Capítulo 544
-¿Cómo puede ser? –Victoria se negó a aceptar lo que escuchaba-. ¡Si te importaba tanto que pasaste la noche en vela cuidándolo!
-Eso fue lo máximo que pude hacer por él.
-Es que… -Victoria seguía sin creérselo –. ¿Te molesta lo que hice? ¿Me odias? Puedo prometerte que, si tú y Fer regresan, te trataré bien. Incluso podría desaparecer de sus vidas si no te agrada…
–¡Señora Domínguez! -soltó Luciana, preocupada por hasta dónde llegaría-. ¡Basta! No amo a Fernando. Ese capítulo terminó. (2)
Victoria negó con la cabeza una y otra vez, como si quisiera borrar la realidad.
-¡No puede ser! ¡Ustedes se amaban profundamente!
–Era antes. Ya quedó atrás —aseguró Luciana, su voz más serena que nunca.
Victoria se quedó en blanco. Luciana prosiguió:
-Supongamos que por un momento cedo y acepto tu propuesta. Lo ayudo como “amiga” y paso un tiempo a su lado durante la terapia. ¿Qué va a suceder luego, cuando me vaya? ¿No crees que su depresión podría recrudecer otra vez?
El silencio de Victoria fue la respuesta. Claro que
sí.
-Por eso él debe hacerlo por sí mismo -concluyó Luciana—. Tiene que superar por su cuenta el golpe de aquella ruptura de hace tres años. Solo entonces se recuperará de verdad.
Acto seguido, se puso de pie y tomó su mochila.
–Señora Domínguez, mejor no entro a verlo… Creo que, para su recuperación, mi presencia ahora mismo no ayuda en nada. Me voy.
La dejó ahí, inmóvil, sin palabras.
***
De regreso, Luciana recibió una llamada de Miguel, y el simple hecho de ver su nombre en la pantalla la puso tensa. ¿Sería que Felipe le contó al abuelo lo que estaba pasando con Alejandro? ¿O tal vez el propio Alejandro se había quejado ante él? ¿Vendría ahora a exigirle explicaciones y a ordenarle que abandonara la familia?
Suspiró, pensando que lo inevitable debía suceder. Deslizó el dedo para aceptar.
-Abuelo.
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La voz de Miguel sonó tan afable como siempre:
-Luciana, ¿cómo estás? Hoy me siento bien de ánimos. ¿Podrías acompañarme a cenar? ¿ Tienes tiempo?
Luciana se quedó un momento en silencio, sorprendida. Al parecer el anciano no estaba al tanto de lo ocurrido. “¿Continuar con la farsa?“, pensó.
-Claro contestó, no podía titubear mucho, pues él se daría cuenta-. Justo descanso hoy.
-Excelente festejó Miguel-. Invita a Alex también. Yo no pienso llamarlo; estoy fastidiado de él, ja, ja…
-Entendido.
Luciana colgó, quedándose con el teléfono en la mano. ¿Qué haría ahora? Si llamaba a Alejandro, lo más probable era que él no atendiera. Decidió entonces enviarle un mensaje por WhatsApp:
“El abuelo quiere que esta noche vayamos juntos a cenar. ¿Qué dices?”
Lo envió y se quedó esperando… durante un buen rato no recibió respuesta.
Se lo imaginaba. Con un ligero fruncir de cejas, guardó el teléfono.
En Casa Guzmán, Felipe y Amy se mantenían cerca de la puerta del dormitorio principal, mirándose con preocupación.
-Ya es bastante tarde y el señor Alejandro sigue sin levantarse. ¿No habrá pasado algo grave? –murmuró Amy, intranquila.
-Quién sabe –respondió Felipe-. ¿Oíste algo anoche?
-Síasintió ella-. Se escuchaban ruidos fuertes, como si estuviera golpeando cosas allá dentro.
-Probablemente sí. -Felipe puso gesto sombrío-. De que estaba rompiendo cosas, está claro … Lo que me preocupa es que se lastime.
Dudó un par de segundos antes de resolverse:
-Trae la llave. Abramos la puerta.
-¡De acuerdo!
Amy fue por la llave y abrió la puerta con cuidado. Al entrar, ambos fruncieron el ceño.
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La habitación estaba a oscuras, con las cortinas herméticamente cerradas. ¡La peste a alcohol y
a tabaco les golpeó de inmediato, casi asfixiándolos!
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