Mi multimillonario 520

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Capítulo 520 

Rayos de sol, un cielo despejado

En la cancha de baloncesto, varios jóvenes sudan la gota gorda mientras juegan

-¡Fernando, puedes

-¡Venga, Fernando, échale ganas

Sus compañeros lo animaban a gritos. Uno de ellos, burlón, lo pinchó con la broma de siempre

-Oye, Fernando, todas estas chicas vinieron a ver al galán del campus. Con tanta belleza rondando, ¿de verdad no se te antoja ninguna

-¿Qué dices? -lo interrumpió otro-. ¡Fernando tiene novia

-Ah, no te pongas así. Su novia ni siquiera está aquí. Solo bromeaba

-Mira, Fernando, ahí está Valentina, la chica de Derecho. Dicen que su papá es un abogado famosísimo, ¿no te llama la atención? Su familia tiene mucho más dinero que tu novia

-Es cierto agregó alguien-, eso de “familias compatiblesnunca pasa de moda

-¡Ya basta! -espetó Fernando, arrojando la toalla con la que se secaba el sudor y fulminándolos con la mirada-. Se acabó el juego. ¡Olvídense de que los invite esta noche

-¿Qué? -protestaron los demás, entre risas y quejas

-No, hombre, Fernando, perdona. Fue mi error, ya no vuelvo a decir nada

-¡Ni lo sueñes! -dijo él, dándoles la espalda

-¡Te pasaste! ¿No sabes que Luciana es su adoración? —se burló uno, abriendo las manos en un gesto cómico-. ¡Y ahora nos quedamos sin nuestra cena gratis!

-¡Claro! ¡Eres el culpable de que nos perdiéramos la comida

La plática siguió en ese tono hasta que el partido terminó. Entonces, Valentina, la famosa chica de Derecho, se acercó con una gran sonrisa y le ofreció una bebida deportiva

-Fernando, traje esto para ti… 

Ni siquiera la volteó a ver. Pasó de largo sin decir palabra, con la mirada fija en otra persona: una joven de figura esbelta, cargando una mochila y vestida con un fresco vestido de lino

-¡Luciana! Llegaste -exclamó Fernando, avanzando hacia ella

-Hmp—Luciana soltó un bufido e hizo un ligero puchero, sin dejar de lanzar una mirada

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Capítulo 520 

Valentina-. Vaya, parece que no era el mejor momento para aparecer… 

Estaba celosa, claramente

-¿El mejor momento? Si mi partido terminó hace rato y no viste lo increíble que juguébromeó Fernando, tomando la mano de Luciana y sonriendo al sentirla cerca

Al final, ella también sonrió. Le extendió el termo que traía en la mano

-¿Quieres agua

-Clarorespondió él, y al intentar tomar el recipiente, Luciana se lo retiró de manera juguetona

–Mmmno es más que agua simple. Ni punto de comparación con la bebida que te ofrecieron, ¿no

– 

— 

-No me gustan las bebidas. Prefiero el agua contestó él, arrebatándole el termo y bebiendo de inmediato. Le sonrió a Luciana, mostrándole los dientes en un gesto divertido. 

-¡Tonto! -respondió ella, arrugando un poco la nariz. Luego sacó un pañuelo para limpiarle el sudor-. ¿Ni siquiera te secas un poco? Con este viento te vas a resfriar

Como Fernando era tan alto, a Luciana le costaba llegar a su frente, así que él se puso en cuclillas para facilitarle la tarea. De paso, le tomó la mano con calidez

-Luciana… 

-¿Qué pasa

-Luciana… 

-¿Mmm

-Luciana… 

-¿sí? ¿Qué sucede

-Te quiero mucho. Me encantas

*** 

En el presente… 

-Luciana—murmuró el hombre que yacía en el suelo, moviendo los brazos como si quisiera aferrarse a algo en el aire-. Luciana, te-Hizo un brusco ademán, gritando con fuerza—: ¡ Luciana! (

Sus manos toparon con el vacío y, de golpe, Fernando se incorporó, despertando con la 

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respiración entrecortada. Alrededor reinaba un silencio sepulcral, como si estuviera en una tumba. No había nadie, y por supuesto, no estaba Luciana

La había perdido. Para siempre

-LucianaLuciana-susurró, sentándose con desconsuelo en el suelo, hundiendo los dedos en su cabello y cubriéndose la cabeza, presa de un profundo dolor-. Ugh… 

La punzada en su cabeza era cada vez más intensa, como si fuera a estallarle

—¡Agh! —incapaz de soportar aquella agonía, Fernando se levantó y empezó a lanzar y romper todo lo que encontraba. Objetos caían al piso con estrépito, dejando el apartamento sumido en el caos. Pero ni siquiera así la presión en su pecho disminuyó un ápice

Tropezando, irrumpió en el baño. Con manos temblorosas, tomó la rasuradora y, mirándose al espejo, alzó la mano

-Lucianate extraño. Me duele tanto-susurró.

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