Capítulo 599
-¿Luciana? -preguntó él con preocupación, y se levantó de inmediato para sostenerla con cuidado. ¿Te sientes mal?
Luciana no respondió; tenía el ceño fruncido, como si sufriera un mareo repentino que le hacía perder la noción de dónde estaba.
-¿Luciana? Dime algo insistió él, visiblemente asustado.
–Dame… un minuto… se me pasará -musitó ella, aún con los ojos cerrados.
-¿Un minuto? -repitió Alejandro-. ¡No pienso quedarme esperando a ver cómo sigues!
Sin más, pasó un brazo bajo sus piernas y la alzó en vilo.
-Nos vamos al hospital.
Luciana estaba demasiado aturdida para objetar, y Alejandro no quiso escucharla de todas formas. Condujo directamente a la clínica privada de maternidad. No tenían cita previa, pero por suerte la doctora Alondra estaba de guardia nocturna.
Mientras Luciana se recostaba en la camilla de la sala de exámenes, la doctora recibió a Alejandro con una mirada de reproche.
-Vaya, señor Guzmán, qué sorprendente que hoy tenga tiempo de venir.
La actitud de Alondra era claramente rencorosa. Alejandro recordó que, días atrás, ella lo había llamado, pero él -sumido en su distanciamiento con Luciana- no contestó por su mal humor.
Aun así, decidió mantener la calma.
-Doctora Alondra, discúlpeme por no atenderla aquella vez.
-No es a mí a quien debe disculparse–respondió con frialdad—, sino a su esposa… y a su bebé.
Aquellas palabras lo dejaron perplejo.
-¿Perdón? Explíquese con claridad, por favor.
-No tengo problema en ser directa -respondió ella con un suspiro y sacó un fajo de papeles de un cajón. Estos son los resultados de unos exámenes que realicé la vez anterior. Como usted no vino, preferí no mostrárselos a la señora Guzmán; ella misma, siendo doctora, los hubiera entendido sin problema.
Hizo una pausa y señaló los informes para recalcar su importancia. Alejandro tragó saliva y los revisó hoja por hoja. Aunque no era médico, sabía interpretar los valores principales… y, según
1/2
+25 BONOS
Capitulo 599
aquello, los indicadores de Luciana estaban fuera de lo normal.
-¿Cómo es posible…? -murmuró con incredulidad, alzando la mirada. Había atisbos de angustia y enojo, pero sobre todo negación-. Usted dijo que, con buen cuidado, nada malo sucedería.
–Eso dije, en teoría –concedió la doctora-. Pero la teoría no siempre coincide con la realidad. Y, además… –lo miró con gesto serio-. “Buen cuidado” no significa solo alimentarla bien o pagarle un lugar cómodo. También se refiere a su estabilidad emocional, a su tranquilidad. ¿Se ha preocupado realmente por esa parte, señor Guzmán?
El tono era mordaz. Un claro reclamo: “¿De qué sirve la ayuda material si ni siquiera contestas las llamadas urgentes de su doctora?“. Alejandro se quedó sin palabras. Sabía que era su error.
-Entonces… -dijo al fin con la voz tensa-. ¿Qué debemos hacer ahora?
-¿Qué hacer? -repitió la doctora Alondra, guardando silencio un par de segundos. Como médica, la respuesta que debía dar tampoco le resultaba fácil-. ¿Tiene mucha prisa por…” continuar su linaje“?
-¿Qué? -inquirió Alejandro, frunciendo el ceño con confusión.
-Si no tiene prisa, podrían intentarlo más adelante. Ustedes son jóvenes y tendrán más oportunidades de tener hijos.
La peor posibilidad acababa de asomar. Alejandro cerró los ojos con fuerza, como si le doliera el alma.
-¿De verdad no hay otra alternativa? ¿Debe ser así a la fuerza?
–Señor Guzmán, su esposa también es doctora y ustedes comprenden que ningún médico se atreverá a decir la palabra “seguro” de manera absoluta -respondió Alondra con un suspiro de impotencia-. Solo puedo afirmar que, si continúa con este embarazo, es probable que el bebé no se vea muy afectado. Pero para la madre… -se interrumpió un instante, con gesto compasivo-, podría haber complicaciones serias: desde un parto difícil o riesgo de infertilidad, hasta… perder la vida en el peor de los casos.
2/2