Capítulo 525
“Luciana, ya estoy en Princeton. Estos días me dedicaré a conocer el lugar; la inscripción es en un par de días…”
“Luciana, hoy nevó. El clima aquí es todavía más impredecible que en Muonio. Ayer andaba en playera y hoy estamos con ventisca…”
“Luciana, fui a un supermercado chino y compré algunos ingredientes para cocinar en casa. Llevo medio mes comiendo hamburguesas y pollo frito, ya no lo soporto…”
“Luciana, cuando perfeccione mis habilidades en la cocina, te prepararé algo rico. Seguro que estarás ocupada como una gran médico jefe, y yo cuidaré de ti, y de nuestro hogar…”
A medida que avanzaba en la lectura, los ojos de Luciana se llenaban de lágrimas. Sentía una opresión en el pecho, como si algo le oprimiera el corazón.
“Luciana, aún no recibo respuesta tuya. ¿Sigues molesta? Me fui con prisa, pero no fue por gusto… Mis papás…”
“Luciana, de nuevo nada de tu parte. ¿No me creíste cuando te expliqué lo que pasó? Te juro que no mentí en nada.‘
“Luciana, te extraño…”
“Luciana, voy a demostrarte que no te engañé ni traicioné lo nuestro.”
“Luciana, hoy obtuve una beca completa, ¿te alegrarás por mí?”
“Luciana, mi diseño ganó un premio en el concurso. ¡En el futuro podré sostener bien una familia!”
“Luciana, espérame. Espérame a que regrese, ¿sí?”
“Luciana, te necesito… ¿Podrías, por favor, responder? Aunque sea un poco…”
“Luciana, lo siento. ¿Acaso ya no me perdonarás jamás? Disculpame…”
Cada palabra resonaba dolorosamente en el pecho de Luciana, hasta que su voz se cortó por completo.
-Ah… -soltó un gemido ahogado, mientras se llevaba la mano al corazón y rompía a llorar.
Miró al joven recostado en la cama, tan delgado y abatido que apenas parecía la misma persona de antes. Era imposible contener la agonía que sentía. En esos tres años, ella lo había aborrecido con cada fibra de su ser. Lo culpaba de haberla abandonado, de haberse marchado sin decir ni una palabra. Lo acusaba de romper las promesas que se hicieron y de priorizar las
Capitulo 525
exigencias de sus padres antes que su amor.
No sabía -ni remotamente- que mientras ella sufría por el rencor y la incertidumbre, Fernando luchaba contra esa profunda depresión. Ahora, descubría esas cartas que Mónica había ocultado y que nunca llegaron a sus manos. Unas cartas que, quizá, habrían cambiado todo…
–Fer… Perdóname, de verdad… -susurró Luciana, con las cartas entre sus dedos temblorosos.
Se llenaba de rabia hacia Mónica, por esos tres años de vileza que destrozaron la esperanza de Fernando. ¿Cómo habría sido todo si, en su momento, hubiese leído esas palabras, si hubiera sabido que él seguía amándola? Quizá no habrían llegado a este extremo… Quizá Fernando no estaría debatiéndose entre la vida y la muerte.
Negando con la cabeza, Luciana se secó las lágrimas.
-Fer, sé fuerte. No te vayas… Por favor, ¡tienes que mejorar! —pidió con urgencia-. Estaré aquí contigo… No lo olvides. (1)
***
Cuando apenas empezaba a aclarar el cielo, una enfermera entró para hacer la ronda en la habitación. Casi al mismo tiempo, Victoria y Diego hicieron lo propio. Luciana había pasado la noche en vela, vigilando al pie de la cama de Fernando. Cuando se sentía muy cansada, apoyaba la cabeza en el colchón para dormitar un poco.
-Luciana -susurró Victoria, tocándole el hombro-. Ve a lavarte la cara y enjuagarte la boca. Te traje algo de desayuno, come un poco para reponer fuerzas.
-Sí… está bien–asintió Luciana, consciente de que, sin comer ni beber, no aguantaría mucho más. Se levantó y se dirigió al baño.
Mientras tanto, la enfermera terminaba de anotar las cifras del monitor y se volvió hacia Victoria y Diego:
-Señores Domínguez, Fernando ha mostrado signos de mejoría esta noche. Sus constantes han estado mucho más estables.
-¿De veras? -preguntaron ambos, con una mezcla de esperanza y sorpresa-. ¿Entonces está mejorando bastante?
–Bueno, en términos generales, sí. Pero tendremos que seguir observándolo -agregó la enfermera con una sonrisa. 15
2/2