Capítulo 655
-¿Yo? -repitió Luciana, sin entender.
—Sí…-él alzó la barbilla, señalando a la puerta del cuarto-. Escucharte animar a Pedro fue como verte con un aura especial. Estoy seguro de que serás una gran mamá.
Al decirlo, su mirada vagó fugazmente hacia el vientre de Luciana.
Él lo decía sin pensar en dobles intenciones, pero para Luciana significó un golpe en la conciencia. ¿Una buena madre? Aquello la hizo recordar cuánto empeño había puesto Alejandro en demostrar su aceptación hacia el bebé que ella esperaba.
¿Sería por su formación, más abierta a los valores occidentales? ¿O esa calidez incondicional provenía, sin él saberlo, del lazo de sangre?
Mientras caminaban a la par por el pasillo, Luciana, en un arrebato, preguntó:
-Si… digamos que, en lugar de haberme casado embarazada contigo, hubiera sido otra mujer … ¿También habrías aceptado al bebé sin problemas?
Alejandro se detuvo de golpe, con la mirada profunda y misteriosa.
-¿Luciana? ¿Te das cuenta de lo que estás preguntando?
-¡No…! -exclamó ella, dándose cuenta de cómo sonaban sus palabras-. No lo digo en ese sentido…
En realidad, quería saber si, de no existir ese “vínculo de sangre“, él habría reaccionado de la misma forma. Pero ¿cómo explicárselo sin delatar lo que realmente pasaba por su mente?
Él
comprendió otra cosa, pero aun así le contestó, con una sonrisa entre suave e irónica:
-Puedo aclarártelo. Que acepte o no a un hijo depende de si acepto a la madre. -Tomó su mano con serenidad—. Acepto al bebé porque te acepto a ti, ¿entiendes? “Amor con amor se paga“.
-¿Qué…? -Luciana se quedó perpleja.
Esa respuesta era tan ambigua como el silencio. De un tirón, soltó su mano y decidió dejarlo
correr.
–
–
-Será mejor que nos vayamos dijo. Pronto será hora pico y el tráfico empeora.
-De acuerdo -asintió Alejandro. Mientras veía su palma vacía, no pudo evitar un gesto de resignación. Pensó que, tal vez, Luciana no creía ni una sola palabra de lo que él decía.
En Muonio, aunque no había nieve en ese momento, el ambiente se sentía tan seco y frío que
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Capítulo 655
el viento cortaba como navaja. Ese día, Alejandro manejaba su propio auto, mientras Luciana ocupaba el asiento del copiloto.
-Luciana… rompió el silencio, tamborileando los dedos sobre el volante-. ¿No recibiste mi mensaje?
-Ah… ella pareció recordarlo. Sí, lo leí… pero estuve ocupada y al final olvidé contestarte.
¿Olvidó responderle? Alejandro frunció el ceño.
-Bueno, ¿y ahora? ¿Puedo saber la respuesta?
-Claro. —Luciana acomodó un mechón de pelo tras la oreja-. Solo quería preguntarte algo sin importancia… de verdad fue una simple curiosidad.
No había acabado de hablar cuando Alejandro giró el volante y frenó de golpe en el arcén, mirando fijamente a Luciana:
—¿Una simple curiosidad? ¿No que no te interesaba mi vida? ¿Por qué me preguntas justo a mí y no a otra persona?
La pregunta sonó un tanto intransigente. Luciana se rió con cierto fastidio, moviendo la cabeza.
—Pero mira que eres un “caballero” con tu forma de expresarte.
-¿Mmm? -Él no entendió a qué se refería con esa ironía.
Con el ceño serio, insistió:
-Luciana, háblame con franqueza, por favor.
-Está bien, seré directa -aceptó ella, esbozando una media sonrisa antes de explicarse-. Reconozco que hace un tiempo me comporté de forma bastante hostil. Me pasé de la raya, y lo lamento.
-¿Perdón? -Alejandro arrugó el entrecejo, confundido por ese cambio repentino.
-Nuestra relación empezó obligada, pero finalmente terminará. —Luciana sonrió con un dejo de alivio-. Tengo que admitir que tenía mis resentimientos… después de todo, invertí tiempo y energía.
Alejandro abrió mucho los ojos; “resentimientos” implicaba que, de algún modo, a ella también le costaba soltar el matrimonio.
-Luciana, nosotros…
-¿Puedo terminar? -pidió ella con gentileza.
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