Capítulo 7
+25 BONUS
Guiada por una intuición inquebrantable, Luciana se dio la vuelta justo a tiempo para presenciar la escena. En la puerta de la casa de los Herrera, Mónica emergió, radiante tras haberse cambiado de ropa y retocado el maquillaje. 1
Un coche elegante aguardaba frente a ella. La puerta se abrió, y Alejandro bajó con un ramo de flores en la mano, unas rosas rojas y brillantes, símbolo de un amor apasionado.
-Qué hermosas–comentó Mónica, tomando el ramo y esbozando una sonrisa encantadora mientras enlazaba su brazo con el de Alejandro.
Con un gesto caballeroso, Alejandro le abrió la puerta del coche y la ayudó a subir antes de que ambos se marcharan juntos. Mientras el coche pasaba junto a ella, Luciana se dio la vuelta con rapidez, como si quisiera escapar de la realidad que acababa de presenciar. 2
Su corazón latía con fuerza, una mezcla de dolor y furia acumulándose en su pecho. Entonces, todo encajó. La cita tan importante de Mónica esa noche… ¡era con Alejandro!
Alejandro le había mencionado que tenía una pareja con quien planeaba casarse. Y ahora, esa verdad se revelaba de la manera más cruel posible: su novia no era otra que su propia hermana,
Mónica.
Un torrente de emociones inundó a Luciana. Con un novio como Alejandro, la familia de Mónica estaría en la cima del mundo, ¿no? Pero ahora que ella sabía la verdad… 1
Apretó los puños en silencio, una resolución naciendo en su interior. ¿Por qué la familia de Mónica disfrutaba de tanta comodidad mientras ella y su hermano Pedro sufrían en un infierno? No iba a permitir que se salieran con la suya. 2
Bajo la tenue luz de la farola, la sombra de Luciana se alargó en el suelo, simbolizando su determinación creciente.
En la mesa de cerezo, las sombras de las velas bailaban, proyectando un brillo cálido sobre la porcelana impecable y los cubiertos de plata. Detrás de un biombo, una banda tocaba suavemente, creando una atmósfera íntima.
Alejandro y Mónica estaban sentados frente a frente, un aire de expectación flotando entre ellos. Con cuidado, Alejandro sirvió una copa de vino tinto y la empujó hacia ella.
-Las cosas han dado un giro -dijo, su voz baja pero firme-. Estoy preparando mi divorcio. Los trámites se harán en un par de días.
Mónica levantó la mirada de golpe, sus ojos brillaron de alegría, pero casi al instante se llenaron de lágrimas, a punto de desbordarse.
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Capitulo 7
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Alejandro frunció el ceño, confundido.
-¿Por qué lloras? ¿No estás feliz?
-No es eso
respondió Mónica, negando con la cabeza mientras luchaba por contener las lágrimas. Es solo que… estoy tan feliz…
Extendió la mano temblorosa y tomó la de Alejandro, sus dedos aferrándose con fuerza.
-¿Bailamos? ¿Para celebrarlo?
Alejandro, educado desde niño para complacer a las damas, especialmente a la mujer que amaba, no pudo rechazar la solicitud.
-De acuerdo -asintió con una leve sonrisa.
Ambos se levantaron y se dirigieron a la pista de baile. Alejandro colocó suavemente sus manos sobre el hombro y la cintura de Mónica, mientras la música envolvía la habitación.
Mónica levantó la cabeza para mirarlo, con una mezcla de esperanza y anticipación en sus ojos.
-Alex, entonces, después de que te divorcies… ¿nos casamos? 1
Alejandro frunció ligeramente el ceño, sin responder de inmediato. Aunque los trámites del divorcio se completaran, tendría que esperar a que su abuelo se recuperara, y eso podría tomar tiempo.
Mónica notó su expresión y, temiendo haberlo incomodado, se apresuró a explicar:
-No es que te esté presionando, pero… mi mamá dice que hay muchas cosas que preparar para la boda…
-No te preocupes —dijo Alejandro, guardando silencio por un momento antes de ceder a su petición-. Que tu madre se encargue de los preparativos. Si necesitan algo, que se pongan en contacto con Sergio. (1)
Él se encargaría de las molestias. Su mujer solo debía disfrutar y ser feliz.
-¡Sí! -exclamó Mónica, radiante, mientras se aferraba a sus hombros. Sus ojos brillaban con un encanto especial bajo las luces, invitándolo en silencio. (2)
Con un gesto seductor, Mónica se puso de puntillas, acercándose a él y cerrando lentamente los ojos. Su postura, tan directa, dejaba claro lo que deseaba. (2)
Alejandro sabía perfectamente lo que ella esperaba. Sostuvo su barbilla, sintiendo la textura suave de su maquillaje y el brillo de sus labios pintados.
Solo necesitaba inclinarse un poco más para besarla.
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Sin embargo, por alguna razón, no sintió el impulso que esperaba. Recordaba otra noche, una en la que ella no llevaba maquillaje; su piel estaba limpia y fresca, sin el aroma pesado del perfume.
De repente, la música se detuvo abruptamente. Alejandro retiró sus manos, su expresión impasible.
-La música se detuvo. El baile ha terminado. Vamos a comer algo, o se enfriará.
