Capítulo 623
Alejandro frunció levemente el ceño y, por un instante, en su mirada apareció un destello de inquietud.
-¿Acaso no te gustan las flores?
–
-Je. Luciana soltó un par de risitas, sin responder directamente. De forma repentina, soltó –: Hoy me encontré con Ricardo.
-¿Ricardo? -El semblante de Alejandro se tensó de golpe, y la observó con gravedad.
–
-Le dije que hablaré con Pedro sobre la donación de hígado. —Luciana esbozó una sonrisa fugaz-. Aquellas palabras que me dijiste el otro día, por duras que fueran, tenían algo de razón.
-Luciana, yo…
–
-Termina de escuchar lo interrumpió ella, manteniendo una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Pero le dejé muy claro que no puede reconocer a Pedro. Y eso mismo vengo a decirte: tú y tu familia tampoco deben contar nada.
-Para Pedro, él no es más que su “tío“, igual que siempre.
Al terminar, Luciana ladeó ligeramente el cuerpo, adoptando una postura de “hasta aquí llegamos“.
—Eso era todo. Te agradezco las molestias… ya conseguiste lo que querías. Puedes irte y darle la buena noticia a Mónica, para que se ponga contenta…
El aire pareció congelarse, como si hasta la nieve que caía a lo lejos se oyera con claridad. Luciana seguía sonriendo con frialdad y no lo apuró. Alejandro, sin apartar la vista de su rostro, mostró una mueca en los labios, como una risa contenida.
-¿Cuál se supone que es “mi objetivo“?
-Ya basta -replicó ella, dejando caer la sonrisa y mostrándose agotada-. No quiero seguir enredándome con tus asuntos. Vete y cuéntaselo a Mónica. Así estará feliz…
No pudo terminar la frase. Alejandro se acercó en un parpadeo.
-Te pregunto: ¿cuál es mi objetivo?
Luciana retrocedió con el corazón acelerado. ¿No había sido clara?
-Ale…
-Esa boca tuya no está hecha para hablar -murmuró él, sujetándole suavemente el mentón
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Capítulo 623
antes de inclinarse sobre ella. La intensidad de su presencia la envolvió.
-Mmm…
Al siguiente segundo, la besó. Fue un beso profundo, urgente, como si quisiera dejar claro cada sentimiento atorado en su interior. Luciana abrió los ojos con sorpresa y alzó los brazos, intentando apartarlo. Cuanto más se resistía, más insistía él. Cansada, optó por rendirse, convencida de que no haría nada contra alguien que estaba en la recta final de un embarazo. En efecto, Alejandro se detuvo al darse cuenta de que ella permanecía inerte, sin responderle.
Al contemplarla así, dejó escapar un dolor punzante. Eso no era lo que él deseaba. Un beso debía ser un acto de amor, de verdadero afecto. Sin embargo, Luciana actuaba como si la estuvieran castigando.
-No confías en mí -dijo él con voz queda.
Sabía que ella seguía creyendo que toda esa “atención” solo era para forzarla a donar su hígado.
-Veo que no tengo ninguna credibilidad ante tus ojos.
Deslizó sus manos y la soltó poco a poco.
-Creo… que no me siento bien. No cenaré contigo hoy.
Retrocedió un par de pasos y se dirigió a la puerta. Justo antes de salir, se detuvo sin voltear a
verla.
-El significado de la rosa blanca es “estoy dispuesto a todo por ti“. Te las he estado trayendo porque quiero, no por nadie más. Pero, si de verdad no te gustan, dejaré de hacerlo.
Tras esas palabras, se calzó y salió, cerrando la puerta con un suave clic. Luciana se quedó quieta, sintiendo un vacío en el pecho. “¿No se siente bien?“, pensó. ¿Era algo emocional o físico? Sacudió la cabeza casi de inmediato. Fuera lo que fuera, no era su problema. Él tenía a otras personas que lo cuidaran… ¿o no?
Mientras tanto, en la entrada del departamento, Alejandro cerró la puerta y se inclinó ligeramente, presionándose el estómago con la mano. Un dolor agudo le atravesaba el vientre. Parecía un dolor de gastritis, de esos que aparecen cada vez que algo lo estresaba. Sentía que por dentro le ardía.
***
Al día siguiente, Luciana se presentó temprano en el hospital anexo. Había acordado con Ricardo hacerle un chequeo preliminar a Pedro. Primero necesitaban ver si la compatibilidad era adecuada y, segundo, confirmar si la condición de Pedro lo hacía candidato apto para la donación.