Capítulo 591
Una vez tras la puerta, se inclinó contra el lavabo, empapado en sudor y con las venas latiendo furiosas. Solo pensar en Luciana tan vulnerable en sus brazos le hacía hervir la sangre.
-Alejandro… ¡qué animal eres! -se reprochó, golpeando el espejo con la mirada-. Ella está enferma y aún así…
Después de media hora, regresó. Para entonces el hotel ya había llevado los paquetes de hielo y la miel que solicitó. Alejandro colocó cuidadosamente una bolsa de hielo en la frente de Luciana y, con una cuchara, empezó a darle la bebida caliente sorbo a sorbo.
Enferma, Luciana se mostraba más dócil de lo normal. Bebía sin protestar, colaboraba para las compresas de alcohol… Lo que la hacía mejorar, sin embargo, agotaba a Alejandro. Pero su dedicación surtía efecto. Hacia la mitad de la noche, Luciana ya no se sentía tan mal y se quedó dormida, recostada contra las almohadas. Sus pestañas, húmedas por algunas lágrimas de fiebre, le daban un aire frágil.
Alejandro, por fin, pudo respirar hondo y sentarse junto a ella sin apartar la mirada. No quiso descuidarla: cada media hora le verificaba la temperatura, la despertaba para que bebiera líquidos y le cambiaba los paños fríos. Poco a poco, la fiebre dejó de subir y la noche fue pasando hasta que casi amaneció.
Él no había pegado un ojo, pero no sentía sueño ni agotamiento. Solo la observaba con una intensidad profunda. Se alegraba de haber acudido a tiempo; de lo contrario, quizá Fernando se habría quedado en su lugar y habría sido él quien cuidara a Luciana toda la noche… Imaginárselo le revolvía el estómago.
Alrededor de las siete, sonó una alarma: el despertador de Luciana.
-¿Mmm…? -ella abrió los ojos, sintiéndose más descansada que antes: la congestión había disminuido y la cabeza ya no le pesaba tanto. Intentó incorporarse.
-¿Qué haces?
-se apresuró Alejandro a sujetarla-. ¿Por qué te levantas tan rápido? Aún estás débil, descansa un poco más.
Luciana se quedó en silencio, mirándolo con expresión aturdida. ¿De verdad él había cuidado de ella toda la noche? Aunque se sentía febril y confusa, no había perdido la memoria. Todo lo ocurrido la noche anterior seguía muy claro en su cabeza.
-Gracias por todo -susurró, con la voz algo ronca.
¿Te duele la garganta? Espera un momento -respondió Alejandro, tomando el termo que descansaba junto a la cama y acercándoselo a los labios-. Es agua con miel, muy suave y a la temperatura justa. Bebe un poco.
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Capítulo 591
+25 BONOS
Luciana sentía la boca seca, así que tomó varios sorbos. Luego negó con la cabeza.
-Ya no quiero más dijo, y lo miró con cierta inquietud. ¿Podrías… salir un momento?
-¿Hm? -Alejandro frunció el ceño. Su gesto evidenciaba incomodidad. ¿Acaso lo estaba echando después de haberla cuidado toda la noche?
-No es eso se apresuró a explicar-. Solo que… necesito levantarme y… bueno, así como estoy vestida no me siento cómoda si te quedas.
En efecto, estaba prácticamente en ropa interior, y levantarse así frente a él resultaba embarazoso dada su situación actual. Alejandro pensó en protestar -después de todo, la noche anterior la había visto y, además, la había atendido-, pero entendía que la relación de
ambos era tensa.
-De acuerdo… -murmuró, tragando saliva. Se puso de pie y caminó hacia la salida-. Regreso en diez minutos.
Salió sin echarle llave a la puerta. Exactamente al cumplirse los diez minutos, volvió y encontró a Luciana ya vestida. Notó que ella se había puesto ropa de calle.
-¿Piensas salir?
—Sí. El congreso no ha terminado -explicó Luciana, mientras se recogía el cabello.
-No vayas -replicó Alejandro, tomando su mano con suavidad para hacerla sentar de nuevo –. Estás enferma, lo mejor es que no asistas hoy.
-Pero es mi trabajo -objetó ella-. Además, ya me siento mucho mejor.
—“¿Mejor?”, ¿en serio? –La examinó con el ceño fruncido, molesto y preocupado a la vez—. Si sales ahora, un simple soplo de viento podría llevarte volando.