Capítulo 522
-¿Cómo sigue, doctor? -preguntó Victoria, tropezando en su apuro por acercarse.
El doctor frunció el entrecejo y fue muy directo:
-No es alentador… La herida ya fue suturada, pero sus signos vitales siguen inestables. ¿ Ustedes saben qué lo llevó a esto?
Diego y Victoria se miraron entre sí con desesperación y guardaron silencio. Al ver que no respondían, el médico suspiró:
-Lo pasaremos a una habitación y observaremos si mejora. -Tras trasladarlo, el especialista revisó las constantes de Fernando y negó con la cabeza-. Sus signos son extremadamente débiles… Y, por lo que parece, él mismo no tiene intención de luchar. ¿De verdad no tienen idea de qué sucede? Traten de hacer algo…
El doctor se marchó, dejándolos con la incertidumbre. Mientras Victoria se repetía en voz baja que debía hallar una solución, de pronto se aferró al brazo de Diego y se giró para mirar a
Vicente.
-¡Vicente, hay una forma de salvarlo!
El muchacho la entendió al instante, aunque no podía creerlo del todo.
-¿Se refiere a…?
-¡Exacto! ¡Luciana! —exclamó Victoria, con los ojos enrojecidos-. “El que ata la campana, es quien debe desatarla“. Ella es la cura de Fernando. ¡Solo ella puede salvarlo!
-Señora… -replicó Vicente con cautela-. Eso no va a ser fácil. Luciana ya está casada. Usted
bien lo sabe.
Todos recordaban aquella ceremonia en Isla Minia: la boda de la familia Guzmán, discreta pero lo suficientemente sonada como para que nadie en la alta sociedad de Muonio la pasara por alto. Luciana, ahora convertida en “la señora Guzmán“, ¿cómo iba a encontrarse con su exnovio?
Diego y Victoria lo entendían, y aun así se quedaron callados, con el desconcierto reflejado en el rostro. Tras la partida de Vicente, Victoria ya no pudo contenerse.
-¿A dónde vas? -Diego trató de detenerla, alarmado.
-¡No puedo quedarme cruzada de brazos! -respondió ella con ojos llenos de lágrimas-. ¡ Debo buscar a Luciana!
-¿No ves que está casada? -le recordó Diego.
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Capitulo 522
-¡No me importa! -replicó Victoria con la voz ahogada-. ¡Nuestro hijo está así… sin ganas de vivir! ¿No oíste lo que dijo el médico?
Pero ella no nos debe nada.
-¡Lo sé! -asintió Victoria, entre sollozos-. Nosotros fuimos quienes perjudicamos a Fernando y a ella en su momento. Pero solo vengo a suplicarle… a rogarle que salve a mi hijo.
Agarrando a su esposo de las solapas, le espetó: -Tú también lo sabes: solo Luciana puede ayudar a Fernando a salir de esto.
Diego frunció el ceño y se quedó en silencio. Finalmente cedió.
-De acuerdo, vamos juntos.
-¡Sí!
***
Esa misma noche…
Alguien llamó a la puerta de la habitación de Luciana. Ella, medio dormida, supuso que tal vez Alejandro había regresado y se frotó los ojos.
-Está sin seguro…
-Señora… —la voz de Amy se escuchó desde el otro lado-. Tiene visitas: el señor Domínguez y su esposa. Dicen que necesitan hablar con usted.
¿El señor Domínguez y su esposa? Luciana tardó un par de segundos en reaccionar. Solo conocía a una familia Domínguez: la de Fernando. ¿Podían ser sus padres? ¿Qué hacían ahí a esas horas?
Se levantó, se puso un abrigo encima y salió de la habitación.
-¡Luciana! -Victoria se acercó a toda prisa, tomándole las manos antes de que alcanzara a verla bien. Entre lágrimas, empezó a disculparse-. Lo siento tanto… todo esto es mi culpa. Cuando los separé a ti y a Fernando, cuando él regresó y fingí estar enferma… Y todo lo que te dije… jestuve muy mal!
-Señora Domínguez… -Luciana no entendía bien la situación, así que miró al padre de Fernando-. Señor Domínguez, ¿qué ocurre?
-Ay… -Diego suspiró, luciendo visiblemente abrumado-. Luciana, es cierto que hemos sido muy injustos contigo. Pedir disculpas quizá no arregle nada, pero no podemos dejar de hacerlo.
Luciana se quedó aún más atónita. ¿Qué estaba pasando?
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De pronto, Victoria se dejó caer de rodillas ante ella.
-¡Luciana, te lo ruego, salva a Fernando! ¡Solo tú puedes ayudarlo!
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