Capítulo 650
Era un clip de cámara de seguridad, apenas unos segundos de duración, donde se veía a un hombre entrando a la habitación. Aunque la imagen no era muy nítida, en cuanto Luciana pausó el video, reconoció al instante a Alejandro.
Imposible confundirlo. Ellos habían compartido la experiencia más íntima que dos personas pueden vivir. Y ahora que repasaba mentalmente aquellos momentos, cada rasgo cada faceta física, cada fuerza desplegada, todo parecía encajar con la complexión de Alejandro. ¡Había estado frente a él mil veces sin notarlo! a
-Entonces… -murmuró, con el corazón al galope-. Esa misma mañana del día siguiente lo volví a ver. Él era el prometido con el que no deseaba comprometerme y yo, la novia que lo rechazaba sin imaginar la verdad…
Una risa sarcástica se le escapó, cargada de dolor e ironía:
-Claro. Era él. Justo él.
Recordó cómo Alejandro la había llegado a juzgar, insinuándole que llevaba una vida disipada. ¿Y quién había colaborado en ello? ¡Él mismo!
Sintió una amargura enorme mientras llevaba la mano a su vientre.
-Bebé… -susurró-, él es tu papá. 1
Recordó sus palabras: que cuidaría del bebé como si fuera suyo y que no se podía mencionar al padre biológico… cuando, irónicamente, él mismo resultó ser el padre. Entonces le vino a la mente lo que Mónica le había comentado antes del accidente: que sabía quién era aquel hombre de aquella noche.
Claro, ¿cómo no habría de saberlo? Si Mónica era la “novia” de Alejandro, lo más normal del mundo era que estuviera al tanto de sus itinerarios. Bastaba con hilar los lugares y las fechas para unir los cabos. Así que, en efecto, Mónica debió enterarse mucho antes de que el hombre de aquella noche era Alejandro… Su propio novio y la media hermana de Luciana habían tenido esa relación, aunque fuera accidental.
-Debe odiarme… -pensó Luciana con un dejo de frialdad. Pero ¿con qué derecho? Al final, fue ella quien me tendió esa trampa en el hotel, ¿no? Que se aguante.
Dejó escapar una risa en la que se mezclaban las lágrimas.
-El que es culpable de sus actos, paga el precio… A mí no me da la menor pena.
Buscó el celular, sintiendo un temblor en las manos. Quería marcarle a Alejandro, pero algo la detuvo de pronto. Se levantó bruscamente, se vistió, tomó sus cosas y salió del departamento.
Tan nerviosa estaba que ni siquiera esperó en la parada de autobús ni contempló el metro; pidió un taxi en cuanto pisó lavalle.
-Por favor, lléveme a la Torre de Grupo Guzmán.
El chofer asintió y, como aún no era hora pico, en menos de media hora la dejó a las puertas de ese imponente rascacielos. Luciana descendió, pagó y se quedó mirando hacia arriba, con la mente en blanco.
Durante el trayecto, la impresión inicial se había disipado un poco, permitiéndole algo de claridad. Se preguntó a sí misma por qué había ido allí:
“Iré con Alejandro. Debo contarle.que el bebé es suyo.”
“¡No! No puedo decirselo.”
-¿Por qué no?-se increpó en voz baja.
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Capítulo 650
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La respuesta volvió con fuerza: Mónica. Bastaba con evocar la manera en que Alejandro hablaba de su “amor verdadero“. El mismo le había dicho a Luciana en su momento:
“Ella es distinta, Luciana, sé que te enojarás.”
“¿Amor verdadero?”
“Sí.”
Cada palabra seguía grabada en su memoria. Luciana apreto los puños dentro de los bolsillos de su abrigo grueso, intentando sofocar el temblor. ¿Debería irrumpir en un amor así solo porque compartían un hijo? Además, rememoró cuán desgastante había sido para ella estar en medio de esa relación, aun sin pretenderlo.
¿Y si Alejandro, con la excusa del bebé, se aferraba más a ella? ¿Acaso conseguiría divorciarse al fin? Se suponía que ahora, con el visto bueno de Miguel, tenía la posibilidad de liberarse, de dejar el pasado atrás. ¿No era eso lo que quería: pasar la página y reconstruir su vida?
Si él se enteraba, ¿no repetirían la misma historia?
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