opinar desde afuera. Sin embargo, le vino a la mente el día en que Clara llevó a Pedro a la casa de los Herrera. Aquella vez, todo quedó bastante confuso, pero si Luciana y Mónica eran hermanas, eso significaba que Pedro era hijo biológico de Ricardo. Y Ricardo ahora necesitaba con urgencia un trasplante de hígado para seguir con vida.
Con el ceño fruncido, Alejandro se dio cuenta de algo que lo inquietaba:
-Entonces… aquella vez, ¿tu madre secuestró a Pedro a propósito para quitarle el hígado? -…-El corazón de Mónica dio un vuelco. Comprendió que ya no podía ocultarlo-. Yo sé que mi mamá se equivocó, pero estaba desesperada por mi papá… Ella sabe que estuvo mal… 2
Así
que era cierto. Los ojos de Alejandro se entrecerraron con rabia y consternación. Ahora comprendía muchas cosas. Era lógico que Luciana estuviera tan furiosa y tan dolida. ¿Cuánto había sufrido en silencio?
–Además, Alex… -Mónica se armó de valor y alzó la vista para fijarse en la reacción de Alejandro. Hay otra cosa que nunca me atreví a decirte. Pero, ya que sabes que Luciana y yo somos hermanas, creo que debes saber esto también. 2
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