Capítulo 672
Luciana estaba desconcertada. Con un hombre borracho tan atractivo, solo podía resignarse.
–Está bien… dime qué necesitas que haga.
-Luciana… murmuró él su nombre, y de pronto se inclino hacia ella, recargando parte de su peso sobre su cuerpo.
-¡Oye! -Ella intentó moverse.
-No te muevas insistió él, apoyando la barbilla en su hombro y rozando su cuello con la mejilla. Su incipiente barba le provocó cosquillas-. No dejaré que te caigas… añadió, sosteniendo con fuerza la parte baja de su
espalda y su cintura.
-Yo… -Luciana no encontraba qué decir.
-Solamente quiero que me abraces. Un ratito. No me eches, no me rechaces… ¿sí?
Ella se quedó en silencio. ¿Podía negarse?
Sin aviso, Alejandro la soltó y se encorvó, llevándose una mano al vientre.
Otra vez te duele? -preguntó Luciana, alarmada.
-Sí… —Él asintió con el ceño fruncido-. Necesito recostarme un momento.
-Entonces… -No parecía que estuviera fingiendo. Estaba tan pálido que resultaba imposible echarlo a la calle—. Ve a recostarte en el sofá. Traeré una cobija.
Dicho esto, Luciana se dirigió a su habitación para buscar una manta. Pero Alejandro, al ver el sofá, lo consideró demasiado corto para su estatura. Con un giro de pasos, entró directamente a la alcoba, echando un vistazo al vestidor y decidiendo tumbarse en la cama.
Sí, esto sí era cómodo. Alejandro cerró los ojos, aspirando el aroma de Luciana impregnado en la almohada.
Cuando ella regresó con la manta, se detuvo en seco.
-¡Alejandro! -exclamó, alarmada-. ¿Por qué te acostaste en mi cama?
-¡Oye! -Lo sacudió del brazo-. Despierta, no duermas aquí.
Pero el hombre parecía profundamente dormido. Ninguna llamada o zarandeo le hacía abrir los ojos.
¿Y ahora qué se suponía que haría?
¿Estaría haciéndose el dormido a propósito? No era descabellado pensarlo; a fin de cuentas, Alejandro, el presidente de Grupo Guzmán, era un maestro en salirse con la suya.
–¡Levántate, vamos! -insistió Luciana, frustrada, tironeando de su brazo-. No puedes dormir en mi cama.
Mmm… -él frunció el entrecejo, soltando un débil gruñido.
Luciana se quedó helada, temiendo que lo hubiera lastimado de algún modo.
“Al diablo.” Se mordió el labio; estaba claro que Alejandro había bebido y tenía malestar estomacal. No podía echarlo de la casa en ese estado. Terminaría por dejarlo pasar la noche ahí.
Se dio cuenta de que seguía con la ropa puesta, impregnada en alcohol. Luciana no soportaba el olor, así que se dispuso a quitarle la corbata y el saco. Efectivamente, pese a su aparente delgadez, el torso del hombre se sentía
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Capitulo 672
firme y atlético.
Cuando terminó, estaba empapada de sudor. Fue a echar su ropa a la lavadora y luego regresó con una toalla húmeda para limpiarle el rostro y las manos.
-Señor Guzmán, ¿quién dice que no soy buena contigo?murmuró con un deje de ironía.
Con un suspiro, le acomodó la manta por encima y agradeció que días antes hubiera arreglado la habitación de al lado (la que solía usar Martina). Al menos podría dormir all esta noche.
Apagó la luz, salió con cuidado y cerró la puerta.
En la oscuridad, Alejandro abrió los ojos, con una sonrisa de satisfacción pintada en sus labios.
A la mañana siguiente, Luciana llamó a la puerta, la ropa limpia en brazos. La había lavado y secado durante la noche.
—Alejandro, ¿ya estás despierto? ¿Puedo pasar?
-Adelante.
Con su permiso, Luciana abrió la puerta y al hacerlo, dio un respingo y enseguida se volteó, llevándose la mano a la boca para ahogar un grito:
-¡Ah! ¿Por qué… por qué no tienes ropa?
Alejandro se encontraba allí, de pie, recién salido de la ducha, la piel aún mojada.
-Bueno, me encantaría vestirme, pero no encontré mi ropa -explicó con naturalidad.
Capitulo 673
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