Capítulo 690
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Muchos en el hospital conocían la relación de Alejandro y Luciana y simpatizaban con ella, así que les indigna la posición de Mónica.
-Una que engaña, otra que es la amante… ¡Qué pareja tan conveniente!
En ese instante, Alejandro y Luciana llegaron por el pasillo El semblante de él se oscureció, y miró con fiereza a las dos enfermeras que hablaban. Ellas se tensaron al reconocerlo:
-Señor Guzmán, doctora Herrera…
-Vaya, se nota que se divierten con sus “comentarios“-scupió Alejandro con un tono amenazante. ¿El hospital las contrató para…?
-Basta -lo interrumpió Luciana, dándose cuenta de que pretendía despotricar contra ellas. Asintió a las enfermeras con un ademán de mano-. Sigan con lo suyo, por favor.
-Gracias, doctora Herrera–dijeron, sintiéndose aliviadas.
Cuando se alejaron, Luciana fulminó con la mirada a Alejandro:
-¿En serio te vas a desquitar con ellas?
-¡Estaban diciendo barbaridades! -replicó él, molesto y un poco ofendido-. ¿Desde cuándo soy un “infiel“?
Claro, pensó Luciana con un suspiro, se le olvida que, ante los ojos de muchos, hay razones de sobra para que lo juzguen así.
-A ver, ¿planeas silenciar a todo el mundo? Hay bastantes que piensan lo mismo, y no puedes callarlos a todos. Alejandro le apretó la mano:
-Con que tú confíes en mí, lo demás me da igual.
-¿Quién dijo que confío? Aún estás a prueba -le soltó Luciana con un deje de ironía.
En eso, una de las enfermeras regresó con expresión preocupada.
-Señor Guzmán, el doctor jefe pide que vaya a su oficina.
Probablemente querían hablarle sobre el estado de Mónica. Alejandro arrugó la frente y asintió:
-Bien. Se volvió hacia Luciana-. ¿Me acompañas?
–
¿Oír el parte médico de Mónica? Luciana dudó un segundo, pero terminó aceptando:
-De acuerdo.
Entraron al despacho del médico, quien los aguardaba.
-Señor Guzmán, doctora Herrera… -Los saludó con cortesía. Tras un breve intercambio, fue al grano-. La condición de la señorita Soler no es muy alentadora. Las quemaduras cubren gran parte de su cuerpo. Para evitar infecciones, seguimos usando antibióticos, pero estos mismos fármacos ralentizan la cicatrización.
Hablaba mientras dirigía la mirada a Luciana, consciente de que ella también era colega médica, Luciana asintió con gravedad:
-Sí, es un dilema hab
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-Además continuó el doctor, la señorita Soler tiene una piel propensa a queloides. Según lo que hemos observado en la parte que ya cicatrizó, dudo que un injerto de piel proporcione un resultado realmente satisfactorio.
El ambiente quedó en un repentino silencio. Era obvio que Mónica, con un temperamento explosivo y su carrera basada en la imagen, no soportaba la idea de quedar marcada de por vida. Y aunque fuera una persona común, la sola perspectiva de un daño permanente en el rostro podía hundir a cualquiera.
Luciana dirigió la mirada a Alejandro, notando su semblante confuso e impenetrable: mezcla de culpabilidad, rabia e impotencia.
-Por lo tanto, -continuó el médico–hemos decidido cambiar el tipo de medicamento. Esto ayudará a que la piel cierre más rápido, pero incrementa el riesgo de dejar marcas muy visibles.
Miró a Alejandro:
-Si las heridas siguen sin sanar, comprometerán otras funciones del cuerpo. Debemos priorizar su vida antes que su apariencia.
Alejandro dio un leve asentimiento con la cabeza, con un movimiento rígido:
-Lo entiendo.
(
Al salir del despacho, Alejandro iba tan absorto en sus pensamientos que tomó la dirección equivocada.
-¡Oye! —Luciana le tocó el brazo para detenerlo-. Es por aquí.
Él reaccionó, bajando la vista hasta posarla en ella. Suspiró con pesar:
-Soy yo quien la puso en esta situación. Soy el culpable de lo que le pasó. 1
Luciana frunció el ceño, recordando aquel episodio donde ambos fueron secuestrados.
-¿Han avanzado en la investigación de eso? -preguntó–¿Ya tienen alguna pista sobre quién los mandó secuestrar?
-Aún no es seguro -respondió Alejandro, con el entrecejo fruncido.
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