Capítulo 736
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Entonces olvídalo. Si no me llevas, mejor no vayas.
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Ante esas palabras tajantes, Alejandro se sintió atrapado. Apretó los dientes:
Bien… pero no saldrás del auto. Y pase lo que pase, tú y el bebé no deben correr ningún riesgo.
-De acuerdo.
Subieron al vehículo y se dirigieron a la ubicación que Mónica había enviado. Era una construcción abandonada en la periferia oeste de la ciudad. Al llegar, vieron que Mónica, que se había adelantado, les hacía señas mientras descendía de otro auto. Ella ya no necesitaba silla de ruedas, pues sus piernas estaban en mejor estado y, tras cambiar de tratamiento, las
quemaduras cicatrizaban deprisa.
En cuanto el coche frenó, Alejandro se inclinó y abrazó a Luciana.
-Espera aquí. Ese tipo solo busca dinero. Lo arreglaré rápido y volveré por ti.
-Bien.
-Portáte bien añadió él, bajando al fin.
-¡Alex! -gritó Mónica, corriendo hacia él. Alzó la vista hacia el interior del auto-. ¿Vino Luciana también?
-Sí–reconoció Alejandro-. Fuimos a ver la sala de parto en la clínica.
Sin dar más explicaciones, se enfocó en la urgencia:
-¿En qué piso están?
-En el séptimo.
Alejandro comprobó con una mirada que Sergio, Juan y varios miembros del equipo de seguridad de Grupo Guzmán estaban listos.
-Avancemos.
Al subir, cuando apenas iban por la mitad, se oyó la voz de Clara lanzando insultos y gritos:
-¡Ovidio, maldito! ¡Te di todo lo que tengo y ahora me pagas así! ¡Apenas tuve un aborto, con tu hijo, y ni así te apiadas de mí! ¡Ah…!
-¡Cierra la maldita boca! -escupió Ovidio con un desprecio absoluto. ¿Te atreves a hablar del bebé? ¡Si tú misma lo perdiste!
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Para colmo, aquel sujeto parecía tener un ego gigantesco:
-Mi familia lleva generaciones teniendo solo hijos varones, y cuando al fin te embarazaste me diste una niña que ni siquiera pude reconocer. ¡Ahora, después de tantos años, otra vez estabas esperando… y ni así lograste conservarlo! ¿Todavía tienes cara para lamentarte? ¡Bah! —Tú… tú… —Clara estaba tan asustada que casi se desplomó.
-¿Yo qué? -Ovidio bufó-. En cuanto tenga el dinero, me largo de aquí, me consigo una esposa que sí dé a luz a un hijo. Tú, en cambio, ya no sirves más.
Tal parecía que antes el plan de Ovidio era sacarle parte de la fortuna a la familia Herrera, pero dado que se quedó sin nada, su interés había cambiado.
-¡Llegaron! -exclamó Ovidio, alzando la vista hacia Mónica, que acababa de aparecer, seguida de Alejandro.
Al darse cuenta de la presencia de Alejandro Guzmán, Ovidio tragó saliva, pero no se echó atrás: tenía una rehén, después de todo. Ni el mismísimo señor Guzmán podría salirse con la suya si él amenazaba a Clara.
-Mónica… -gimió Clara, con voz llorosa.
-¿Qué pretendes? -Mónica miraba a Ovidio con repulsión-. ¿Quieres dinero? ¿Cuánto? ¡Te lo daré todo, pero suelta a mi mamá!
-¡Buaaa… Mónica! -sollozó Clara-. Perdóname, yo… yo tuve la culpa y ahora te arrastro conmigo…
Mónica cerró los ojos un instante, pensando que esas disculpas de poco servían a estas alturas. Se enfocó de nuevo en Ovidio:
-¿Cuánto pides?
-¡Esto! -gruñó Ovidio, mostrando dos dedos.
Mónica buscó a Alejandro con la mirada. Él asintió, consciente de que la cifra no era tan alta.
-De acuerdo.
¡Quiero efectivo! -advirtió Ovidio.
Alejandro volvió a asentir:
-Está bien.
Antes de venir, ya se habían preparado para un escenario así. Sergio se había encargado de conseguir la cantidad en efectivo durante el trayecto. Por suerte, Ovidio no pedía tanto, de lo
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contrario habría sido complicado reunirlo de inmediato.
-Alex, ya lo traen -anunció Sergio en voz baja.
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-Ajá–contestó el otro. ¿Contento?
-Señor Guzmán sí que es generoso -fanfarroneó Ovidio, oliendo que tal vez podría haber pedido más. Pero sonrió para sus adentros; después de todo, mientras tuviera a Clara y a Mónica, ¿por qué no seguir extorsionándolos en el futuro?
ya
Enseguida, uno de los guardias de seguridad subió con un maletín, poniéndolo en manos de Sergio. Este se dispuso a acercárselo a Ovidio.
-¡Detente! —exclamó Ovidio de pronto. ¡No quiero que seas tú el que me lo dé!
Señaló a Mónica:
—¡Tú, Mónica! Trae el maletín aquí.
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