Capítulo 523
La escena tomó a Luciana por sorpresa, dejándola sin saber cómo reaccionar.
—Señora Domínguez, ¿por qué hace esto? -preguntó, incrédula.
-¡Sí, exactamente! -intervino Amy, la empleada, quien ya era de cierta edad y se había asustado con la reacción de Victoria, además de sentirse algo indignada-. Señora Domínguez, nuestra señora aún es muy joven, ¿cómo se atreve a llegar a estos extremos? ¡Va a provocarle un disgusto!
-N–no fue mi intención… -murmuró Victoria, negando con la cabeza llena de confusión.
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-¡Entonces póngase de pie, por favor! -insistió Amy, molesta-. Es medianoche, llegan llorando y de rodillas… ¿a qué quieren asustarnos?
—Sí, está bien… -Diego ayudó a Victoria a incorporarse y ella, de inmediato, tomó las manos de Luciana con fuerza.
-Luciana, perdóname si te he atemorizado. Es que estoy desesperada, ya no sé qué más hacer
¡Por favor, sálvalo! ¡Salva a Fernando!
-¿Salvarlo de qué? -preguntó Luciana, cada vez más confusa.
Victoria dejó escapar un torrente de lágrimas antes de responder:
-Se ha cortado las venas… Intentó suicidarse. El médico dice que no tiene voluntad de vivir. Luciana, tú eres lo único que lo ata a la vida. ¡Eres su último lazo con este mundo!
-Así es -corroboró Diego, echando a un lado cualquier resto de orgullo-. Luciana, sé que fuimos injustos contigo, y Fernando… bueno, él también es víctima de todo esto…
Para entonces, Luciana ya estaba paralizada por la impresión. Con un temblor en la voz, alcanzó a preguntar:
-¿Dónde está Fernando?
-En el hospital.
-¡Vamos!
No había tiempo para más preguntas. Luciana sabía que Fernando padecía depresión y que no era la primera vez que se dañaba a sí mismo.
-Pero… Amy se interpuso de pronto-. ¡Señora, usted no puede ir!
-¿Por qué? -Luciana frunció el ceño.
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—¿Cómo que por qué? -exclamó Amy con nerviosismo-. ¿Y el señor Alejandro? Él jamás lo permitiría… Usted sabe cómo es.
Ciertamente, Alejandro no aprobaría que Luciana fuera a ver a su exnovio, en especial con el estado posesivo que solía mostrar. Sin embargo, en ese momento, había algo más importante.
—Amy… Luciana la miró con los ojos enrojecidos-. Está en juego la vida de un amigo, necesita ayuda de inmediato.
Mientras hablaba, Luciana reparó en el pequeño crucifijo que Amy llevaba al cuello. «<Quien salva una vida, salva al mundo entero>>, pensó.
-Yo… -Amy dudó un instante. Al final, suspiró y apartó la mano-. Está bien, vaya.
—Gracias, Amy —asintió Luciana, apresurándose a bajar las escaleras.
Una vez en el vestíbulo, se encontró con Simón, que le bloqueó el paso.
-Luciana, no puedes salir.
El rostro de Luciana, pálido y resuelto, mostraba una serenidad fría.
-Hoy voy a salir de aquí, Simón -soltó con firmeza-. Si quieres evitarlo, vas a tener que usar la fuerza. Pero… ¿de verdad te atreves a lastimarme?
Simón se quedó mudo. Por supuesto que no podía hacerle daño.
Luciana, viendo su vacilación, decidió suavizar la situación:
-Solo voy a ver a un amigo que está grave, no pretendo hacer nada indebido.
Aunque Simón no podía estar completamente seguro, ya había visto suficiente de Luciana para creer en su palabra. Apretó la mandíbula y se hizo a un lado.
-De acuerdo… Te llevaré yo mismo.
Con esas palabras, ambos salieron con rapidez rumbo al hospital.
***
En el pasillo del hospital…
-Está ahí dentro -dijo Victoria, deteniéndose frente a la puerta de la habitación-. Luciana, entra sola. Fernando… solo quiere verte a ti.
-De acuerdo… Luciana sintió un nudo en la garganta.
Entró, y un silencio abrumador la envolvió de inmediato. Lo único que rompía la quietud era el
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bip–bip del monitor. Fernando yacía en la cama, tan delgado que apenas parecía él. Tenía puesto un respirador de oxígeno y su rostro estaba tan pálido como una hoja de papel, sin el menor indicio de color.
En cuanto Luciana lo vio, las lágrimas se le agolparon en los ojos.
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