Capítulo 587
Luciana
ya se encontraba en el último trimestre de embarazo y no le era posible viajar en avión, así que optó por el tren de alta velocidad para llegar a Reeton. Como estaría fuera una semana, llevaba bastante equipaje; por suerte, Delio había considerado su condición y le reservó un boleto en clase ejecutiva.
Una vez a bordo, mientras buscaba su asiento, se quedó mirando la maleta con cara de apuro. Necesitaba a alguien que la ayudara a acomodarla.
-Luciana… —una voz a sus espaldas le dio un ligero toque en el hombro.
Al voltear, vio a Fernando sonriéndole con amabilidad.
-Fer… -respondió ella, también sonriente.
-¿Esta maleta es tuya?
—Sí.
-Déjamela a mí.
Fernando enseguida se ofreció a levantarla y colocarla en el compartimento de equipaje.
-Gracias.
-No es nada.
Por casualidad, habían quedado en asientos contiguos, así que ambos se rieron de la
coincidencia.
-Voy a Reeton a un congreso médico–explicó Luciana-. ¿Tú viajas por trabajo?
-Sí -Fernando asintió―. Sigo con mi tratamiento, y el doctor Lorenzo me recomendó no manejar largas distancias.
Luciana ya conocía el tema de su depresión y supuso que no había necesidad de disimularlo más. Sin embargo, algo en las palabras de Fernando le hizo sospechar:
—¿Sabías que me enteré de tu situación médica?
-Claro. Y estoy agradecido por la compañía que me diste aquella noche -admitió él con una leve sonrisa.
Así que, efectivamente, Fernando sabía que Luciana estaba al tanto. Entonces ella pensó en
otra cosa:
-Fuiste tú quien habló con Alejandro para aclarar el malentendido, ¿verdad?
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-Sí -Fernando no lo negó—. Lamento lo que mis padres intentaron aquella vez… Espero que no haya afectado tu relación con él.
Aunque se había peleado con Alejandro, en ningún momento quiso aprovechar la situación, y mucho menos hacerle daño a Luciana. De hecho, sus palabras hirientes ese día buscaban que Alejandro valorara a su esposa. El carácter de Fernando era, sin duda, el de un caballero.
-Así que eras tú… —susurró Luciana, comprendiendo. Por eso Alejandro había terminado por enterarse de la verdad.
Sin embargo, no mencionó que, aunque el malentendido se aclarara, ella y Alejandro ya no tenían posibilidad de reconciliarse. Fernando lo intuyó de inmediato y le preguntó:
-¿Por qué él no te acompañó hasta aquí? Muonio y Reeton no están tan lejos. Si yo no manejo es por mi condición, pero él…
Luciana reaccionó con indiferencia.
-No soy una niña pequeña. No necesito que me lleven de la mano a cada lugar.
Fernando percibió que había algo más detrás de ese aire casual, pero no insistió. Luego de media hora, llegaron a la estación de Reeton. Fernando se adelantó, se encargó de la maleta de Luciana y la acompañó hasta el hotel.
Gracias por todo. Siento haberte dado tanto trabajo -dijo Luciana con cortesía.
-¿Por qué te disculpas conmigo? -replicó él, quitándole importancia.
Fernando la ayudó a subir la maleta hasta la puerta de la habitación, pero no entró.
-Estaré en Reeton por tres días. Si necesitas algo, llámame sin dudarlo.
-De acuerdo, gracias -respondió ella, con una sonrisa agradecida.
Luciana se sumergió de lleno en su trabajo. Como representante del Hospital Universitario UCM, tenía que exponer en el congreso y, además, tomar nota de las intervenciones de otros ponentes para después compartir la información con todo su equipo. No podía bajar la guardia en ningún detalle.
Cuando llegó a Reeton, el clima era bastante agradable; pero dos días después, en la madrugada, el viento comenzó a soplar con más fuerza. Hacia el mediodía, la temperatura descendió bruscamente y el cielo se tornó oscuro.
-Parece que va a nevar.
-Ya lo creo–comentaron varios de sus compañeros.
Luciana se sorprendió.
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-¿Tan pronto? Ni siquiera ha llegado diciembre…
—El clima anda muy inestable -alguien respondió con resignación.
Luciana frunció el ceño. Si empezaba a nevar, ¿qué haría? No había previsto un cambio tan repentino en el tiempo y solo traía ropa de otoño. Normalmente, no le habría prestado demasiada atención, pero ahora estaba embarazada. Tenía que cuidarse más.
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