Capítulo 738
Ovidio, ofendido, al escuchar a Mónica reprocharle a Clara, alzó la voz:
-¿No me vas a reconocer? ¡Bah! ¿Te crees que puedes negarme? ¡Eres mi hija! ¡Hoy mismo vas a admitirlo!
Las emociones de Mónica se desbordaron; de pronto, levantó la maleta y la abrazó contra su pecho.
-Estás soñando si crees que vas a llevarte este dinero. ¡No permitiré que te quedes con nada!
—¡Esto es el colmo! Ovidio se abalanzó, intentando arrebatarle la maleta—. ¡Suelta! ¡Es mía!
-¡Jamás!
-¡Suelten! -gritó alguien al fondo. Alejandro, viéndolo todo, levantó la mano para dar instrucciones. Él mismo corrió al frente junto a Sergio y Juan.
-¡Mónica!
-¡Ah…!
-¡Aaaah…!
Un instante de caos. Mónica perdió el equilibrio al forcejear y, de pronto, se vio empujada hacia el exterior de la baranda que daba al vacío. En una fracción de segundo, Alejandro saltó sin pensar. Con una mano atrapó la muñeca de Mónica y con la otra logró aferrarse a la baranda. 1
Sergio y Juan, al verlos colgando desde el séptimo piso, se lanzaron para sujetar los brazos de Alejandro.
-¡Alejandro!
-¡Aguanta, Alejandro! (2)
***
Abajo, Luciana había estado observando con la mirada fija en el lugar, aunque sin ver los detalles exactos de lo que pasaba en los pisos superiores. De pronto notó algo: dos figuras colgaban en el aire. Al enfocar más, reconoció a Alejandro y Mónica.
Su cuerpo se tensó, y salió del auto de inmediato.
-¡Simón, vamos arriba!
–Cuñada, no se opuso Simón-. ¡Alejandro no quiere que subas; es demasiado peligroso!
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Capítulo 738
-¿Peligroso? -repitió Luciana con una risa agria-. ¿No ves quién está en peligro real? ¡No discutas! Entra y ayuda.
Sin más explicaciones, se encaminó al interior del edificio, y Simón tuvo que seguirla.
***
Mientras tanto, en el séptimo piso, Sergio echó un vistazo a su alrededor.
-¡Traigan una cuerda, rápido! -ordenó.
Para subir a dos personas a la vez resultaba muy complicado. Solo una cuerda facilitaría la maniobra.
-¡Alejandro, resiste!
Él no necesitaba que se lo recordaran. Se aferraba con fuerza. Sus brazos soportaban un peso brutal, como si lo estuvieran descoyuntando. Aun así, se las arreglaba para tranquilizar a Mónica.
-Mónica, sujétate, ¿entiendes?
-N–no… -sollozó ella—. ¡Suéltame, Alex! ¡Vas a caer conmigo!
-¡Cállate con esas tonterías! —gruñó Alejandro, con el rostro lleno de venas marcadas. ¿ Por qué tendrías que morir por lo que hicieron tus padres? ¡Es su culpa, no la tuya!
-Pero… ¡yo…! —Mónica cerró los ojos con las lágrimas rodando por sus mejillas—. ¿No te va a dar asco…?
-No.–respondió él sin dudar-. No hiciste nada malo. ¿Por qué iba a despreciarte?
-Alex…
-No llores. Agárrate fuerte y conserva energías.
-… okay.
En eso, un par de personas trajeron la cuerda y se la entregaron a Juan, que comenzó a descender un poco para asegurarla en la cintura de Alejandro.
-¡Arriba! -gritó, y todo el equipo se coordinó para empezar a jalar, con esfuerzo, intentando salvarles la vida.
-¡Ahora!
Alejandro cooperó con cada maniobra, aferrándose a Mónica con el otro brazo,
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-¡Resiste!
Al fin consiguieron subirlo, mientras Juan, por un lado, sostenía a Mónica por la cintura, ayudándola a trepar.
-¡Apóyate en mi brazo, sube!
-Sí, de acuerdo.
-¡Mónica, ven!
Alejandro abrió los brazos para recibirla. Ella, temblando de alivio tras ese momento de terror, cayó en su pecho y rompió en llanto. (23