Capítulo 659
+25 BONUS
Ese día, Pedro no tenía tantos pacientes que atender. Algunos exámenes los realizó directamente en la habitación, pero hubo un par de pruebas que necesitaban equipos especiales en el área de diagnóstico del hospital. Al terminar, Luciana lo acompañó de nuevo a su cuarto.
Fue en ese momento que el teléfono de Luciana sonó: era Martina.
-¿Marti? ¿Dónde andas?
-Sigo en la comisaría.
-¿Pasaste toda la noche ahí?
-Sí…
Luciana suspiró, impotente. Entendía que la situación con Marc la tenía al borde, pero ella no podía hacer gran cosa para resolverlo.
-Pasar la noche en vela no va a cambiar nada. Vas a terminar agotada. ¿Por qué no vuelves a casa y descansas un poco?
-No puedo dormir. -La voz de Martina se quebró-. Estoy pensando ir al hospital.
Luciana captó enseguida a qué se refería.
-¿Vas a ver al hombre al que tu hermano golpeó?
-Ajá… -Se le quebró la voz-. Mis papás dicen que no quiere llegar a un acuerdo, pero al menos quiero intentarlo.
Luciana lo comprendía a la perfección: si ella estuviera en el lugar de Martina, haría lo mismo.
-Ven entonces. Yo estoy aquí… te espero y te acompaño.
De acuerdo… nos vemos en un rato.
—Sí, nos hablamos…
Al colgar, notó que Alejandro acababa de salir de la habitación de Pedro. Sus facciones, serias y elegantes, se volvieron hacia ella. Luciana le sonrió con un gesto amable.
-Perdona tanta molestia. Asumo que tienes cosas pendientes; si quieres, puedes irte con tranquilidad.
-¿Y tú? -El dirigió la mirada hacia el teléfono que Luciana sostenía, preguntándose quién habría llamado.
-¿No vienes conmigo?
-Prefiero quedarme otro rato. -Luciana negó con suavidad-. Quiero estar más tiempo con Pedro.
Alejandro alzó una ceja, como si sospechara que había algo más, pero no insistió.
-Bien. Entonces me retiro.
Gracias de nuevo. Que te vaya bien.
Él se alejó un tramo por el pasillo, pero antes de doblar la esquina se volvió a mirar. Desde donde estaba, veía a Luciana asomada a la ventana, claramente pendiente de la llegada de alguien. Cuando Alejandro llegó hasta la entrada del área, se topó con los hermanos Zheng, que trabajaban con él en seguridad.
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Capitulo 659
-Simón, ven. lo llamó con un gesto.
-A la orden, Alejandro.
Deslizó la mirada hacia Luciana y le dio a Simón una instrucción en voz baja:
—Quédate por aquí y fíjate quién viene a buscarla.
-Entendido.
+25 BONUS
***
Al poco rato, Martina llamó a Luciana para avisar que había llegado. Se encontraron en la sección de neurocirugía, donde estaba internado el hombre al que Marc había lastimado. Al pasar junto a la estación de enfermería, Luciana le echó un vistazo rápido al expediente y se estremeció al ver la gravedad de la herida. Marc le había golpeado la cabeza con fuerza, tanto que el paciente tenía un vendaje grueso y todavía se veía algo de sangre.
–Con razón no quieren conciliar… -murmuró Luciana.
-Vamos. —Martina apretó los labios con determinación.
Llegaron a la puerta de la habitación 27. Martina se detuvo, tragó saliva y habló con voz queda:
Prefiero entrar sola. ¿Te importa esperarme aquí afuera?
-No te preocupes. Yo me quedo aquí. -Luciana sabía que poco podía hacer en ese momento-. Pero, por favor, no te obligues demasiado.
-Lo sé.
Martina llamó a la puerta con cortesía y, tras escuchar un “adelante“, empujó suavemente para entrar. Luciana permaneció afuera, aunque desde allí podía ver parte de la escena: el paciente yacía en la cama con la cabeza envuelta en gasas y un gorro quirúrgico que dejaba ver las manchas de sangre.
Martina avanzó unos pasos con timidez, tratando de suplicarle al hombre que aceptara un arreglo. Luciana sintió un nudo en la garganta y desvió la mirada, incapaz de seguir contemplando el sufrimiento de su amiga. Cuando volvió a asomarse, un escalofrío la recorrió: Martina se había arrodillado, llorando a mares. Incluso pudo oír su voz quebrada:
-¡Le suplico que reconsidere! ¡Por favor!
-¿Qué? ¿De verdad te pusiste de rodillas? -La voz del tipo sonó burlona-. Mira nada más, muchachita, si solo estaba bromeando. ¡No hacía falta que te lo tomaras tan en serio!
Martina se quedó atónita. Las lágrimas salían sin freno.
-¿Qué…? -Martina sintió un nudo en la garganta y las lágrimas le corrieron por las mejillas—. ¡Si no piensa ayudarnos, al menos no me humille así!
-¿Humillarte?-Él se encendió aún más, clavándole la mirada-. ¿Ahora resulta que ustedes tienen la razón después de golpearme?
Usted… ¡no es justo! -El rostro de Martina ardía de rabia y vergüenza. No sabía ni cómo defenderse, porque lo único que le importaba era resolver el problema de su hermano Marc.
-¡Ja! ¿Y qué si soy injusto?