Capítulo 588
Como suele
pasar, lo
que temes acaba sucediendo: esa misma noche, tras la última sesión del congreso, Luciana regresó al hotel sintiéndose mal. No paraba de estornudar, le goteaba la nariz y, al tocarse la frente, notó un leve calor.
-¿Fiebre? Vaya… -susurró, preocupada.
Siendo una mujer embarazada, no podía medicarse a la ligera. Preparó agua caliente, bebió todo lo que pudo y se cubrió con una manta, con la esperanza de que le bajara la fiebre sudando un poco. Poco a poco, se quedó dormida.
El teléfono estuvo vibrando un buen rato sin que ella se enterara…
***
Eran casi las seis de la tarde cuando Alejandro salió de la empresa, con intenciones de pasar por Serenity Haven. En la calle, ya caían suaves copos de nieve. Al subir al auto, recibió una llamada de Estancia Bosque del Verano.
-¿Sí?-contestó.
-Señor Guzmán, disculpe. En dos días tenemos el chequeo médico de Pedro. Recién llegó con nosotros y necesitamos la contraseña de su cuenta digital para agendar la cita.
Aquello era algo que Alejandro no manejaba.
-¿No se la pidieron a mi esposa?
—Sí, llamamos a la señora Guzmán, pero no nos contestó. Tal vez está ocupada.
-De acuerdo, yo lo reviso.
Colgó y marcó enseguida el número de Luciana, pero ella no respondió. Volvió a insistir y nada. Su ceño se frunció con disgusto.
-¿Qué le habrá pasado? A esta hora no puede estar todavía en una reunión… ¿se habrá quedado dormida?
La inquietud de Alejandro fue en aumento. Guardó el teléfono y se dirigió a Sergio:
-Averigua en qué hotel de Reeton se está hospedando Luciana. Y en este mismo momento,
pon rumbo a Reeton.
-¿Ahora mismo? -Sergio abrió los ojos sorprendido, pero no hizo preguntas y obedeció—. Claro, hermano.
Dieron la vuelta y se adentraron en la autopista para salir de la ciudad rumbo a Reeton.
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Capitulo 588
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-¡Acelera!
-Sí, señor.
Mientras el auto tomaba velocidad, Alejandro seguía marcando al número de Luciana. Finalmente, cuando estaban en plena carretera, ella contestó:
-¿Hola? —murmuró con voz apenas audible, congestionada y algo adormilada.
-¿Qué te pasa?-inquirió él, notando que sonaba extraña y mirando de reojo los copos de nieve cayendo afuera-. ¿Por qué hablas así?
—
-Luciana guardó silencio un instante-. ¿Necesitas algo? Estoy cansada. Si no es nada urgente, voy a colgar.
Y, sin más explicaciones, terminó la llamada. Alejandro se quedó mudo de la impresión.
-¿Es en serio? Solo intentaba preocuparme por ella, y así me lo paga… —murmuró. Pero al recordar la voz de Luciana, supo que no era normal-. Sin duda está enferma.
Resopló con ansiedad y volvió a dirigirse a Sergio:
-Consigue un médico en Reeton y que vaya inmediatamente al hotel de Luciana.
-Sí, hermano.
Mientras Alejandro urgía a Sergio a contactar un médico en Reeton, Luciana, en su habitación, volvió a escuchar el celular. Esta vez era Fernando.
-¿Sí?-contestó con voz débil antes de que él pudiera decir nada. Oye… no me siento bien. Creo que tengo fiebre. ¿Tienes tiempo para venir y ayudarme un rato?
-¿Te enfermaste? -inquirió Fernando, preocupado-. Claro que sí. Espérame, salgo enseguida. No te asustes, ¿de acuerdo?
-Está bien. Te espero -musitó Luciana, aliviada de no estar sola.
***
Menos de una hora después, Alejandro y Sergio entraron a toda velocidad en Reeton. Sergio había averiguado el nombre del hotel donde se hospedaba Luciana. Al llegar al pasillo frente a la habitación, se encontraron con alguien parado en la puerta: era Fernando, sosteniendo una bolsa.
-Señor Domínguez -saludó Alejandro con frialdad, oscureciendo aún más su semblante.
-Señor Guzmán -respondió Fernando, sorprendido de verlo ahí. Recordaba bien su enfrentamiento en el campo de golf de Bahía Serena, cuando intercambiaron golpes y él había
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dicho: “A partir de ahora, soy yo quien cuidará de Luciana.”
