pítulo 708
Capítulo 708
Era Victoria. Luciana había marcado el número fijo de la familia Domínguez. Con voz nerviosa, preguntó:
-Señora Dominguez, ¿Fernando está en la casa o vive por si cuenta?
¿Luciana?-La voz de Victoria, al otro lado, sonó entre sorprendida y emocionada. Está aquí en casa. ¿Quieres venir a verlo?
-Claro…
Luciana colgó con el corazón oprimido. De regreso al auto, le dio una nueva dirección a Simón:
-No volvamos todavía a mi departamento, llévame aquí.
-Como ordene, cuñada.
Simón la condujo hasta el lugar indicado.
-Espérame en la entrada le pidió Luciana antes de bajar.
Tocó el timbre, y fue Victoria quien le abrió. Al reconocerla, le tomó la mano con expresión conmovida.
-Luciana, gracias por venir. Pasa, por favor.
-Señora Domínguez… -Luciana sentía un nudo en la garganta-. ¿Dónde está Fernando?
-Acompáñame.
Con pasos silenciosos, Victoria la guio hasta una salita anexa y señaló un espacio junto a la ventana.
-Mira, ahí está él. 2
Fernando descansaba en un sillón reclinable, los ojos cerrados, meciéndose suavemente como si estuviera dormido.
Sin embargo, Luciana notó algo que la estremeció: sus manos y pies estaban atados a la silla.
-¡Ah!-gimió, cubriéndose la boca con una mano.
Con los ojos llenos de lágrimas, miró a Victoria, sin poder creer lo que veía.
-Esto… ¿por qué…?
-Ay… -Victoria negó con la cabeza, conteniendo su propio llanto-. No tuvimos elección. Si no lo hacemos, no tenemos forma de controlar sus ataques. A veces, Fernando se pone muy mal y puede lastimarse a sí mismo.
-¿Cómo… cómo pasó algo así? -Luciana cerró los ojos, y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
No podía creer que Fernando, que siempre le había sonreído con optimismo, estuviera tan grave.
Tal vez sintió su presencia, porque de pronto Fernando despertó. Al principio se quedó mirando un punto fijo a través de la ventana, hasta que empezó a forcejear.
-¡Suéltame! ¡Sueltenme! ¿Por qué me amarran?
-¡Fernando! -Victoria corrió junto a él, intentando calmarlo-. ¿Necesitas agua, algo de comer?
Fernando la observó con la mirada perdida.
-Te dije… que me sueltes.
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Capitulo 708
–Fernando…
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Como si estuviera atrapado en un ataque de cólera, él apreto los dientes y se sacudió con más fuerza. Las correas resistieron, pero el movimiento brusco hizo volcar la silla con él encima.
-¡Ay, por Dios! -gritó Victoria, aterrada, e intentó ayudarlo-. ¿Estás bien? ¿Te lastimaste?
Él, con el rostro desfigurado por el enojo, la miró como si fuera su peor enemigo.
-¡No me toques! ¡Lárgate! ¡Vete de aquí!
-Fernando… -sollozó ella.
Luciana no soportó más la escena. Se acercó con paso firme y, con la voz entrecortada, dijo:
-Fernando, soy yo.
Victoria alzó la vista, llena de esperanza.
-Hijo, ¿la reconoces? Mira quién vino a verte…
Fernando levantó la cabeza, clavando sus ojos en Luciana. Por un momento se quedó inmóvil; en su mirada, antes apagada, empezó a encenderse un brillo.
-¿Luci… Luciana?
-Sí.–Victoria se aferró a esa pequeña chispa-. ¡Es ella! La Luciana de la que no dejas de hablar.
Él esbozó una ligera sonrisa y extendió una mano.
-Luciana… Luciana.
Pero, antes de alcanzarla, se detuvo.
-¿Qué haces aquí?
Luciana respiró hondo, intentando mostrarse serena.
—Vine a visitarte, ¿no me dejas? ¿No recibes a tus viejos amigos?
-Claro que sí. -Fernando se puso nervioso y bajó la cabeza con timidez-. ¿Cómo no iba a recibirte? Me alegra que estés aquí.
Se giró hacia Victoria.
-Mamá, ayúdame a sentarme. Y… tráeme algo de comer, por favor.
-Sí, hijo, ahora mismo.
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