Capítulo 547
Luciana, al otro lado, esperó la respuesta y, sin recibirla, envió otro mensaje:
[¿En serio no vas a responder? ¿No puedes decir nada al respecto?]
Al presionar “enviar“, el chat le mostró un ícono de exclamación en rojo. Se dio cuenta, atónita, de que la habían bloqueado.
-¿En serio…? -resopló, molesta-. Está enojado, me odia, pero ¿ni siquiera se preocupa por el abuelo?
«<Los hombres…», se dijo, apretando la mandíbula. «Son tan egoístas y rencorosos.>>
Aun así, decidió que cumpliría la invitación de Miguel esa noche. Y, si por casualidad Alejandro también asistía, aprovecharía para dejarle claro si quería o no seguir fingiendo ante el abuelo.
***
-Abuelo… -Luciana tocó suavemente la puerta antes de entrar.
-¡Luciana, hija! -saludó Miguel, que esa mañana lucía con muy buen semblante. Estaba sentado, entretenido con una maceta de orquídeas—. Justo estoy cuidando de esta belleza.
-Está hermosísima -comentó Luciana con sinceridad. Es la primera vez que veo una orquídea florecer.
-Preciosas, ¿verdad?
-Sí, lo son.
Miguel echó un vistazo detrás de ella.
-¿Viniste sola? ¿Y Alex?
-Él está ocupado -respondió Luciana. En el camino había previsto todas las posibilidades, así que no se alteró-. Pero me pidió que cuidara bien de usted, que lo acompañara un rato.
Claro, como siempre, dándote órdenes de nuera–comentó Miguel con sorna, ofreciéndole un brazo-. Vamos, ayúdame a llegar al comedor.
-Claro -asintió Luciana, acercándose para sostenerlo.
Aunque se encontraban en el hospital, las condiciones para comer eran casi tan buenas como en la casa de la familia Guzmán.
–Luciana… -Miguel la observó mientras le servía un poco de comida-. Toma, come
despacio.
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–Gracias, abuelo.
-¿Agradeciéndome? -bromeó él-. Nada de formalidades conmigo.
Sin saber exactamente por qué, a Miguel le dio la impresión de que Luciana no estaba del todo
contenta.
-Dime, ¿tienes algún problema estos días?
-No, nada.
-¿Entonces es Alex quien te molestó? -insistió, con gesto preocupado.
-No, tranquilo -respondió Luciana con tranquilidad-. No se preocupe, todo está bien entre Alex y yo.
-¿De veras? -Miguel la miró con escepticismo-. Bueno… me alegra escuchar eso. ¿Será que Alex está tan atareado que no ha podido acompañarte? Estas últimas veces vienes sola.
—Él… —Luciana presionó sus labios. Entiendo que, sea hombre o mujer, el trabajo es importante. No me molesta.
-Eres un amor. De verdad que Alex no sabe la suerte que tiene al tenerte a su lado.
La conversación siguió amenamente entre bromas y comentarios. Al despedirse, Miguel la detuvo:
-Luciana, espera un momento. Tengo algo para ti.
-¿Algo? ¿De qué se trata, abuelo?
–Dame un segundo…
Con aire misterioso, se dirigió hacia la orquídea y tomó unas tijeras para cortar una de las flores.
-¡Abuelo! -exclamó Luciana, alarmada-. Esa orquídea es carísima.
Aunque no entendía mucho de flores, Felipe le había contado que las orquídeas de Miguel eran ejemplares de colección, valoradas en sumas muy elevadas.
-No seas exagerada -bromeó él, colocando la flor detrás de la oreja de Luciana y mirándola con ternura. ¡Mira nada más lo linda que te ves!
-Abuelo…
-No hay flor demasiado costosa. Si a Luciana le gusta, se la doy con gusto.
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De pronto, los ojos de Luciana se humedecieron.
-¿Me vas a llorar ahora? -sonrió Miguel-. Sé que te he pedido mucho… Alex no es el mejor, y soy egoísta al mantener sus caprichos. Solo deseo verlos felices.
-Abuelo…
-Anda, vete a descansar. Sé que has tenido un día intenso y, además, estás esperando a mi bisnieto. Debe ser cansado.
Al salir, Luciana sintió una mezcla de congoja y culpa. ¿Seguir fingiendo por Miguel? Cuando estuviera más recuperado, tendría que decirle la verdad: que no podía continuar con Alejandro y que… ese bebé en su vientre no le pertenecía a él.
***
Temprano en la mañana, el director de la oficina de secretariado se acercó a Sergio.
-Señor López, ¿podría hacerle llegar este documento al señor Guzmán, por favor? Solo hace falta su firma.
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