Capitulo 584
“¿Abajo? ¿Dónde abajo…?”
De pronto lo entendió y casi se atragantó. Se puso de pie de inmediato. ¿Alejandro estaba en la planta baja del restaurante? ¿En serio había venido?
Pasaron unos segundos sin que ella respondiera, y él continuó con un leve tono de desilusión:
-Si no bajas, subiré yo solo. ¿En qué salón están?
-¡No, esperal–replicó Luciana, reaccionando al fin-. Yo… ya bajo.
-De acuerdo, aqui te espero.
Sin avisar a nadie, Luciana salió del privado apresuradamente. Bajó las escaleras y, en la recepción, vio esa silueta inconfundible: alto, con porte elegante, y un aire de cansancio que no lograba opacar su atractivo.
—Luci… — la llamó él, esbozando una pequeña sonrisa que revelaba el desgaste del viaje.
-¿Por qué viniste? -preguntó ella, apurada y sorprendida, más que contenta.
Alejandro se sintió algo incómodo.
—¿No fuiste tú quien me invitó? ¿No debería estar aquí? ¿No te alegra?
—Yo no dije eso —contestó Luciana, aunque lo pensara—. Fuiste tú quien comentó que no podrías venir.
— “No lo aseguré” —-se defendió él con una sonrisa pícara—. Dije que “no era seguro”.
–
Luciana frunció el ceño. Si tanto le costaba llegar, ¿para qué aparecer de improviso en un evento que ni siquiera era tan importante? Aquello implicaba que tendría que actuar de nuevo como la esposa que todos creían que era. Ya era bastante con mantener esa fachada frente a Miguel; ¿era necesario replicarla fuera del hospital también?
—Alejandro, no tenías que… —empezó a decir, con la clara intención de sugerir que no hacía falta que subiera.
—¿Sí? —Él la miró, esperando su explicación.
-¡Luciana! —La voz de Ignacio interrumpió, haciéndola dar un respingo.
-¡Director…! —dijo ella, girándose con formalidad.
—¡Vaya, en verdad es el señor Guzmán! —exclamó Ignacio, genuinamente entusiasmado mientras se acercaba a saludarlo-. Lo vi de lejos y pensé que mi vista me estaba engañando.
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Capitulo 584
+25 BONO
—Señor Lancaster–respondió Alejandro, mostrándose cortés y amable-. Disculpe la tardanza. Estuve fuera de Muonio estos días y acabo de bajar del avión.
Por favor, señor Guzmán, no se disculpe. Para nosotros es un honor que haya podido venir.
Mientras los dos intercambiaban saludos, Luciana fruncía levemente el ceño.
-Director, ¿qué hace aquí abajo? -preguntó con cautela.
–Ah, me llamó la recepción para que moviera mi auto. Esta noche hay demasiados vehículos… -contestó Ignacio con ligereza, para luego volver su atención a Alejandro-. Señor Guzmán, ¿ subimos? El proyecto no habría sido posible sin su apoyo.
-Exagera usted -dijo Alejandro con modestia, siguiéndolo escaleras arriba.
Luciana, sin otra salida, suspiró y caminó detrás de ellos. Una vez en el salón privado, Ignacio condujo a Alejandro por un momento de conversación y presentaciones con varios miembros del equipo. De repente, él se dio cuenta de que Luciana no estaba a su lado y volteó a buscarla; ella había tomado asiento en una de las mesas.
-Bien, no lo entretengo más. Vaya con Luciana -comentó Ignacio con una sonrisa cómplice.
-Con su permiso -Alejandro inclinó la cabeza a modo de despedida y se dirigió hacia donde estaba ella.
-Señor Guzmán… -murmuró Rosa, poniéndose de pie rápidamente para cederle la silla, mientras le lanzaba una mirada anhelante.
-Hmm -fue toda la respuesta de Alejandro. Aparentemente, ni se percató de Rosa, pues su atención se centró únicamente en sentarse junto a Luciana.
Ella, por su parte, tampoco lo miró a él. Esa expresión airada la había visto antes; entendía que estaba molesta, y supuso el motivo.
Con aparente calma, le preguntó:
-¿Por qué no comes?
-¿Qué…?–Luciana lo fulminó con la mirada. ¿En serio fingía ignorar que estaba enfadada y que no deseaba hablarle? Al haber tanta gente alrededor, no podía desahogarse, así que retuvo su enojo-. ¿Qué voy a comer, si ya no hay nada en la mesa?
Alejandro dio un vistazo a los platos, extrañado. Había comida suficiente para varios… ¿O es que algo del menú no le agradaba?
-¿Qué te apetece? Puedo pedir otra…
-No quiero nada -lo cortó en seco-. No te molestes.