Capítulo 530
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Diego guardó silencio. Aquello indicaba que, ciertamente, algo pasaba en ese matrimonio.
-¿Y sigues parado ahí? –Victoria lo empujó suavemente. Ve, llévala con Fernando antes de que se despierte y sea imposible.
El mensaje era claro: ella quería que Fernando y Luciana tuvieran un momento de intimidad. Diego lo pensó largo rato, pero el amor por su hijo lo hizo ceder.
-Está bien–dijo al fin, decidido.
Entró con pasos lentos, procurando no hacer ruido. Victoria se quedó en la puerta, recordándole en voz queda:
-Hazlo con cuidado; no la despiertes.
-Lo sé -susurró Diego.
Con el corazón latiéndole a toda prisa, levantó a Luciana con delicadeza y la recostó al lado de Fernando. Luego corrió la cortina que rodeaba la cama. Afortunadamente, la cama VIP era lo bastante grande para que ambos pudieran descansar sin problemas. Diego prácticamente contuvo la respiración todo el tiempo, temiendo que Luciana abriera los ojos. Al ver que seguía profundamente dormida, exhaló con alivio y salió de la habitación.
-Uf, qué nervios. Sentí que me sudaban las manos–comentó, secándose la frente-. Pensé que se iba a despertar en cualquier momento.
-Bien hecho -Victoria lo tomó del brazo y se dirigieron con sigilo hacia la sala de descanso.
A poca distancia, Simón los observaba, preguntándose qué planeaban con tanto secretismo. Justo entonces, su celular comenzó a sonar. Era Alejandro.
Simón se tensó y deslizó el dedo por la pantalla, contestando con voz seria:
-¿Alejandro? ¡Hola!
-Ajá.
La voz de Alejandro al otro lado transmitía un ligero cansancio, como si acabara de llegar de un largo viaje.
-¿Sabes si Luciana ya salió de trabajar?
-Sí, acaba de terminar su turno.
–Voy en camino al hospital UCM -La línea se oyó con un leve eco, como si Alejandro estuviera caminando-. Intenté llamarla, pero no contesta el celular. Avísale que estoy por
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Capitulo 530
llegar y que me espere. Quiero recogerla.
Simón dudó un segundo antes de responder:
-Claro. Yo se lo digo.
Colgó y se revolvió el cabello con impaciencia. En los últimos días, Alejandro había estado fuera de Muonio, lo que le permitió a Simón “hacerle un favor” a Luciana sin comentarle nada sobre Fernando. Ella había estado acompañando a Fernando en su recuperación y Simón, haciéndose de la vista gorda, no dijo nada. Pero ahora que Alejandro estaba de regreso, Luciana no podía quedarse en el hospital tan campante.
Decidido a sacarla de ahí, se dirigió a la puerta de la habitación para llamarla. Sin embargo, giró la perilla y se percató de que estaba cerrada. «¿Qué sucede? ¿Por qué está con seguro?»>, pensó,
confuso.
Mientras tanto, Alejandro ya había llegado al hospital, pero en vez de ir directamente al área de cardiotorácica, se desvió primero a la sección de quemados. Había estado varios días fuera y quería ver cómo seguía Mónica.
La habitación estaba en completo silencio. No había nadie cuidándola y tampoco vio rastro de Mónica. Con el ceño fruncido, se asomó:
-¿Mónica?
Al no recibir respuesta, se preocupó. «¿Será que empeoró?», se preguntó, dando media vuelta para buscar a un médico.
-¡Estoy aquí! -dijo una voz femenina.
Alejandro se volteó y vio a Mónica de pie, junto a la puerta que conducía al balcón. Tenía el brazo lesionado inmovilizado contra el pecho y le sonreía con suavidad.
-Alex, volviste.
–Sí–respondió él, echando un vistazo a su otra mano, donde sostenía… ¿una pequeña pala?
-¿En qué andas?
—Jejeje -Mónica rio, señalando el balcón-. Como no tengo mucho que hacer, decidí plantar un par de flores.
Le hizo señas con la cabeza:
-Llegaste justo a tiempo para decirme si lo estoy haciendo bien.
-Claro.
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Alejandro aceptó y la siguió hacia el balcón. Ahí encontró dos macetas de barro, ya preparadas con tierra y semillas enterradas.
-Pues… se ve bien, no parece haber ningún problema.
-Menos mal… -murmuró Mónica.
Antes de que ella pudiera continuar, Alejandro la interrumpió con gesto serio.
–Mónica, ahora lo más importante es que te concentres en recuperarte. Cuidar el jardín puede esperar a que estés completamente sana.
El ambiente se tensó por un instante.
-¿De veras? -Mónica esbozó una sonrisa melancólica. Sí, supongo que ya me acostumbré a la idea de que… después de lo que pasó, soy prácticamente una inútil. ¿No es cierto? Me
sobran horas al día…