Capítulo 633
—¿Eh? —murmuró, mirando su celular. ¿Entonces no es aquí?
De pronto, sintió que quizá lo había malinterpretado todo. Enzo le sonrió con cortesía, como si quisiera mostrar que no deseaba problemas, y eso llevó a Alejandro a preguntarse de dónde había salido ese hombre.
-¿Será un contacto nuevo de Luciana? ¿Qué relación tienen?
En ese momento, Luciana salió con una compañera.
-Señor Enzo Hernández, ella es la persona de la que le hablé.
-Encantado–respondió Enzo en un francés vacilante, pero suficiente para sostener una pequeña charla. Después de intercambiar unas palabras, él y la estudiante entraron de nuevo al Mirador, mientras Luciana se quedó afuera. Alejandro lo comprendió al fin: Luciana solo estaba haciendo de intermediaria, ayudando a Enzo a contactar a su traductora. Su “misión” había terminado y ahora se disponía a dirigirse a Windy Vista.
Sintiendo culpa por su arrebato, Alejandro siguió a Luciana en silencio, esperando encontrar el momento de disculparse. La oportunidad llegó en el elevador. Apenas se cerraron las puertas, Alejandro le sujetó la mano con delicadeza.
-Fui un tonto… Lo siento. Estaba demasiado nervioso por ti. Me puse celoso al verlo ayudarte.
-¿Celoso? -repitió Luciana, a la vez harta y divertida- ¿Celoso de qué? Soy una mujer con varios meses de embarazo. ¿Quién se fijaría en mí?
-¿Cómo que quién? -respondió Alejandro con firmeza-. Cuando nos casamos, también estabas esperando un bebé, y eso no me detuvo.
Tenía razón; no mentía.
-Mira, si alguien está realmente enamorado, ni siquiera los reyes dudan en casarse con una viuda, una cuñada… jo incluso con la prometida de su hijo! Que estés embarazada no significa nada.
Luciana se quedó atónita al escucharlo. Su corazón comenzó a latir con fuerza, más que si le hubiese dicho “te quiero.” Aquellas palabras tenían un peso enorme.
-¿De qué hablas? -murmuró, mordiéndose el labio inferior antes de soltar su mano.
Justo en ese instante, el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Sin pensarlo dos veces, Luciana salió de prisa. Un segundo más ahí dentro y temía que él notara su agitación.
Como se trataba de un reencuentro de excompañeros, el lugar estaba lleno de gente. Desde la
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entrada de Windy Vista podía verse el bullicio en el interior. Luciana se volvió hacia Alejandro, con el ceño fruncido.
-Será mejor que no entres. Aquí no eres bienvenido.
—¿Por qué no? -preguntó Alejandro, arqueando las cejas sin inmutarse-. Ese día contestaste la llamada, tu compañero dijo que podíamos llevar acompañantes, ¿no?
que
Luciana no supo qué responder en ese momento.
—Luciana… —Una voz femenina interrumpió la tensión. Era Rosa, que salió para saludarla con entusiasmo—. ¡Qué bueno que llegaron!
Rosa era una de las compañeras más cercanas a Luciana. Al ver a Alejandro, su rostro se encendió ligeramente.
Señor Guzmán, también está aquí. Bienvenidos, pasen por favor.
La invitación incluía a Luciana y, de paso, a Alejandro, quien asintió y, de modo natural, entró con ellas. Apenas cruzó la puerta, se convirtió en el centro de atención. Originalmente, no estaba contemplado llevar familiares o parejas, pero… ¿quién iba a negarle el paso al señor Guzmán? Era una figura de altísimo perfil, y muchos lo veían como una gran oportunidad para hacer contactos. Por eso, aquel compañero de Luciana se atrevió a invitarlo en cuanto supo quién era.
Así pues, la reunión se transformó en un evento con acompañantes.
¡Señor Guzmán, qué gusto!
-Encantada de conocerlo, señor Guzmán.
Varios excompañeros, hombres y mujeres, rodearon de inmediato a Alejandro, ansiosos por entablar conversación. Él empezaba a sentirse agobiado por tantas voces, pero como se trataba de los amigos de Luciana, no tenía más opción que responder con cortesía.
-Mucho gusto… -decía, con una sonrisa educada, mientras por dentro deseaba un respiro.
Luciana observó la escena desde lejos, sin intención de intervenir; después de todo, había sido él quien quiso venir. No pensaba rescatarlo si estaba aburrido.
Tomó asiento en un rincón más tranquilo, al lado de Rosa, quien no quitaba la vista de Alejandro.
-Mira, allá le están ofreciendo un trago tras otro -murmuró Rosa con ligera preocupación.
-Ajá–contestó Luciana, con frialdad, sin mirar.
-Ay… -Rosa chasqueó la lengua-. No hace ni el intento de rechazar. Está bebiendo todo lo
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que le sirven…
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