Capítulo 261
Capítulo 261
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-¿Qué siento en realidad?
Alejandro se quedó atónito. Su mente vagaba entre pensamientos
confusos, como si algo estuviera a punto de emerger.
Salvador señaló hacia él con tranquilidad.
-Dices que quieres lo mejor para Luciana, pero no soportas verla cerca de otro hombre. Una sola palabra o mirada de ella puede ponerte de cabeza. Así que dime, ¿qué sientes en realidad?
Alejandro permaneció en silencio. Su garganta se movió mientras tragaba saliva, pero no respondió.
Vamos dijo Salvador, alejándolo del área de baile. Lo llevó a una mesa y le sirvió un vaso de agua- Hueles a puro alcohol. Toma un poco
de agua fría para calmarte.
Alejandro tomó el vaso, pero solo lo sostuvo entre las manos. No bebió.
Entendía las palabras de su amigo.
Le gustaba Luciana.
Si no le gustara al menos un poco, ¿cómo habría aceptado su pasado y al niño que esperaba? ¿ Cómo habría considerado casarse con ella?
Cerró los ojos con fuerza y habló en un tono bajo y ronco:
-Pensé que, comparado con la responsabilidad, el gusto por alguien no era tan importante.
-Eso depende de cuánto te guste -respondió Salvador, balanceando su copa de vino con aire despreocupado-. Si es un gusto pasajero, con el tiempo se desvanece. No vale la pena abandonar tus responsabilidades por algo así. Pero dime, ¿lo que sientes por Luciana es pasajero?
Alejandro frunció el ceño profundamente y guardó silencio por un largo rato.
-Piensa bien las cosas —dijo Salvador, tomando un sorbo de vino y chasqueando la lengua—. Si sigues en este estado, solo conseguirás que tú, Luciana y Mónica sufran.
¿En serio? ¿De verdad sería así?
Alejandro pensó tanto que su cabeza comenzó a doler. Sin previo aviso, arrebató la copa de Salvador y se la bebió de un trago.
-¡Te dije que no tomaras más! -protestó Salvador, moviendo la cabeza con resignación-. Por cierto, ¿ya averiguaste quién estuvo detrás de lo que pasó aquella noche en el Hotel Real?
Alejandro se recargó en la silla y negó con la cabeza.
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Capitulo 261
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-Solo sé que es alguien que vino desde Canadá.
-¿Canadá? -Salvador levantó una ceja, intrigado. ¿Acaso la familia Guzmán tiene algún enemigo por allá?
-No lo sé–respondió Alejandro-. Ya le pregunté a mi abuelo, pero tampoco tiene idea.
-Vaya… -Salvador dejó escapar una risa sarcástica-. Sea como sea, si antes no había problemas, ahora seguro que los hay.
Si no hubiera sido por esa persona, Alejandro no habría caído en la trampa ni se habría enredado con Mónica.
Ahora, probablemente estaría siguiendo el plan de Miguel, casándose con Luciana, su prometida de toda la vida, y todo sería perfecto.
***
A las nueve de la mañana, Luciana bajó las escaleras.
Ricardo había estacionado el auto al otro lado de la calle. Al verla salir, agitó la mano para
llamar su atención.
-¡Luciana!
Ella respondió con un asentimiento y cruzó la calle para subirse al auto.
El vehículo arrancó en dirección al Sanatorio Cerro Verde. Hoy iban juntos a visitar a Pedro.
Ricardo había cumplido su palabra: Luciana asistió a su cumpleaños, y él se haría cargo de los gastos de Pedro en el Instituto Wells.
Mientras conducía, Ricardo señaló el asiento trasero.
-Compré algunas cosas para Pedro, comida, ropa, cosas que podría necesitar. Cuando tengas tiempo, vamos juntos. Yo no soy muy bueno escogiendo este tipo de cosas.
Luciana asintió. Agradecía el gesto por Pedro, pero no podía evitar preguntarse por qué Ricardo parecía haber cambiado tan de repente.
Cuando llegaron y vieron a Pedro, el joven estaba emocionado. Tomó la mano de Luciana y le mostró el modelo de avión que había terminado de armar.
-¡Mira, Luciana!
-¡Pedro es muy listo! -exclamó Ricardo, impresionado, mientras miraba a su hija—. Cuando lo compré, el encargado de la tienda me dijo que incluso un adulto, dedicándole todo su tiempo, tardaría al menos dos semanas en armarlo.
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Capitulo 261
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¿Y Pedro lo había terminado en solo unos días?
Ricardo empezaba a entender por qué el Instituto Wells había puesto sus ojos en Pedro.
-Buen chico -dijo, mirando a Pedro con orgullo. Sus ojos se humedecieron ligeramente. Este era su hijo, el niño que había tenido con Lucy, su esposa fallecida.
-¡Vamos a volarlo! -Pedro no prestaba atención a las emociones de los adultos. Tomó a Luciana de la mano y tiró de ella con entusiasmo-. ¡Vamos al césped!
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