Capítulo 617
Cuando apenas despuntaba el alba, Luciana ya se había levantado. Martina, aún medio dormida, entreabrió los ojos.
-¿Qué hora es?
-Todavía es muy temprano. -Luciana acarició su mejilla, suave y redondita—. Voy a desayunar con Pedro. Tú sigue descansando.
-Ah… -murmuró Martina, cerrando de nuevo los ojos con docilidad.
Luciana se vistió en silencio, salió de casa y tomó un auto rumbo a la Estancia Bosque del Verano. Al llegar, fue Balma quien le abrió la puerta.
-El joven Pedro está terminando de arreglarse–comentó Balma con una sonrisa—. Ni siquiera tuve que despertarlo; se levantó solito porque sabía que usted venía.
Mientras la conducía al interior, Balma añadió:
-Siéntese, por favor. Ya preparé el desayuno, enseguida se lo traigo.
-Gracias.
-No hay de qué, señora. Es un gusto atenderla.
Pedro apareció justo cuando Balma terminaba de acomodar la mesa.
-¡Hermana! -exclamó el chico, muy contento de verla. Sus ojos brillaban de entusiasmo cuando corrió a sentarse a su lado.
-Con cuidado -le advirtió Luciana, esbozando una sonrisa mientras le acercaba un cuenco humeante de sopa de mariscos-. Ya la enfrié un poco, pero igual ten cuidado de no quemarte.
–
Sí, no te preocupes, sé cuidarme -aseguró Pedro, muy obediente-. Tú también come, ¿eh?
-Claro que sí.
Ninguno de los dos se imaginaba que, a la misma hora, el timbre del departamento de Luciana resonaba con insistencia. Martina, somnolienta y en pijama, fue quien abrió. Al ver quién estaba allí, no pudo evitar abrir los ojos de par en par.
-¿Señor Guzmán? ¡Pero qué temprano… necesita algo?
Alejandro desvió la mirada apenas notó la pijama de Martina. Con un ademán leve, preguntó:
-¿Luciana ya se levantó?
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-Sí, ella se fue hace rato…
Antes de que Martina pudiera terminar la frase, él avanzó con total familiaridad y abrió el mueble para buscarse unas pantuflas.
-¿E–eh? -Martina lo miró atónita. ¿Acaso iba a entrar como si nada? Luciana no estaba en
casa.
-¡Señor Guzmán! Luciana salió… se fue.
La mano de Alejandro se detuvo a mitad de camino. Se enderezó y miró a Martina con gesto serio.
-¿A dónde?
-Pues… -Martina titubeó y enseguida pensó que Luciana podría molestarse si hablaba de más —. Creo que es mejor que se lo pregunte directamente a ella; si no, se va a enojar conmigo.
La explicación tenía sentido. Sin insistir, Alejandro tomó la bolsa que había traído y se dispuso a marcharse. Sin embargo, se detuvo, miró la bolsa y la dejó encima del zapatero.
-Es el desayuno. Quédatelo tú.
Lo había comprado considerando que Martina también estaba en casa.
-Gracias, señor…
La palabra “Guzmán” ni siquiera salió de sus labios; Alejandro ya estaba saliendo por el pasillo. Martina frunció un poco la nariz y cerró la puerta. Enseguida corrió de vuelta a la habitación, agarró su teléfono y marcó el número de Luciana.
-¿Sí?-contestó Luciana, sorprendida—. Vaya, ¿a estas horas ya despierta?
-Créeme que no es por gusto -replicó Martina, mientras abría el paquete de comida—. Alguien llegó con un desayuno lleno de cariño, pero cierto “alguien” no está en casa, así que me lo quedaré yo.
Luciana, que estaba bebiendo sopa, se detuvo a medio sorbo. Ya se imaginaba lo ocurrido. -¿Él apareció otra vez?
-Exacto. -Martina ya había abierto la bolsa por completo y, al ver el contenido, no pudo evitar exclamar-. ¡Wow! ¡Son desayunos de “Brisa de Primavera“! ¡Según sabía, no hacen entregas a domicilio! Pero claro, con el señor Alejandro todo es posible.
Luciana no compartía su entusiasmo; solo sentía un ligero dolor de cabeza.
-¿Qué quiere ahora?
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-¿En serio no es obvio? Quiere conquistarte. Su confesión de anoche no fue ningún juego.
Al colgar, Luciana frunció el entrecejo. ¿Hablaba en serio? Eso complicaba aún más las cosas… Suspiró y dejó el teléfono a un lado para continuar con su desayuno.
En ese momento, Balma entró con una bandeja de frutas y la colocó sobre la mesa.
-Señora, Pedro, aquí tienen fruta fresca para después del desayuno. 6
