Capítulo 552
<<Debió irse tras esperar tanto», pensó, algo desilusionado.
Justo en ese instante, Luciana salía del baño y los vio a lo lejos, atravesando la puerta principal. Inmediatamente alzó la voz:
-¡Alejandro!
Él se detuvo en seco, sintiendo un ligero estremecimiento. Se volvió y descubrió a Luciana acercándose con paso apresurado, casi corriendo, algo que le pareció imprudente dada su condición. Se frunció el ceño: «Con ese vientre tan grande, ¿por qué se apresura así?»>, pensó. Pero enseguida desechó esa preocupación: «¿Qué me importa?», se dijo.
-¡Alejandro, espera! -exclamó ella, respirando con dificultad al llegar a su lado. ¿Podrías… darme unos minutos de tu tiempo?
Alzó la mirada, con ojos de cervatillo y una expresión de sincera súplica que a Alejandro lo hizo tensar la mandíbula un segundo. Sin embargo, él respondió con una risa seca.
-Vaya. Es raro verte buscándome tan insistentemente.
-Yo…
Pero antes de que pudiera decir más, él la interrumpió de forma tajante.
-No tengo ningún minuto para ti. Ni uno solo
soltó, con una frialdad glacial que se
reflejaba en su mirada y en la curva apenas esbozada de sus labios. (3)
Sin añadir más, se dio la vuelta y siguió su camino, con un aire tan distante como implacable.
–
—… —Luciana se quedó clavada en su sitio, impactada. Hacía tiempo que no presenciaba esa dureza en él y casi había olvidado que, en el fondo, así era su carácter. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y sintió como si sus pies se hubieran fijado al suelo, imposibilitándola de moverse. Solo pudo mirar cómo él subía al auto y cerraba la puerta.
<<¡No!»>, pensó Luciana. Quería intentarlo, una última vez.
-¡Alejandro! -corrió hacia el vehículo, golpeando con la palma de la mano la ventana-. Solo una palabra, te lo juro. ¡El financiamiento del proyecto…!
Pero él ni volteó a verla; la gruesa ventana aislaba por completo el sonido de su voz. Con fastidio, dio una orden al chofer:
-Arranca.
-Sí, señor Alejandro.
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Capitulo 552
El auto rugió y se alejó velozmente, dejando a Luciana tambaleando un par de pasos atrás, observando con desconsuelo cómo se perdía en la distancia.
Dentro del vehículo, Alejandro cerró los ojos, intentando no pensar en nada. Sin embargo, Sergio, mirando por el espejo retrovisor, vio perfectamente la escena y no pudo callar:
-Alex, Luciana estuvo a punto de caerse…
-¿Qué? -Alejandro abrió los ojos con mayor enfado, revolviéndose en el asiento. Su educación le impedía tratar de ese modo a una mujer embarazada—. ¡Detente!
-Sí, señor -respondió el chofer, frenando de golpe.
Al verla en la distancia, Luciana sintió un rayo de esperanza y se apresuró hacia el auto. Cuando la puerta se abrió, Alejandro salió de un salto. Para no exponerla más, avanzó unos pasos,
encontrándose con ella a medio camino.
-Alejandro… —dijo Luciana, conteniendo el aliento.
Él la examinó con el ceño fruncido, notando que, salvo el hecho de estar agitada, no presentaba otra lesión. Su voz, sin embargo, salió fría y desprovista de emoción:
-¿Por qué me buscabas?
Luciana se alegró de que, por fin, la escuchara.
-Es por el proyecto de mi departamento… No han aprobado los fondos para el siguiente trimestre. El jefe de sección me pidió averiguar por qué se han retrasado. 2)
Hablaba rápido, sabiendo que él no tenía buena disposición hacia ella. Sin embargo, el hombre frente a ella tardó en responder, clavándole una mirada tan intensa como gélida.
Alejandro se sintió incrédulo. Así que había venido a buscarlo… ¡por dinero! Pero al fin y al cabo, ¿no era ésa la única razón por la que ella se habría acercado otra vez?
Cerró los ojos un instante, y cuando los abrió, su voz resonó con un desdén profundo:
-Luciana… ¿cómo tienes el descaro de venir a pedirme semejante cosa?
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