Capítulo 585
La frialdad de Luciana lo hizo sentir un pinchazo de decepción. Ya lo sospechaba; ella no parecía nada feliz de verlo. Aun así, había supuesto que tal vez, en el fondo, se alegraría de su llegada.
“Bueno, ¿y ahora qué?“, pensó, Con un brillo en los ojos, de pronto recordó algo. Se acercó al oído de Luciana y le murmuró en voz suave:
-¿Te quedaste con ganas de las costillas asadas que estabas comiendo hace un rato?
su‘ Eh?Luciana se quedó atónita. ¿Por qué sacaba ese tema de pronto? Sin embargo, su mirada y su gesto de tragar saliva lo delataron todo, confirmando que él había dado en el clavo,
-Ya veo–Alejandro sonrió con complicidad, Deja que te pida otra orden.
Se incorporó para hablar con el mesero y, mientras se alejaba, murmuró con un cierto aire divertido:
-Eres como una niña. No puedes quedarte sin tu trozo de carne sin enfadarte.
-¡Oye! -murmuró Luciana indignada, mirando cómo se alejaba-. ¿Cómo que “como una niña“? ¿Qué le pasa hoy?
Comenzaba a sentir algo extraño en él, como si hubiera retrocedido el tiempo a cuando estaban más cercanos. A los pocos minutos, el platillo llegó y Alejandro lo colocó cuidadosamente frente a ella, hablándole con un tono aún más gentil:
-Listo, todo tuyo. Por cierto, esta velada la pago yo.
-Alejandro… Luciana frunció el ceño, dudando si debía o no decirle algo allí mismo.
-¿Si?-replicó él.
Ella contuvo las palabras. Estaban rodeados de gente; no era el mejor momento para iniciar ese tipo de conversación, así que optó por dejarlo para después. Tomó el cuchillo y el tenedor y se concentró en las costillas.
Mientras las comía, la expresión de Alejandro se relajó por completo, como si toda la fatiga de los días anteriores hubiera desaparecido. Quizá a Luciana también le influyó la comida, porque, después de dos costillas, su humor se suavizó un poco. Aunque seguía distante, al menos ya no mostraba tanto enojo.
Notó
que Alejandro casi no había probado bocado, así que, con cortesía, le preguntó:
¿No tienes hambre?
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-Un poco…-él asintió-. Acabo de aterrizar y no tengo mucho apetito.
-Entonces pide algo sencillo -sugirió ella-. Aquí hacen muy buena paella de mariscos. ¿ Quieres que te pida una?
-Me parece bien.
Luciana se levantó para solicitar el platillo. En cuanto llegó, Alejandro probó un par de cucharadas. Se calentó un poco el cuerpo y, con eso, comenzó a sentirse mejor.
-Gracias.
—No agradezcas–respondió Luciana—. Al final, la cuenta la pagas tú. Yo solo dije un par de palabras.
Fue entonces cuando se percató de que él se había llevado la mano al estómago un par de veces. Nunca antes lo había visto hacer algo parecido. Su instinto médico entró en acción.
-¿Te duele el estómago? -preguntó con preocupación.
-Ah, ¿ya lo notaste? -sonrió con cierta ironía-. Vaya, Delio te ha enseñado bien. Tu ojo clínico es impecable.
-¿Es grave? -insistió ella, seria-. ¿Fuiste al médico? ¿Te has hecho exámenes? ¿Qué te dijeron?
-No me revisé ni lo necesito contestó con aparente desinterés. Solo es un malestar
menor. No es para tanto.
Luciana entendió que no quería profundizar en el tema, así que se quedó callada. Como doctora, ya había cumplido con advertirle; insistir de más no valía la pena, sobre todo tratándose de su relación actual.
Terminada la comida, algunos compañeros anunciaron que querían seguir la fiesta en un karaoke. Entonces Alejandro se acercó a Luciana y le preguntó:
-¿Quieres ir con ellos?
-Estoy cansada, prefiero regresar a casa.
-De acuerdo.
Él se aproximó a Ignacio y Delio para avisarles:
-Luciana se siente un poco fatigada. Creo que nos retiraremos. Pero por favor, diviértanse a gusto. Cuenten con que yo me encargo de los gastos.
-Señor Guzmán, ¡qué amable es! -exclamó Ignacio.
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–No hay problema, estamos entre amigos -respondió Alejandro-. Y ustedes no se preocupen, ya llevaré a Luciana con calma.
Excelente, entonces nos vemos añadió Delio, despidiéndose.
Una vez que todos se habían marchado, Alejandro volvió a donde estaba Luciana.
-Listo, ¿nos vamos?
Pero ella se mantenía sentada, sin moverse.
-Quiero hablar contigo -dijo con firmeza. (1)
-¿Ah, sí? -sonrió él y se sentó a su lado-. Te escucho.
Luciana respiró hondo. De no aclarar ciertas dudas, no descansaría aquella noche. (7)
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