Capítulo 536
-¿Luciana? -preguntó Amy, entrando a la habitación acompañada de Felipe.
Él había pasado más tiempo en el hospital últimamente y no imaginaba que las cosas se hubieran complicado tanto entre la joven pareja.
-¿Qué sucede? -preguntó Felipe, al notar la maleta—. ¿Acaso el señor Alejandro te hizo enojar otra vez? No te preocupes, estamos de tu lado. Si te sientes maltratada, podemos decírselo al señor Miguel; él te quiere como a una hija y te defenderá. Son roces de pareja, pero irte de la casa…
-No, Felipe. No es eso contestó Luciana, forzando una sonrisa.
-Alejandro no me hizo enfadar, fui yo… Yo lo molesté a él. Y creo que ya no desea verme más.
Los ojos de Amy y Felipe se abrieron con incredulidad. ¿Cómo había llegado todo a ese punto?
Luciana se colgó la mochila al hombro y tomó la maleta.
-Amy, Felipe… Gracias por cuidarme durante este tiempo. Me voy.
Bajó las escaleras con el equipaje, seguida de Amy y Felipe, que intentaban disuadirla.
-Luciana, no hagas algo precipitado -sugirió Amy-. Espera a que regrese el señor Alejandro y hablen con calma.
-Sí -agregó Felipe-. Ya sabes cómo se pone; se enoja rápido y a veces dice cosas que no siente. No lo tomes tan en serio.
Pero Luciana no parecía dispuesta a cambiar de opinión.
-No, en verdad… Si él llega y me ve aquí, solo empeorará las cosas.
Amy y Felipe se miraron, cada uno con la duda pintada en la cara. ¿Qué habría sucedido para que Alejandro se enojara tanto?
Ya en la puerta principal, se encontraron con Simón.
-¿Luciana…?–balbuceó él-. ¿A dónde vas con…?
-Me voy -repitió ella con una media sonrisa-. Gracias por tu protección este tiempo, Simón, pero ya no hace falta.
-¿Cómo que te vas? ¿Alejandro está al tanto de esto? -preguntó Simón, claramente nervioso.
-Sí, lo sabe–afirmó Luciana con un leve gesto de la cabeza-. Él mismo me lo dejó claro: me dio a entender que… que no tenía sentido quedarme.
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Capitulo 536
No lo dijo explícitamente, pero Simón entendió a qué se refería. Aun así, se mostraba reacio.
—Luciana, por favor, espera un momento. Le voy a llamar de inmediato a Alejandro, ¿de acuerdo? -propuso, sacando el teléfono y marcando el número delante de ella, sin siquiera apartarse para hacerlo.
El teléfono dio tono y se escuchó la voz de Alejandro al otro lado:
-¿sí?
–Alejandro, es que Luciana…
-¡Cállate! -estalló él, con un tono exasperado-. ¡No quiero que me molesten con nada de lo que tenga que ver con ella!
Dicho esto, colgó bruscamente. La voz de Alejandro había sido tan fuerte que, a pesar de que el altavoz no estaba activado, Luciana y los demás oyeron sus palabras con absoluta claridad. Un silencio incómodo se adueñó del lugar.
-¿Puedo irme ahora? -preguntó Luciana en voz baja, con un gesto rígido en sus labios. Sin más, echó a andar con la maleta, seguida de cerca por Felipe y los otros dos.
Ellos no se atrevían a detenerla, pero tampoco sabían qué hacer.
-Luciana… -Felipe intentó detenerla-. ¿Y si le pedimos al señor Miguel que intervenga?
-Felipe, no podemos involucrar al abuelo en esto -replicó Luciana con seriedad―. Acaba de someterse a una cirugía mayor; su recuperación será larga y no podemos alterar su estabilidad emocional con conflictos de esta clase.
La explicación era razonable, y Felipe no supo discutirlo más.
–Entonces… ¿qué podría hacer yo por ti? No me agrada la idea de verte partir así.
Luciana sonrió con amargura.
–Felipe, ¿podrías ayudarme a conseguir un taxi? Esta zona es complicada y dudo que alguno venga hasta aquí si lo pido por aplicación.
–
Claro, no hay problema aceptó él, mirando su teléfono. ¿Pero de verdad te vas?
–Sí–respondió Luciana, firme, Si me quedo, solo haré que la situación empeore; es mejor marcharme antes de que esto se convierta en un verdadero infierno.
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