Capítulo 518
Ya una vez había ocurrido… y ella temía que volviera a suceder.
Además, le dolía el pecho de nuevo. Se sentía sofocada. Temiendo un desmayo, regresó a su habitación y se recostó, pero no pudo conciliar el sueño. Aquellas palabras que había soltado seguían dando vueltas en su cabeza: «Acepté quedarme en ese matrimonio para vengarme…».
En la oscuridad, Luciana se presionó el pecho y musitó:
-Pero después… ya no pude mantenerme firme.
Se había enamorado, y para colmo, de la persona equivocada. Se había tejido su propia trampa.
Esa noche, Alejandro no regresó a la habitación. A la mañana siguiente, Luciana bajó a la cocina a desayunar, sin rastro de él por ningún lado. Al parecer, había salido temprano hacia la empresa. <<¿Tan temprano, con la resaca que debía de tener?», pensó. «Vaya resistencia física.>>
Después de suspirar un par de veces, se puso la mochila al hombro y salió. Simón, como de costumbre, ya la esperaba para llevarla.
—Luciana… —dijo él en un momento, mirándola con preocupación-. Yo…
-¿Pasa algo? -preguntó ella, forzando una sonrisa.
-No, no es eso… -Simón negó con la cabeza y, tras unos segundos de silencio, aventuró-. ¿ No hay algo… que quieras preguntarme?
-¿Eh? -Luciana se quedó con cara de desconcierto y negó lentamente-. No, ¿por qué lo dices? ¿Se supone que debo preguntarte algo en particular?
Le resultaba muy extraño que él tratara de incitarla a formular una pregunta.
-No, olvídalo… -Simón soltó una risa nerviosa y se concentró en manejar.
La conversación quedó ahí. Cuando llegaron al hospital y vio que Luciana entraba por la puerta principal, se quedó un momento sentado en el auto, indeciso. Finalmente, sacó su teléfono con un suspiro.
<<¿Cómo voy a explicarle esto a Alejandro?», pensó. Reuniendo algo de valor, marcó su número.
En el salón VIP del Aeropuerto Internacional de Muonio, Alejandro deslizó el dedo por la pantalla de su celular.
-¿sí?
-Alejandro… —dudó Simón.
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Capítulo 518
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-Ajá. Alejandro alzó la mirada hacia los enormes ventanales. El día estaba despejado, el sol brillaba con fuerza sobre un cielo azul intenso.
-¿Te preguntó algo?
Simón sintió un nudo en la garganta-. No… no preguntó nada.
La mano de Alejandro se tensó de golpe. Tal como lo temía: no había querido saber de él. La noche anterior la había echado del estudio y no había regresado a la habitación; tampoco dio explicaciones por la mañana. ¿Ni una llamada? ¿Ni una pregunta a Simón? Al final, era obvio que no le importaba. 3
-Entiendo -respondió con sequedad.
Colgó el teléfono con tal fuerza que la carcasa crujió en su mano. «Es tan fría… ¿Será porque ya conozco la verdad que ni siquiera se molesta en fingir preocupación?», pensó Alejandro. Sintió que su pecho se encogía. ¿Qué se supone que debía hacer con ella, con su matrimonio? 1
***
Los días siguientes, Alejandro no regresó a casa ni intentó ponerse en contacto con Luciana, algo totalmente inusual. Desde que se casaron, jamás la había ignorado de esa manera, pese a ella no era precisamente su prioridad ni su gran amor. ¿Acaso esta vez había decidido rendirse? Después de todo, él lo sabía todo; tenía cierta lógica.
que
Una noche, mientras llevaba sus cuentas, Luciana se topó con el cuaderno que decía “familia Guzmán” en la portada. Ahí tenía registradas todas las transacciones realizadas para cubrir, en un principio, los 200 mil que costó el tratamiento de Pedro y, después, otros gastos. Sintió alivio de haberlo anotado todo. Calculaba que no faltaba mucho para el día en que dejaría atrás a la familia Guzmán, recogiendo sus cosas para siempre.
A la mañana siguiente, Luciana fue a la Estancia Bosque del Verano, donde Pedro tomaba clases. Se sentó a esperarlo para cuando saliera del aula. Pasados unos minutos, la puerta de un pequeño cuarto se abrió. Allí era donde solían darle terapia psicológica a Pedro, pero él no estaba. ¿Entonces quién…?
Al levantarse, reconoció a la persona que caminaba detrás de Lorenzo…
