Capítulo 67
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Luciana se tensó al escuchar su nombre. Su pequeño rostro se tornó pálido. Alejandro percibió su nerviosismo y frunció el ceño. ¿Acaso tenía miedo? ¿No quería divorciarse? ¿Tan decidida estaba a mantener ese matrimonio?
Miguel, impaciente por la falta de respuesta, le lanzó una mirada inquisitiva.
-¿Qué han decidido tú y Luci? Vamos, dilo de una vez.
De repente, Alejandro cambió de opinión.
—Lo que quería decir es que pensamos que debería haberse quedado más tiempo en el hospital para recuperarse mejor. ¿Por qué salió tan pronto?
-Ah, pensé que era algo importante -Miguel respondió, malhumorado-. Ya llevaba demasiado tiempo en el hospital, casi me vuelvo loco. ¿No es mejor recuperarme en casa? ¿ Verdad, Luci?
—Sí —Luciana asintió con una sonrisa—. Estar de buen humor es muy importante para la salud. Revisé todo hace un rato; las cuidadoras están haciendo un buen trabajo. No hay de qué preocuparse —añadió, mirando a Alejandro para tranquilizarlo.
En ese momento, llegó una de las empleadas.
-La cena está servida.
-Perfecto, vamos a cenar. Esta noche, comemos todos juntos en familia.
Durante la cena, Luciana se encargó de mantener la conversación animada, logrando que Miguel se tomara media porción de arroz con leche y una sopa de pollo. Alejandro lo observaba, dándose cuenta de cuánto le agradaba Luciana a su abuelo. Pensó que, por el bien de su abuelo, el asunto del divorcio podría posponerse un poco más.
Después de la cena, Alejandro anunció:
–
-Ya es tarde, nos vamos…
-¿A dónde? -Miguel lo interrumpió antes de que terminara, sonriendo astutamente-. Esta noche se quedan aquí. Ya le pedí a los empleados que prepararan la habitación.
Luciana sintió un vuelco en el estómago, y Alejandro reaccionó de inmediato.
-¡Abuelo! Eso no puede ser, nosotros no…
-¿No qué? -Miguel entrecerró los ojos, mostrando su determinación. ¿Acaso lo que digo ya no cuenta?
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-No…
-Entonces, se quedan -sentenció Miguel, sin dejar lugar a dudas.
Así fue como Alejandro y Luciana terminaron en la habitación del piso de arriba, compartiendo el mismo cuarto. Alejandro mostraba evidente incomodidad, mientras Luciana permanecía tranquila. Echó un vistazo al cuarto y dijo en tono calmado:
-Tú duerme en la cama, yo dormiré en el sofá. No te molestaré.
Alejandro apoyó la frente en su mano y soltó una risa casi imperceptible.
-¿Desde cuándo se deja que una mujer duerma en el sófá? Y menos si está… Yo dormiré en el sofá.
-Está bien.
Luciana no insistió más, pero recordó algo.
-Ah, por cierto, el profesor Delio me pidió que te agradeciera por lo del patrocinio.
A Alejandro de repente le surgió la idea de bromear con ella.
-¿Y solo me agradeces así? ¿Con palabras y ya?
¿Qué más esperaba? Alguien como él, que lo tiene todo, ¿qué más podría necesitar? No iba a hacerle otra camisa; después de todo, la última ni siquiera se la puso.
-Entonces… Luciana dudó un momento. Lo que necesites que haga, lo haré.
él? Si lograban superar este
Alejandro sintió un desdén silencioso. ¿Qué podría hacer ella por matrimonio absurdo sin mayores complicaciones, ya sería suficiente.
-Voy a tomar una ducha anunció Alejandro, levantándose, pero de repente se detuvo en
seco.
Luciana lo miró con curiosidad.
-¿Qué pasa?
-Shh -Alejandro levantó la mano y cubrió la boca de Luciana-. Hay alguien afuera.
Luciana lo observó con los ojos muy abiertos, parpadeando, sin comprender cómo lo sabía. Alejandro, al notar su confusión, susurró:
-Estuve en el ejército. Mi oído es mucho más agudo que el de la mayoría.
-Ah–Luciana imitó su tono bajo-, ¿Quién es?
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-Alguien enviado por mi abuelo, o tal vez él mismo.
Luciana seguía sin entender.
Alejandro apretó los dientes.
-¡Nos están espiando!
El abuelo quería asegurarse de que él y Luciana realmente aparentaran ser una pareja feliz. El rostro de Luciana se sonrojó de inmediato; lo entendió al instante.
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