Capítulo 642
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Cuando el cielo comenzó a clarear, por fin cayó en un sueño ligero. Sintió que apenas cerraba los ojos cuando el timbre de la puerta la despertó. 1
Aturdida y de mal humor por no haber descansado bien, farfulló:
-¿Quién es?—Intentó incorporarse en la cama, pero enseguida sintió un tirón tremendo en la pantorrilla–, ¡Ah!
Le dio un calambre. Como doctora, sabía que la solución era estirar la pierna de inmediato, pero con la barriga tan grande, no podía ni acomodarse bien.
-¡Ahhh! -gimió con lágrimas en los ojos, intentando alcanzar su tobillo sin lograrlo. Cualquier leve inclinación presionaba su vientre.
Mientras tanto, afuera, Alejandro, con el ceño fruncido, seguía tocando el timbre.
¿Por qué Luciana no abría la puerta? ¿Sería que estaba molesta y no pensaba dejarlo entrar?
No, por mucho que se enfadara, ella no lo ignoraría así si estaba ahí parado. ¿Se habría lastimado? ¿Algo grave? El pensamiento de una emergencia lo sobresaltó.
Empezó a golpear la puerta con fuerza.
-¡Luciana! ¡Luciana! -Ninguna respuesta.
¿Qué podía hacer?
Desesperado, corrió al apartamento contiguo y tocó el timbre.
-Disculpe, buenos días… -dijo cuando le abrieron-. Soy vecino de al lado y olvidé mis llaves. Mi esposa está adentro, pero no me abre. Está embarazada y me preocupa que algo malo le haya pasado… ¿Podría prestarme su balcón para pasar al mío?
La vecina, consciente de que vivía una mujer embarazada en ese apartamento, se mostró reticente pero terminó
cediendo.
-Está bien, pero es peligroso. Tenga mucho cuidado.
–Gracias, de verdad -respondió Alejandro, agradecido.
Luciana, por su parte, seguía retorciéndose en la cama, intentando inútilmente aliviar el calambre. El sudor frío le cubría la frente. Justo entonces, Alejandro apareció en el balcón de su departamento.
-¡Luciana!-gritó, golpeando el cristal de la puerta corrediza. Trató de abrirla, pero estaba con seguro.
Echó un vistazo alrededor y vio una maceta. Sin pensarlo dos veces, la levantó y la estrelló contra el vidrio.
-¡Pum!
-¡Crash!
El estrépito rompió el silencio, y las astillas cayeron por todos lados. Sin prestar atención a los cortes que pudieran hacerse en su piel, Alejandro se metió de un salto. Corrió hacia la habitación y vio a Luciana hecha un ovillo, sin fuerzas, con la cara pálida y empapada en sudor. 1
En ese instante, sintió como si el corazón se le detuviera.
-¡Luciana! -se lanzó a la cama y, con un solo movimiento, la rodeó con sus brazos, atrayéndola contra su pecho.
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Capítulo 642
-¿Q–qué pasa…? A… Alex… -balbuceó ella, sorprendida de verlo. Aunque en otra ocasión habría preguntado cómo demonios había entrado, no estaba en condiciones de reclamar nada.
Luciana apenas podía articular palabra; al verlo, sus ojos reflejaron un atisbo de esperanza.
-Me duele… la pierna izquierda… está… acalambrada…
-¿Cómo? -Alejandro se incorporó de inmediato, sujetándole la pierna-. ¿Aquí?
-Sí… -respondió ella con voz débil, intentando explicarle. Tienes que… jah!
Sin esperar más indicaciones, él tomó su tobillo y estiró la pierna con suavidad, pero con la firmeza suficiente
para aliviar el calambre. Luciana emitió un leve quejido cuando sintió la punzada más intensa, aunque después el músculo se relajó y la sensación de alivio la invadió por completo.
Soltando un suspiro, Luciana descansó su cabeza contra el pecho de Alejandro, dejándose llevar por el alivio.
-¿Ya no duele?
-Un poco… pero nada comparado con lo de antes–admitio.
Aun así, a Alejandro no le gustó cómo se veía. Decidió acomodarla sobre sus piernas para masajearle la pantorrilla. Su mano cálida envolvió la piel de Luciana, haciendo que ella tragara saliva con cierta incomodidad. Intento apartarse.
-¿Qué… qué hacés? ¡Bájame!
-No te muevas–advirtió él en un susurro.
Capitulo 643