Capítulo 717
Antes, Fernando había vivido con el único propósito de regresar y recuperar lo que creía perdido con Luciana, trabajando cada día por un futuro juntos. Sin ese objetivo, se había quedado sin motivación.
Era la desolación total.
Al darse cuenta de la gravedad de la situación, Luciana se llevó una mano a la boca, conteniendo el llanto. “Fer… ¿hasta ese punto me amabas?“, pensó.
Con la voz quebrada, se obligó a decir:
-Fer, descansa. Voy a venir a verte de nuevo, ¿está bien?
Él se sobresaltó un poco.
-¿Vas a volver?
—Sí. —Luciana asintió. Pero prométeme que vas a descansar bien y a seguir tu tratamiento, por favor.
Los ojos de Fernando vibraron de emoción.
-Está bien, lo haré.
-Eso espero.
Se dio la vuelta y salió. Apenas avanzó unos pasos por el pasillo, sintió que las piernas le flaqueaban y se aferró a la baranda, llorando sin poder contenerse:
-Fer… ¿por qué? ¿Cómo llegaste a esto?
Sus sollozos eran tan fuertes que casi perdía el equilibrio. Fue Simón quien llegó a sostenerla:
-Cuñada, no se ponga así… El señor Alejandro dijo que no debe alterarse.
—Sí… -respondió Luciana, secándose a toda prisa las lágrimas con la
manga.
-¿Dónde está Alejandro?
-Sigue en la sección de quemaduras… -comentó Simón en voz baja.
-Hm. -Luciana soltó una risa casi imperceptible, un leve suspiro de impotencia-. Bien. Iré a buscarlo.
Mientras regresaban a la unidad de quemaduras, Luciana y Simón escucharon los gritos que venían de la habitación VIP donde se encontraba Mónica. La mujer estaba sumida en un ataque
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de histeria.
Era el primer día con un nuevo tratamiento y recién le habían retirado los vendajes. Algunas de sus lesiones ya estaban cerrando, lo cual era una buena noticia; sin embargo, las cicatrices resultaban muy evidentes y desfiguraban partes de su cuerpo. Eso bastó para que Mónica se hundiera en la desesperación.
-¡No! ¡Esta no soy yo! ¡Aaah…!
Lloraba, gritaba, arrojaba objetos contra el piso y contra quienes se acercaban. Incluso Alejandro se veía incapaz de contenerla.
Luciana observó, desde la entrada, cómo Mónica se abrazaba al brazo de Alejandro, soltando una letanía de sollozos:
—¡Alex, ya no quiero vivir! Con este aspecto, ¿qué sentido tiene seguir? ¡Suéltame, prefiero morirme!
“Vaya…“, pensó Luciana con una mueca de ironía. Así que todo este drama desde la mañana se debía a que Mónica estaba intentando “morir” de la peor manera. Si de verdad deseaba acabar con todo…
De pronto, Luciana abrió la puerta con decisión y entró sin importarle nada. Se dirigió hasta la cama de Mónica. Nadie notó su presencia, pues Mónica seguía abrazada a Alejandro, rogándole
por su muerte.
En ese momento, Luciana la sujetó por la muñeca y le dio un tirón brusco.
-¿Luciana? -Alejandro se sorprendió. Ella misma había dicho que no pensaba entrar ahí.
Mónica también la miró con desconcierto:
-Tú…
Pero Luciana no se detuvo a dar explicaciones. Con un movimiento enérgico, obligó a Mónica a bajarse de la cama.
-¡Aaah…! -Mónica casi se cayó, tambaleándose-. ¡Alex!
-¡Mónica! -Alejandro estiró una mano para ayudarla, pero se quedó paralizado al ver cómo Luciana lo fulminaba con la mirada.
-¡párate! -le espetó Luciana a Mónica-. Tienes quemaduras, no las piernas rotas. Y aunque las tuvieras, hoy mismo te arrastrarías si fuera necesario. (s)
Mónica, aturdida por esa agresividad, buscó ayuda en Alejandro:
-¿Alex? ¿Por qué…?
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-¿Que te ayude? -se burló Luciana-. ¿No que querías morir? ¿No acabas de decir que así, convertida en un “monstruo“, no podías seguir adelante? Bueno, pues vine a darte el gusto. 8
Sin soltar a Monica, Luciana la jaló hacia el baño. (2)
-¡No…! -aulló Mónica. (14)
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