Capítulo 56
Sin embargo, el embarazo la hacía más propensa al sueño, y, a pesar de sus esfuerzos, Luciana terminó quedándose dormida.
A altas horas de la noche, Fernando llegó a Pomacollo. En el vestíbulo, encontró a Luciana. Recordó la imagen que ella había publicado en Ins, tomada desde ese mismo ángulo.
Luciana no llevaba mucho tiempo dormida, su cuerpo estaba acurrucado y su ceño ligeramente fruncido. Fernando, para no asustarla, se acercó con pasos silenciosos y se agachó frente a ella, debatiendo internamente si debía despertarla o no. Decidió que lo mejor era no hacerlo y, en su lugar, la tomó con cuidado en brazos para llevarla a una habitación.
Cuando Fernando la levantó, Luciana abrió los ojos. Fernando se congeló, sintiendo su corazón latir con fuerza. «¿Se enojaría?» Pero, para su sorpresa, escuchó a Luciana murmurar con voz
ronca:
-Fer…
Fernando se quedó inmóvil, una oleada de felicidad recorrió todo su cuerpo. Cuando habló, su voz temblaba de emoción.
-Soy yo, Luci, estoy aquí.
-Mm–respondió Luciana, cerrando los ojos nuevamente y acurrucándose confiada en su
pecho.
Fernando la llevó con cuidado hasta la habitación que había reservado y la recostó suavemente en la cama. Justo cuando estaba a punto de cubrirla con una manta, Luciana abrió los ojos de golpe, completamente alerta.
-¿Fernando? -Se sentó rápidamente y miró a su alrededor-. ¿Dónde estoy?
La distancia en su voz era evidente, como si ya no fuera la misma persona que se había recostado en su pecho minutos antes. Fernando sintió un golpe en el corazón, pero rápidamente se recompuso. Sabía que Luciana estaba enojada con él, pero el hecho de que, en su estado más vulnerable, aún lo llamara «<Fer» y se apoyara en él, le daba esperanza. Eso significaba que todavía había amor en su corazón, que sus sentimientos no habían desaparecido. Ahora, su misión era demostrarle que él había cambiado, que ahora era capaz de protegerla y estar a su lado.
Fernando intentó mantener un tono casual.
-Estoy aquí por negocios, tenía que atender a un cliente. ¿Y tú? ¿Por qué estabas durmiendo en el vestíbulo?
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-Ah–respondió Luciana, y de manera simple le explicó sobre la conferencia con su profesor.
Fernando asintió de inmediato. Entonces quédate aquí, descansa.
Luciana lo miró con desconfianza, levantando la cabeza rápidamente.
-No, no quiero.
Fernando vio su reacción, y no pudo evitar pensar que Luciana era como un pequeño caracol, que apenas él intentaba acercarse, se retraía rápidamente en su caparazón. Levantó las manos en señal de paz. 1
-Tranquila, no voy a hacer nada que te incomode. Después de tantos años de amistad, ¿no confías en mí?
Luciana se quedó en silencio.
–Afuera está muy frío -dijo Fernando con un tono suave y cálido.
Ella no dijo ni que sí ni que no, pero su estómago comenzó a rugir. Luciana se llevó las manos al vientre; sabía que solo el chocolate no era suficiente. Además, probablemente por el embarazo, tenía un antojo especial por la sopa de tortellini que no había podido comer, y la idea de eso la hacía sentir una inexplicable tristeza, casi hasta el punto de querer llorar. Fernando, que conocía cada uno de sus gestos, le preguntó suavemente:
-¿Tienes hambre?
—Sí… —Luciana apartó la mirada, murmurando con un poco de vergüenza.
Fernando sonrió.
-¿Qué te gustaría comer? Puedo pedir servicio a la habitación.
Luciana lamió sus labios, dudando un poco antes de responder:
-Sopa de tortellini, con un poco de picante…
-Con aceite picante y mucho cilantro -completó Fernando con ternura, recordando exactamente cómo le gustaba—. Lo tengo presente, nunca lo he olvidado. 2
Gracias —Ļuciana parpadeó, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido, a pesar de sí misma.
Fernando le dijo suavemente:
-Ve a darte un baño caliente, así entras en calor. Yo me encargo de hacer la llamada para pedir la sopa.
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Capítulo 56
-Está bien–respondió Luciana.
Fernando tomó el teléfono de la habitación y marcó la extensión interna.
-Hola, ¿pueden traer una sopa de tortellini a la habitación 602, por favor…? ¿Qué? ¿No hay más? ¿El chef ya se fue?
Desde el baño, Luciana escuchó la conversación. Quiso decirle a Fernando que no se preocupara, que no pasaba nada si no había sopa, pero ya se había quitado la ropa y no le resultaba conveniente salir a hablar. Así que no dijo nada.
Tras colgar, Fernando pensó un momento y decidió salir de la habitación. Sabía quería sopa de tortellini, y no se iba a quedar sin hacer nada.
que
Luciana
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