Capítulo 594
Cuando ya estaban cerca del edificio donde vivía Luciana, ella fingió “despertar“.
-¿Ya casi llegamos?
-Si, falta poco–respondió Alejandro, un poco desilusionado de que su descanso hubiera sido tan corto-. Si quieres, sigue recostada. Te aviso cuando estemos.
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-No, mejor no contestó ella. Tomó su celular y llamó a alguien. ¿Marti? Hola, soy yo. Sí, ya volví, ¿Podrías esperarme en la esquina de mi calle? Con la nieve me da miedo resbalar… Perfecto.
Alejandro escuchó todo, y su semblante se ensombreció poco a poco. Luciana ya tenía resuelto quién la recogería, dejando claro que no necesitaba más ayuda de él.
Al doblar en la calle, se divisaba el edificio donde vivía Luciana.
-Bájame por aquí, por favor -pidió ella, volviéndose hacia Alejandro con una leve sonrisa—. Gracias por todo. Ya llegó Marti a buscarme, así que me bajo. (2)
-De acuerdo -respondió él, sintiendo un amargo nudo en la garganta.
Del otro lado de la calle, Martina vestía un abrigo rojo y llegó corriendo con un aire juguetón.
—¡Luciana! —exclamó―, ¡Quietecita ahí! No te vayas a lastimar, que traes a nuestro bebito. ¡ Hola, bebé, la tía ya llegó por ti!
Al oírla, Luciana no pudo reprimir una sonrisa. Se quedó en su sitio, esperando con cuidado.
-Bebé, obedecemos a la tía, ¿verdad?
Dentro del auto, Alejandro no puso en marcha de inmediato. Se quedó mirando cómo Martina sostenía a Luciana del brazo y la ayudaba a avanzar con paso firme hasta entrar en el complejo de apartamentos. Cuando se perdieron de vista, él siguió sin decir nada.
Sergio, sentado al volante, vio la escena con preocupación. Podía notar que Alejandro no era indiferente a Luciana; sin embargo, su actitud terca solo complicaba más las cosas.
Justo entonces, el teléfono de Alejandro vibró. Con el ceño fruncido, vio la pantalla y contestó:
-¿Abuelo?
-Ven a verme, muchacho.
-Sí, abuelo.
***
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Llamada de Felipe
Al recibir la información de Felipe, Alejandro se dirigió de inmediato al hospital universitario ( el “área de internamiento” o “adjunto a la clinica“). Tenia miedo de que algo le hubiera pasado a su abuelo, pero al entrar a la habitación, vio que Miguel se veía bien.
Respird aliviado y bromed:
Abuelo? ¿Me extrañaba tanto que me llamó de emergencia?
Miguel lo miró sin una pizca de humor.
Abuelo… –repitió Alejandro, notando la tensión –. ¿Qué pasó?
Felipe, que estaba al lado, se limitó a negar con la cabeza y a la vez asentir. Alejandro comprendió al instante: quizá Miguel había descubierto la situación de su matrimonio con Luciana, algo que llevaban tiempo intentando disimular.
-El abuelo no està tan enfermo como para no darse cuenta–pensó-. Hemos estirado esto demasiado
Miguel contempló a su nieto con una mirada severa.
Espera a Luciana. Hablaremos cuando los dos estén aquí.
Un escalofrio le recorrió la espalda a Alejandro. ¿También Luciana vendría? Era evidente que el abuelo habia organizado esto para reunirlos. De pronto, alguien llamó a la puerta.
Adelante–dijo Felipe.
Luciana asomó la cabeza y entró.
Abuelo, me llamó tan de repente… ¿Se siente mal? -Había corrido desde su apartamento en cuanto recibió la llamada de Miguel, con la misma inquietud que Alejandro.
Al verlo alli, su corazón dio un vuelco, presa de la misma duda e incertidumbre.
-Lucila saludó Miguel con afecto, haciéndole señas para que se acercara-. Ven, siêéntate aqui junto al abuelo.
-Claro–respondió ella. Alejandro, atento, le acercó la silla.
Cuidado, ve con calma –le dijo él con la misma preocupación de siempre.
Gracias–respondió Luciana con una sonrisa cortés, aunque se notaba cierta frialdad en su
trato.
Miguel observó la escena con un gesto serio. “Vaya, estos dos siguen creyendo que pueden
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mantenerme engañado“, pensó con un dejo de burla.
–Alex… -dijo de pronto, dirigiéndose a su nieto.
—Sí, abuelo –contestó Alejandro poniéndose firme al instante.
Miguel respiró hondo, como si estuviera reuniendo valor, antes de hablar:
-Ustedes dos… si ya no encuentran la manera de vivir juntos, es mejor que se divorcien.
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