Capítulo 695
Esa noche, como de costumbre, Alejandro no consiguió el permiso para quedarse.
-Luciana, Luciana… -repetía con un deje de súplica.
-Por más veces que me llames, no conseguirás nada -bromeó ella con suavidad, empujándolo con una sonrisa-. Es tarde, vete a descansar. Buenas noches.
Cerró la puerta, y él, tras soltar un leve “tacaña“, se marchó… pero no se fue muy lejos. Se dirigió con paso firme a la puerta del apartamento contiguo.
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A la mañana siguiente, alrededor de las siete, Luciana escuchó el timbre. Acababa de levantarse para ir al baño y fue a abrir, aún adormilada.
-Vamos, date prisa -soltó Alejandro, entrando sin pedir permiso, con una olla en las manos -¿Dónde está el salvamanteles?
-¿Eh? ¡Ah, sí! -Luciana reaccionó, buscándolo con torpeza. Por un instante no se percató de nada extraño, hasta que notó su atuendo. ¿Alejandro… esa pijama no es la de…?
Era la
que
solía usar en Casa Guzmán, cuando dormían juntos.
¿Se habría venido directo en pijama?
Él depositó la olla en la cocina y la miró un instante.
-Ve a lavarte la cara. Todavía tengo que traer más cosas.
Dicho eso, se volvió hacia la salida, advirtiéndola:
-No cierres, vuelvo enseguida.
-¿Qué…? —Luciana lo observó marcharse, desconcertada. Al instante, decidió seguirlo. Lo vio dirigirse a la puerta del apartamento de al lado, meter la llave y entrar.
-¿Qué demonios…? -murmuró, completamente despierta de golpe. Dio un paso y penetró en ese apartamento también.
En el interior, no vio primero a Alejandro, sino a Amy, la señora que solía cocinar para él.
-Amy–exclamó Luciana, atónita.
-¡Luciana! -la saludó Amy con alegría, sosteniéndola del brazo con cuidado para que no avanzara más. Espera, mejor no entres. Este espacio es muy pequeño y acabo de terminar de cocinar; el olor sigue muy fuerte y podrías sentirte mal.
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Capítulo 695
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-Amy…
murmuró Luciana, mordiéndose el labio mientras echaba una ojeada al interior-. ¿ Qué está pasando aquí?
-¿No te lo dijo el señor Alejandro? Amy alzó las cejas, con un aire risueño-. Vaya, parece que no. Él nunca explica nada, ¿verdad?
Luciana negó con la cabeza. No tenía la menor idea.
—Bueno —siguió Amy—, compró este departamento para estar cerca de ti. Tu embarazo ya está bastante avanzado y pueden surgir complicaciones. Si vive al lado, se ahorra ir y venir todos los días. Además, hace poco remodelaron este lugar; él no quiere cambiarle nada, solo lo acondicionó lo indispensable para quedarse a dormir.
Amy señaló la cocina:
-Y también me pidió que viniera a cocinarte las tres comidas diarias, porque entiende que te molestan mucho los olores fuertes en tu propio departamento…
Con una sonrisa cariñosa, le dio unas palmaditas a la mano de Luciana:
-El señor te cuida un montón. ¿Te hace feliz?
—Amy… —Luciana se sonrojó—. No se burle de mí.
-No me burlo, hija. Me alegra por ti.
En ese momento, Alejandro apareció con unos envases de comida. Al notar la escena, se mostró bastante tranquilo. Solo indicó a Amy:
—Amy, cuando te vayas, asegúrate de cerrar la puerta. Luciana -la miró—, vamos, hay que desayunar.
…Sí… Luciana lo siguió con paso lento, algo aturdida. Fue anoche cuando se dio cuenta de que el vecino se marchaba y ella se preguntaba quién ocuparía su lugar… y resultó ser él. ¡Vaya sorpresa!
Comenzó a sonreír para sí. Estaba genuinamente feliz.
Alejandro, al entrar, giró y notó que Luciana se había quedado rezagada junto a la puerta, con los brazos extendidos:
-¿Quieres un abrazo?
Sin pensarlo dos veces, dio un par de zancadas, rodeó su cintura y la levantó en vilo. Luciana, por reflejo, enroscó los brazos en su cuello y aprovechó para darle un beso rápido en los labios.
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