Capítulo 555
El llanto de Clara se oía al otro lado de la línea.
–Su secretario me acaba de avisar que se desmayó en la oficina. Ya lo llevaron de urgencia al hospital, voy en camino. Tú estás más cerca, por favor ve primero.
-¡Está bien! -exclamó Mónica, con la expresión desencajada por la preocupación.
Al colgar, sus ojos estaban llenos de angustia.
-Alex… mi papá se desmayó de nuevo -explicó, con la voz entrecortada y el rostro pálido.
Al enterarse de la situación, Alejandro se levantó de inmediato.
-Tranquila, yo te acompaño. Vámonos ya.
-De acuerdo. -Tan solo sentir la presencia de Alejandro la reconfortó un poco.
***
Mientras tanto, Clara llegó más tarde al hospital, donde Ricardo ya había sido trasladado de urgencias a una habitación. Esa vez parecía más grave que antes: permanecía inconsciente y los doctores no sabían cuándo despertaría.
-¡Ay, Dios mío! -sollozaba Clara, sentada junto a la cama—. Cada vez empeora más…
..y seguimos sin un donante para el trasplante de hígado.
De pronto, levantó la mirada hacia Alejandro:
-Señor Guzmán, ¿no hay noticias?
Él negó con la cabeza, siendo sincero:
–Nada todavía.
A pesar de su influencia, encontrar un hígado compatible no dependía de su poder económico; era un asunto de coincidencias médicas y disponibilidad, algo en lo que el dinero no podía garantizar resultados inmediatos.
–¡Ay…! —se lamentó Clara, llorando con más fuerza. Se aferró a Mónica:
–Mónica, tu papá sigue inconsciente. Temo que… ya no tenga mucho tiempo.
-No te angusties, mamá -dijo Mónica, abrazándola-. Encontraremos una salida, Alex no ha dejado de ayudar a buscar opciones.
-Pero ha pasado tanto y no hay ninguna señal… Clara, con las lágrimas rodándole por las
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mejillas, levantó de pronto la vista, casi con rabia contenida-. ¡No! Iré a ver a Luciana. Su papá está así, y ella no puede lavarse las manos.
Dicho esto, se puso de pie con brusquedad y salió del cuarto sin darle tiempo a nadie de detenerla.
-¡Mamá! -soltó Mónica, tambaleándose un poco; menos mal que Alejandro alcanzó a sostenerla.
-¿Estás bien? -preguntó él.
–Sí… -respondió Mónica, aunque su voz denotaba preocupación-. Mi mamá va a buscar a Luciana… Y como es tan testaruda, no se quedará tranquila. ¡Tengo que ayudarla antes de que algo pase!
Sin más, salió tras ella.
-Mónica… -murmuró Alejandro con un leve suspiro, pero no le quedó opción y fue tras las
dos.
En el área de consultorios, Rosa estaba comiendo una sopa instantánea. Luciana, que ya lo había notado, aspiró el aroma con una sonrisa.
-Huele riquísimo.
Sin poder evitarlo, tragó saliva. En realidad, se le antojaba mucho.
-¿Te tienta? -preguntó Rosa con una risita-. ¿Quieres un poco?
-¿Podré? -titubeó Luciana, mirando su vientre, preocupada por el bebé-. Supongo que no es muy recomendable…
-¿Un par de bocados? Por favor -resopló Rosa, rodando los ojos-. “No se puede hablar de toxicidad sin hablar de dosis“, ¿no? Y tú eres la alumna más brillante de Delio… ¡come un par de bocados sin problema!
-Solo un poquito… -aceptó Luciana con una risita. La verdad es que se le antojaba demasiado.
Tomó el tenedor y probó un poco de fideos, con su respectivo sorbo de caldo.
-Mmm… ¡qué delicia!
De pronto, se escucharon gritos en el pasillo:
-¡Oiga, no puede entrar! ¡Aquí es la oficina de doctores!
-¡Quítate! ¡Busco a Luciana! ¡Soy su madre, claro que puedo entrar!
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Rosa y Luciana voltearon hacia la puerta. Una enfermera estaba intentando detener a Clara, pero ella irrumpió de todos modos.
-Luciana, lo siento… intenté pararla, pero no pude -se disculpó la enfermera.
-No te preocupes -respondió Luciana-. Ve a lo tuyo, yo me encargo.
La enfermera se marchó. Luciana dejó a un lado el tenedor y miró en secuencia a Clara, a Mónica y al novio de Mónica (Alejandro, por supuesto). Al final, enfocó su mirada en Clara.
Con una sonrisa irónica, Luciana se dirigió a Rosa en vez de a ella:
-Oye, Rosa, ¿conoces a algún experto en ahuyentar fantasmas?
-¿Eh? -Rosa se quedó pasmada.
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