Capítulo 581
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Alejandro guardó silencio, sin saber qué responder. Era la primera vez que alguien lo enfrentaba con esa pregunta. Él había creído siempre que la devoción que sentía por Mariposita se transformó sin problemas en amor por Mónica…
-Piénsalo —le insistió Salvador-. O decides quedarte aferrado a esa memoria del pasado, o piensas en la vida que tienes ahora, en tu matrimonio presente, y en la posibilidad de construir un futuro hasta el final de tus días.
-Tss… -Alejandro soltó un sonido de desdén y dirigió a Salvador una mirada de fastidio-. ¿ De qué hablas? Ni siquiera sé qué pasará con Mónica, y mucho menos si Luciana y yo podremos seguir unidos. ¿Te burlas de mí?
-¿Te parece que me burlo? -Salvador le devolvió una mirada igual de incrédula—. Dime, ¿ has tratado alguna vez de conquistar a Luciana?
Ante eso, Alejandro se quedó cortado, sin saber qué contestar.
-Pues no, ¿verdad? -Salvador suspiró-. Entonces, ¿cómo pretendes que ella te corresponda? ¿Solo porque tienes dinero?
Alejandro se quedó callado. ¿Tan mal estaba? Además, tener recursos también era una ventaja, ¿o no?
-¡Eh! -Jacobo, que estaba junto a la mesa de billar, les hizo señas con la mano-. Ustedes parecen un par de chicas susurrando secretos. ¡Vengan a jugar!
-Allá voy -respondió Salvador. Se quitó el saco y se puso de pie. Antes de marcharse, miró a Alejandro-. Pretender llevarte a la mujer de tus sueños sin mover un dedo… ¿Qué queda entonces para todos los que de verdad lo intentan? Piénsalo.
¿Pensarlo? No hubo tiempo para eso. Al día siguiente, el señor Alejandro Guzmán voló al extranjero.
Mientras tanto, Luciana recibió la notificación de su reincorporación en el área médica. Regresó a su puesto y, aunque sus compañeros se comportaban aparentemente igual, ella percibía un trato más cercano, casi demasiado amable. Sabía a qué se debía: todos eran conscientes de la influencia que ejercía la familia Guzmán y querían llevar la fiesta en paz. Luciana, sin embargo, no prestó demasiada atención y continuó enfocada en su trabajo.
Un par de días después, en la reunión de la mañana, Delio anunció una excelente noticia:
-¡Nuestro equipo de cardiopulmonar ha ganado el Primer Premio Nacional de Ciencias Médicas!
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-¡Wow!
-¡Fantástico!
La oficina estalló en celebraciones. Luciana, que formaba parte del grupo, se alegró
enormemente.
Ignacio, con una sonrisa de oreja a oreja, conversaba con Delio:
-Esto hay que festejarlo a lo grande. Hace falta que todo el equipo lo disfrute y siga motivado.
Los demás colegas estuvieron de acuerdo de inmediato.
—¡Claro, jefe, es una gran idea!
-¿Dónde celebraremos? ¿Podría ser en Cozyroom?
-¿Creen que todos tengan el nivel de “don Guzmán” para darse ese lujo? ¿Luciana, qué dices?
Entre risas, Luciana no se inmutó.
-Lo que Delio y Ignacio dispongan está bien para mí.
-Basta de alboroto–Ignacio se cruzó de brazos-. Delio y yo lo discutiremos después. Ahora volvamos a la entrega de turnos.
Al finalizar la reunión, Delio llamó a Luciana a su oficina.
-¿Eh? ¿Pasa algo?
-Es sobre la celebración. Ignacio y yo pensamos invitar también al señor Guzmán -explicó Delio-. Al fin y al cabo, Grupo Guzmán fue el principal inversor de este proyecto, sin ese apoyo no habríamos tenido la financiación inicial para procedimientos y estudios.
Luciana comprendió de inmediato la razón, pero se sintió un poco incómoda. Delio notó su silencio y preguntó con cautela:
-¿Te resultará complicado? ¿Crees que le quitaría tiempo valioso?
-No, no es eso -respondió Luciana, sacudiendo la cabeza.
Conocía bien a Alejandro y sabía que no era de los que desprecian invitaciones como esa. Solo que, ¿debería ser ella quien lo llamara?
-Perfecto -dijo Delio, más tranquilo.