Mónica abrió los ojos de golpe, observando cómo él ya se daba la vuelta para regresar a su asiento. Frunció el ceño, mordiendo su labio con frustración. (1)
¡Qué mal momento para que la música se detuviera! Si hubiera durado un poco más, habrían llegado a besarse…
Unos días después, en la mañana del miércoles, Luciana no había regresado al dormitorio de la escuela la noche anterior; en cambio, se quedó en casa de su buena amiga Martina.
Temprano en la mañana, Martina ya estaba lista y notó que Luciana seguía en la cama, inmóvil.
-¿Eh? -Martina la miró con extrañeza-. ¿Por qué sigues en las nubes? Dijiste que hoy tenías algo importante y por eso cambiaste el turno, ¿no?
-Sí–respondió Luciana, con la mirada perdida—. Ve tú primero, yo me retrasaré un poco.
-Está bien, hoy tengo un turno de 24 horas, así que me voy ya.
Después de que Martina se fue, Luciana se dejó caer de nuevo en la cama. Hoy, no iba a ir a ningún lado.
A las diez en punto, el teléfono sonó.
Frente al registro civil, Alejandro estaba de pie, su figura imponente proyectando una sombra alargada en el suelo. Sostenía el teléfono en una mano mientras marcaba el número de Luciana, y en la otra llevaba una carpeta.
Dentro de la carpeta, estaba el acuerdo de divorcio. También incluía la compensación para
Luciana.
Aunque no le agradaba la situación, no podía ignorar que la madre de Luciana había salvado la vida de su abuelo. Además, esa cantidad de dinero no significaba nada para él.
Cuando el teléfono fue contestado, la voz de Alejandro sonó con un tono frío, apenas perceptible.
-¿Dónde estás? ¿Ya entraste? ¿O el tráfico te retrasó…?
-Alejandro.
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Capítulo 7
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Luciana respiró hondo, con la voz temblorosa.
Sentía culpa hacia Alejandro, pero aun así, sabía que tenía que hacerlo.
-Lo siento, pero… por el momento, no pienso divorciarme.
-¿Qué dijiste?
Alejandro casi pensó que estaba alucinando por la falta de sueño de la noche anterior. De lo contrario, ¿cómo podría haber escuchado algo tan absurdo?
Luciana, nerviosa y avergonzada, repitió con más firmeza:
-Dije que no me voy a divorciar.
Lo dijo despacio, clara y deliberadamente, como si buscara que cada palabra quedara bien asentada.
El rostro de Alejandro se oscureció al instante, una nube de ira lo envolvió.
Su tono era suave, pero cargado de un frío glacial.
-Luciana, ¿sabes lo que estás diciendo? El divorcio fue algo que tú misma aceptaste. ¿Te estás burlando de mí?
Su voz se afiló, cortante como una navaja.
-¿Quién te dio el valor? —gritó, la rabia latiendo en sus palabras—. Ven aquí inmediatamente. Hoy nos divorciamos. No te permitiré cambiar de opinión.
Luciana ya había anticipado su furia cuando tomó esta decisión. Sabía que Alejandro no la tomaría bien, especialmente considerando que, a pesar de su mal gusto, había elegido a una mujer tan falsa como Mónica. Pero no era su lugar criticar las preferencias de los demás.
El problema con la familia Herrera lo había arrastrado a él también. Alejandro le había hecho un favor, y ahora ella debía impedir que estuviera con la persona que amaba. Su culpa la consumía, pero su decisión estaba tomada.
-Lo siento -se disculpó Luciana, su voz apenas un susurro.
-¡No necesito tus disculpas! -Alejandro no estaba dispuesto a aceptar excusas—. ¡Luciana Herrera, ven aquí inmediatamente! De lo contrario, cuando te encuentre, no seré tan amable como ahora,
–Lo siento, Alejandro, pero no podrás encontrarme. Al menos hoy, no podrás verme.
Con esa última palabra, Luciana cortó la llamada y apagó el teléfono. Sabía que así Alejandro no podría rastrearla.
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425 BOA
Además, él no conocía mucho sobre su vida personal. Si no estaba en el hospital ni en la escuela, no habría forma de que la encontrara. Por eso, la noche anterior había decidido quedarse en casa de Martina, fuera del radar habitual.
Frustrado por no poder contactarla, Alejandro ordenó a Sergio que la rastreara.
Apagó el teléfono informó Sergio con voz seria.
Entonces, busca otra forma–replicó Alejandro, su rostro endureciéndose. Había crecido acostumbrado a tener todo bajo control, inunca antes alguien lo había desafiado así!
¿Acaso podría haberse ido de Ciudad Muonio?
Entendido asintió Sergio, aunque sabía que la tarea no sería fácil.
A pesar de sus esfuerzos, Sergio no logró localizarla.
No está ni en el hospital ni en la escuela… y ni Juan ni Simón saben dónde buscarla,
Ciudad Muonio era grande, y con la información que tenían, encontrarla era como buscar una aguja en un pajar, un esfuerzo casi inútil.
De repente, Alejandro soltó una risa sombría, llena de incredulidad y admiración.
«Luciana, jde verdad que eres increíble!»