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Capítulo 64
Capítulo 64
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Incluso Johan volteó, y su rostro cambió de inmediato al ver quién era. Con una sonrisa servil, dejó de lado su arrogancia anterior.
-Señor Guzmán, disculpe el espectáculo. Sólo es un pequeño malentendido, lo resolveré enseguida. Luego, urgió a Luciana-: ¿Qué esperas? ¡Rápido!
—Eh… —Luciana quedó atónita. Johan se refería a Alejandro. ¡Él también estaba aquí!
Antes de que pudiera levantar la copa de nuevo, Alejandro levantó la mano y señaló.
-Tú, ven aquí.
El corazón de Luciana dio un vuelco. ¿Se estaba refiriendo a ella?
-No mires a nadie más. —La voz profunda de Alejandro, con un toque de diversión, resonó en la sala-. Sí, a ti, ven aquí.
Todos los ojos se enfocaron en Luciana de nuevo. Con el rostro ardiendo de vergüenza, se quedó inmóvil. ¿Qué planeaba él?
El silencio se hizo incómodo.
Alejandro sonrió con desgano.
-¿Qué pasa, no entiendes lo que digo?
Johan, desesperado, le dio un leve empujón en la cintura a Luciana.
-¿Qué haces ahí parada? ¿No escuchaste que el señor Guzmán te llamó?
Tropezando ligeramente, Luciana se vio obligada a acercarse hasta donde estaba Alejandro.
–
-Señor Guzmán.
-Buenas.
Alejandro la miró con calma y, como si fuera lo más natural del mundo, dijo: Sírveme una copa.
Sin poder entender sus intenciones y bajo la atenta mirada de todos, Luciana no tuvo más remedio que obedecer. Tomó la botella del mesero.
-Permítame. —Se acercó más a Alejandro.
Esa noche, Luciana llevaba un vestido de la última colección de Chanel, con dos finos tirantes que dejaban al descubierto sus delicadas clavículas, insinuando su pecho. Alejandro tragó saliva y, de repente, le sujetó la muñeca, tirándola hacia abajo. Antes de que pudiera reaccionar, Luciana ya estaba sentada en su regazo.
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Capítulo 64
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-¿Se… Señor Guzmán?
Alejandro la sostuvo, tan cerca que casi rozaban mejilla con mejilla. En un susurro que solo ellos podían escuchar, le preguntó:
-Si no te hubiera llamado, ¿de verdad ibas a beber esa copa?
Luciana, con la boca entreabierta, guardó un silencio culpable.
¿Así que realmente iba a beberla? Alejandro se enfureció.
-¿Dónde está tu sentido común? ¿Acaso el alcohol es algo que puedes permitirte?
No esperaba que él estuviera tan molesto por eso, lo que la hizo sentirse un poco confundida. Sin embargo, no discutió:
-Fue mi error. —Aunque beber esa copa era su última opción, sabía no debía hacerlo.
Alejandro bajó la mirada hacia ella, apretando su brazo un poco más.
que,
estando embarazada,
-¿Quién te compró el vestido? Piénsalo bien antes de responderme, ¡y no te atrevas a mentirme!
¿Ah? Luciana se quedó perpleja, ¿cómo podía cambiar tan rápido de tema? Aturdida, respondió:
-Vicente. Fue para el cumpleaños de Martina, él compró los regalos, eran dos iguales.
Al escucharla, la expresión de Alejandro se suavizó visiblemente. Así que era eso, ceja y dijo:
levantó una
-¿Y tú eras el complemento?
Luciana asintió.
-Sí.
Alejandro se inclinó un poco más, susurrando casi en su oído.
-Entonces, ¿no llevas este complemento para seducir a otros hombres?
¿Qué clase de complemento es ese? ¡¿Tan costoso?! Luciana no sabía si reír o llorar, y no tenía tiempo para discutir. Negó con la cabeza:
-No, vine a ayudar al profesor Delio. Este patrocinio es muy importante para
él.
-Está bien, te perdono.
Luciana pensó: <<¿De dónde viene eso? ¿Por qué necesitaría su perdón?» Imaginando su tono,
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susurró:
-¿Puedo levantarme ya? -Intentó moverse un poco.
Pero Alejandro parecía no haberla escuchado, la rodeó con un solo brazo.
-No te muevas, cuidado que se caen.
«Se caen» se refería a: tú y el bebé.
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