Mi multimillonario 540

Capítulo 540
–Déjalo; no está de humor. Que se marche si quiere.
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Dentro del auto, Sergio le preguntó:
–Alejandro, ¿a dónde vamos?
Reclinado contra la puerta, Alejandro soltó con desgana:
-¿A dónde más? Vamos a casa.
–Entendido, Alejandro -respondió Sergio, pensando que, al final, Alejandro no podía desligarse de Luciana, pese a la supuesta “infidelidad”. 1
Pero al llegar a Rinconada, se toparon con una sorpresa.
Luciana no estaba.
Alejandro, sin querer creerlo, revisó dormitorio y estudio, rebuscando por todas partes… nada.
Bajó corriendo las escaleras y llamó a Amy y Felipe, quien se había quedado esa noche precisamente para ver qué sucedía.
—¿Dónde está? —exclamó, con el ceño fruncido y tironeando de su corbata, sumido en un arranque de furia.
-Pues… -Felipe estaba desconcertado-. Señor Alejandro, Luciana se fue… ¿no fue usted quien le dio a entender que podía irse?
-¿Qué tontería dices? -bufó él, indignado-. ¡Jamás le dije que se fuera!
-Lo hizo, señor -intervino Amy, quien claramente se inclinaba del lado de Luciana y no escondía cierto reproche en su voz-. No lo niegue. Todos estábamos ahí. Simón lo llamó por teléfono y usted gritó que no quería saber nada más de Luciana.
A fin de cuentas, sonaba igual a un: “¡Que se largue!”
-¿Qué…? -Alejandro se quedó mudo por un instante, recordando la llamada. Era cierto… pero ignoraba que Luciana estuviera a punto de marcharse.
Cayó en la cuenta y apretó los dientes, sin nada que decir.
Cerrando los ojos con rabia, hizo un ademán con la mano.
-Está bien. Ya entendí.
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Capitulo 540
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No añadió más. Dio media vuelta y se dispuso a subir las escaleras.
-¡Señor Alejandro! -lo llamó Felipe, pues le tenía aprecio y buscaba ayudarlo-. ¿Por qué no llama a Luciana, le explica que todo fue un malentendido y la trae de regreso?
-¡No la traigo! -respondió Alejandro, volteándose con el semblante tan oscuro como una tormenta-. ¡Si se fue, que se quede lejos! ¡Y que nadie la haga volver! ¡Jamás!
Sin más, siguió subiendo los escalones.
–Señor Alejandro… -murmuró Felipe, abatido. No tenía idea de cómo solucionar el desastre que se avecinaba.
En la planta alta, dormitorio…
Alejandro entró con pasos enérgicos, echando una mirada al tocador donde Luciana solía dejar sus productos de cuidado personal. Nada de eso se lo había llevado. La ira se encendió en su mirada: con un gesto brusco, barrió con el brazo todos aquellos frascos, haciéndolos caer al piso.
<<¿No te los llevas?», pensó con furia.
<<Pues aquí no van a quedar. Yo no los necesito.>>
Pero deshacerse de eso no le bastaba para saciar su rabia. Sin pensarlo, se encaminó al vestidor y abrió el armario. Encontró la ropa que él mismo le había comprado… ni una sola prenda faltaba. Luciana había hecho una separación absoluta: lo suyo era suyo, y él no significaba nada. Su corazón se retorció de ira.
Alargó el brazo y tiró al suelo todas aquellas prendas, perchas incluidas. Algunas telas se desgarraron al forcejear con ellas. «¿No las quieres? Muy bien, no las tendrás.>>
<<Todo fue siempre un teatro», se dijo, mientras rasgaba un vestido y lo arrojaba con desprecio.
¿Suficiente? No, todavía le ardía el pecho. Fue al baño y destruyó shampoo, acondicionador, gorros, todo lo que encontrara de Luciana. En pocos minutos, la habitación parecía el escenario de un saqueo.
<<Perfecto. Todo lo de ella, arruinado», murmuró con sarcasmo.
Entonces sacó un cigarro y el encendedor, un gesto que ya tenía casi olvidado. Se quedó mirando el tabaco un segundo. «No puedo fumar dentro de la casa, Luciana está…». Pero se interrumpió al recordar: «Ella se fue, ya no hay nada que me limite>>.
-Mejor así -susurró, dejándose caer en el sofá. Encendió el cigarro y le dio una calada
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Capitulo 540
profunda, soltando el humo con lentitud. Al ver la llamita del encendedor en su mano, vaciló un instante.
Ese encendedor era el regalo que Luciana le había hecho en su cumpleaños número 27, algo que ella misma había personalizado. Si en su momento le hizo tanta ilusión, ahora solo le provocaba un dolor punzante. «Al final, también fue parte de su farsa…», pensó con amargura. -Pura falsedad -murmuró. De un salto, se puso de pie y fue hasta la ventana, la abrió y lanzó el encendedor al vacío. (2)
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