Capítulo 556
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Sin embargo, era lo bastante lista para no intervenir de más, así que prefirió guardar silencio.
Y tal como ella imaginaba, Luciana clavó la mirada en Clara y continuó:
–Es que mi mamá… —dijo con una mueca burlona-. Tiene más de diez años de muerta. ¿ Ahora resulta que revive de la tumba?
Enseguida, Rosa captó la intención:
-¡Ah! Entiendo… voy a ver si contacto a alguien ahora mismo.
-¡Por favor, no tardes! -repuso Luciana en el mismo tono socarrón.
Al ver aquello, a Clara se le torció la boca de la rabia.
-¡Luciana, qué descortés eres!
-Claro, ¿qué esperabas? —respondió Luciana con un gesto frío-. Mi madre murió demasiado pronto, y mi “padre” está ausente como si no existiera. ¿Quién me iba a enseñar modales? — Alzó el brazo y señaló la salida—. No me importa por qué viniste, pero ahora mismo vas a salir de mi oficina. Y si vuelves a llamarte “mi mamá“, te juro que te hincharé la boca de un bofetón.
Con los ojos entrecerrados y pronunciando cada palabra con firmeza, Luciana advirtió:
-Te lo advierto, no te conviene probarme.
-Tú… –Clara temblaba de enojo. Pero, aun sintiéndose intimidada, tenía un objetivo que cumplir-. ¡Tu papá se desmayó! ¡Está inconsciente!
Luciana se detuvo un segundo, con un breve atisbo de sorpresa en la mirada. «¿Tan grave llegó a estar?»>, pensó. Su expresión se oscureció por un instante, pero enseguida recobró su compostura.
–Vaya, entonces deberías estar cuidándolo en vez de perder el tiempo aquí -soltó, con un matiz sarcástico en la voz.
-Tú… -murmuró Clara, sin encontrar réplica.
-¡Luciana! -intervino Mónica, viendo que su madre no lograba salir airosa-. ¿Por qué finges que no entiendes? ¿Acaso no sabes por qué venimos a buscarte?
-Pues, la verdad, no contestó Luciana, con las manos metidas en los bolsillos de su bata—. Ilumíname.
-¡Hmp! -Mónica, soltando un bufido, continuó-. También eres hija de papá. Eres la única que puede ayudarlo en este momento.
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-¿Ayudarlo, yo? -repitió Luciana, soltando una carcajada mientras posaba la mano en su prominente vientre-. ¿De qué hablas? ¿No ves en qué estado estoy?
Mónica se sintió incómoda al mirar su barriga tan grande, como si la imagen la hiriera por
dentro.
-No hablo de ti, sino de Pedro. Tú lo sabes perfectamente le espetó con dureza-. Pedro es la única esperanza.
-¡No, jamás! -respondió Luciana sin dudarlo, con la mirada encendida-. Si quieren involucrar a Pedro, es mejor que me maten primero.
-¡Increíble…! -bufó Mónica—. ¡No hay forma de razonar contigo!
Se dio la vuelta para tomar a Clara de la mano:
–Vámonos, mamá. No vale la pena hablar con alguien tan inhumano.
-¿Inhumana? -repitió Luciana, entre indignada y sorprendida-. Mi “adorada hermana“, créeme que no me comparo contigo en sangre fría. Si se reparten medallas al egoísmo, ¿quién crees que la ganaría?
Mónica ni siquiera tuvo oportunidad de replicar, porque Luciana no le dio el menor respiro:
-No solo eres fría; eres egoísta y malintencionada. ¿Quieres que enumeremos todo lo hecho?
que
has
-¡Cállate! -estalló Mónica, presa de pánico. Alejandro estaba presente y, si Luciana revelaba ciertos secretos, arruinaría por completo la imagen que él tenía de ella-. ¡No sigas! @
-Ah… -Mónica soltó de pronto un gemido ahogado, abrazándose el brazo donde tenía las quemaduras. Al instante, Alejandro se tensó.
-¡Mónica! -exclamó, preocupado, acercándose a sostenerla-. ¿Te duele la herida?
–
-Sí… —murmuró ella, apoyándose en él.
-No debiste venir. El doctor te advirtió que evitaras alterarte o estresarte; puede afectar la circulación de la sangre -refunfuñó Alejandro con el ceño fruncido-. Vámonos. Necesitas descansar en tu habitación.
–Haré lo que digas… -susurró Mónica, soltando un suspiro que buscaba compasión.
A un lado, Rosa contemplaba la escena con asombro. «¿Qué rayos está pasando?», se preguntaba. <«<Luciana sigue aquí, ¿y el señor Guzmán…? ¿Ni siquiera la voltea a ver?» Confundida, desvió la mirada hacia Luciana, esperando alguna reacción. Pero ella parecía inmutable, con la vista baja, como si aquello no le importara.
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Sin embargo, de pronto, Alejand
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