Capítulo 638
+25 BONUS
Eh… está bien
aceptó Juan, desconcertado, aunque no atrevió a objetar. Si hasta Alejandro obedecia a
Luciana, ¿qué podía hacer él?
Cuando aparcaron, Luciana cerró los ojos un instante y luego amunció:
-Sueltame, necesito bajar un segundo.
Alejandro se lo tomó a mal, afertándose a ella como un pulpo, hundiendo el rostro en su cuello
—Me siento fatal…
Luciana se llevó una mano a la frente, sintiendo un dolor de cabeza inminente. Notaba que la palidez de Alejandro había aumentado y hasta sudaba frío. Era obvio que no fingia.
-No voy a marcharme–le dijo con firmeza-. Solo quiero comprarte algo para el dolor y vuelvo enseguida.
-Que vaya Juan -protestó Alejandro. (1)
-No serviría de nada -respondió Luciana, negando con la cabeza-. Él no sabe exactamente qué medicamento necesito.
Después de darle un vistazo para evaluar su estado, se dispuso a preguntarle:
–A ver, describe tu molestia. ¿Te duele con el estómago vacío o cuando ya has comido? ¿Es una punzada o una sensación de ardor?
-Cuando como–contestó él con sinceridad. Siento como una presión y, a veces, un ardor insoportable.
-Entendido -murmuró Luciana—. Bajo por el medicamento.
Alejandro, temeroso de que ella se fuera sin más, ordenó:
-Juan, ve con ella.
-Claro, hermano–asintió Juan.
A mitad de la cuadra había una farmacia, justo por eso Luciana había pedido detenerse allí. Al entrar, ella le explicó al farmacéutico la situación:
-Con gusto, un momento -dijo la persona al otro lado del mostrador.
-Luciana… -musitó Juan, casi dudando, mientras esperaba-. Mira, Alejandro en verdad… si te quiere.
¿Ah, sí? -respondió Luciana, alzando una ceja con escepticismo. Que Juan defendiera a Alejandro no era raro; al fin y al cabo, trabajaba para él.
Al ver que ella no se creía nada, Juan se agitó un poco.
-¡Te lo juro! Este problema de su estómago empezó por ti.
-¿Por mí? -repitió Luciana, desconcertada.
Si afirmó Juan, asintiendo con insistencia-. Desde aquello con Fernando, Alejandro casi no para de beber y fumar. Y cuando surgió lo del divorcio, se intensificó más. En serio, como si viviera a base de cigarrillos y alcohol. ¿ Cómo no se le iba a dañar el estómago con tanto exceso?
Luciana frunció el ceño y guardó silencio unos segundos antes de negar con la cabeza.
-Eso es lo que tú piensas. Hasta donde só, Mónica sigue testable, y debe de estar muy preocupado por ella Dudo que yo sea la causa.
Juan se mordió los labios sin saber qué decir.
Su… su medicina está lista -interrumpió el farmacéutico, ofreciendo la bolsa con los productos
-Gracias–contesto Luciana. Luego le pidió a Juan–Porias comprar algo de agua tibia?
-Claro aceptó él, saliendo con rapidez.
Al volver al auto, Luciana le dio los medicamentos y el agua Alejandro. El, pese a su malestar, la miró fijamente mientras obedecía y tragaba las pastillas. Los ojos se le iluminaban al verla. Al alzar la mirada, Luciana se encontró de pronto con esa expresión intensa.
-Luciana…
Alejandro aprovechó para tomarle la mano y inusitar con voz grave. Aunque digas que no me amas, al menos no me odias, ¿cierto? De lo contrario, no harías todo esto por mí.
-No es asi–contestó Luciana, soltándose de inmediato Soy doctora. Se trata de mi ética profesional. No puedo simplemente ignorar a un paciente. Eso es todo.
-Luciana…
Ella giró el cuerpo y abrió la puerta para bajar.
-Te aconsejo que vayas al hospital y te hagas un chequeo completo. -Y antes de que él pudiera insistir, descendió del auto.
Su departamento estaba cerca, así que con un par de pasos llegaría. Entre tanto, dentro del coche, Alejandro apretó los dientes y arrojó la botella de agua con un repentino arrebato. La tapa estaba mal cerrada y el líquido se escurrió por todas partes.
***
Mientras Luciana caminaba, recibió la llamada de Martina,
-¿Marti?
-Luci, ya salieron los resultados de los estudios de Pedro.
Al escuchar eso, Luciana se detuvo de golpe; sintió que el corazón se le subía a la garganta.
-¿Y… qué dicen?
-Pues… son compatibles.