Capítulo 531
Su tono, lleno de desaliento, no pasó desapercibido. A Alejandro no le gustó nada.
-Mónica, no quise decir eso.
-Lo sé. —Ella notó su disgusto y bajó un poco la vista-. En realidad, estoy decidida a cooperar con todo el proceso de curación. Haré lo que sea necesario.
-Eso está muy bien -asintió Alejandro.
Pensó que había sido demasiado brusco; después de lo que Mónica vivió, era normal que estuviera sensible.
–Disculpame por hablarte así. He estado un poco rígido.
-No pasa nada -respondió ella con una sonrisa conciliadora y, cambiando de tema, preguntó -¿Tienes idea de qué flor sembré?
-¿Cuál es?
A simple vista, en la tierra no se veía nada.
-Son semillas de flor de mariposa -comentó Mónica, mirando las macetas donde ni siquiera habían brotado retoños aún-. ¿Recuerdas cuando el jardín estaba lleno de estas flores?
Alejandro lo recordaba, claro que sí. Era imposible olvidar aquel jardín repleto de flores de mariposa y a la chica que corría tras las mariposas… Esas imágenes jamás se habían borrado de su mente. Ante esos recuerdos, sintió que algo se ablandaba en su interior. Le vino a la cabeza la colección de flores de mariposa que tenía en Rinconada.
-Si las siembras ahora, y encima es la primera vez que lo haces, puede que no sea tan sencillo que broten -comentó-. Yo tengo unas cuantas que ya están floreciendo. Si te gustan, podría pedir que te las traigan.
-¿De verdad? -Los ojos de Mónica se iluminaron, asintiendo con entusiasmo-. Me encantaría. Pero… si las cultivaste tú, ¿no crees que sea inapropiado regalármelas?
-No veo por qué no. -Esas flores las había sembrado precisamente pensando en ella.
-Entonces, me fascina la idea.
Hablaron un par de minutos más. Luego, Alejandro le recomendó que descansara bien y salió de la habitación. Al salir, se encontró con Sergio aproximándose con rapidez.
–Alejandro…
La expresión de Alejandro se ensombreció. Había ordenado a Sergio que fuera a buscar a
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Luciana primero.
-¿Qué ocurrió? -preguntó con impaciencia.
-No está en su área de trabajo, y tampoco he visto a Simón -explicó Sergio, sacudiendo la cabeza.
-¿Cómo? ¿Se habrán metido en algún problema? -murmuró Alejandro, inquieto. La última vez que hablaron por teléfono no daba señales de complicaciones-. ¿Intentaste contactar a Simón?
-Sí, pero no contesta. Voy a volver a marcar…
Antes de que Sergio lo hiciera, Alejandro ya había sacado su propio celular y estaba marcando el número de Simón.
Mientras tanto, Simón, con el teléfono vibrándole en el bolsillo, se sentía cada vez más ansioso. Miró a la enfermera y le exigió:
—¡Abra la puerta de inmediato!
La joven enfermera frunció el ceño y negó con la cabeza.
-Lo siento, señor. Si no es usted familiar del paciente, no puedo permitirle entrar.
-¡Por Dios! -exclamó Simón, convencido de que algo raro pasaba. Minutos antes había visto a Diego y Victoria comportarse de forma sospechosa. «¿Será que encerraron a Luciana dentro de la habitación?», pensó. «¿Por qué lo harían?»>
Comenzó a golpear la puerta con fuerza:
-¡Luciana! ¡Abre! ¡Ábreme la puerta!
-Señor, por favor… -La enfermera trató de calmarlo-. Está alterando el orden de la sala y puede molestar a los demás pacientes.
Simón, con un temperamento explosivo, señaló a la enfermera:
-O la abres de inmediato, o la derribo. ¡Estoy hablando en serio!
En su mente se repetía la misma pregunta: “¿Por qué Luciana no responde?“. Había golpeado fuerte varias veces y ella no acudía a abrir. Recordó los incidentes pasados y temió que algo grave hubiera sucedido.
-¡Apresúrate! -insistió con voz ronca-. ¡No estoy bromeando!
Justo entonces, Victoria y Diego llegaron corriendo, alarmados por el escándalo en el pasillo.
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-¿Qué pasa? -exclamó Diego.
Simón les dedicó una mirada fría.
-¿Qué pasa? ¿En serio me lo preguntan? Nuestra señora vino a visitar a su hijo y… ¿ustedes la encierran a la fuerza?
No alcanzó a terminar la frase cuando el celular volvió a sonar. Era, nuevamente, Alejandro.
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