Capítulo 684
-¿Qué crees que hago?-replicó él, evidentemente molesto. ¡Quitate los zapatos! ¿O piensas seguir con ellos empapados?
Dicho esto, tomó con determinación ambas piernas de Luciana y las apoyó sobre las suyas. Al ver que las dos zapatillas y los calcetines estaban húmedos, su expresión se volvió aún más sombría.
Ella se encogió un poco, un tanto asustada por su reacción)
-¿Por qué te mueves? -la reprendió él con un tono bajo e impaciente. En un abrir y cerrar de ojos, le sacó los zapatos y los calcetines, tirándolos al asiento trasero.
-Tú… Luciana quiso protestar, pero notó que en realidad él parecía aún más irritado consigo mismo-. La calle estaba resbalosa… pensé que podía caminar con cuidado.
-¿Caminar con cuidado? -repitió, frotándose la frente con frustración. ¿No habíamos quedado en que pasaría por ti? ¿Por qué no me esperaste?
-Lo siento… -admitió ella en voz baja-. Solo se me mojaron un poco los pies. Está frío, sí, pero no fue tanto rato, seguro que no es grave…
“No es grave“.
Alejandro entrecerró los ojos, recordando las advertencias de la doctora Alondra sobre los riesgos que corría Luciana. Si algo pasaba, los dos correrían peligro.
-¿Te parece poca cosa? -exclamó de pronto, levantando la voz-. ¡Estás embarazada, Luciana! ¿Tienes idea de lo que puede pasar?
-…-Ella se quedó callada, atónita. Era extraño ver a Alejandro así de enfurecido con ella. Pero comprendía que, detrás de ese enfado, había preocupación. Sufría al imaginar que algo pudiera salir mal con su embarazo.
-Alejandro…
Él la interrumpió con un suspiro:
-Lo siento. No debí gritarte.
Luego inclinó la cabeza, cubriendo con sus manos los pies descalzos de Luciana. Sintió la piel tan fría que se le oprimió el pecho.
-¿Estás helada?
…Sí–adruitió con timidez, intentando apartar los pies.
-No te muevas ordenó Alejandro, mientras se desabrochaba los primeros botones de la camisa.
Ella abrió los ojos como platos, sin entender.
-Haré que entren en calor. -En un abrir y cerrar de ojos, presionó los pies de Luciana contra sus abdominales, abrazándolos con firmeza. Después alzó la vista para preguntarle-. ¿Mejor?
Luciana se quedó con la boca ligeramente abierta, mientras sus ojos se humedecían. De pronto recordó algo de su infancia: un día regresó empapada por lá lluvia. Mónica y Ricardo la tenían a ella casi aislada, nadie le tendía una toalla ni le ofrecía ropa seca, mientras la otra niña recibía todos los cuidados. Jamás imaginó que, siendo adulta, habría alguien que la arropara así.
Giró el rostro, y las lágrimas le brotaron a borbotones.
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Capítulo 684
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-¿Luciana?-se alarmó Alejandro, sosteniéndole la cara entre sus manos. ¿Te duele algo? ¿Te sientes mal?
No… no es eso respondió ella, llorando con hipo-. M. me siento…
Señaló sus pies sobre el abdomen de Alejandro.
-Está tan tibio… tan tibio…
¿Eso era todo?
Él suspiró con una media sonrisa y limpió sus lágrimas con delicadeza.
-¿Y por eso lloras? ¡Qué voy a hacer contigo!
“Le he dado muchos motivos para llorar con lo bien que la cuido“, se dijo en broma, “pero solo por calentarle los pies se pone así…”
-No llores más, ¿sí?
Luciana respiró con fuerza, intentando calmarse. De pronto lo miró a los ojos con determinación:
-Quiero hacerte una pregunta, pero contéstame con la verdad, ¿de acuerdo?
Claro -Alejandro asintió, adoptando un gesto serio-. Pregunta.
-¿Alguna vez hiciste esto por alguien más? -Su mirada se volvió cauta, casi temiendo la respuesta. Luciana no especificó nombres, pero ambos sabían a quién se refería.
Alejandro guardó silencio un momento, y en ese lapso ella añadió:
-Quiero saber la verdad. Júramelo. Dime cada palabra con total honestidad. Si me mientes… si me mientes, perderás aquello que más amas en la vida.