Capítulo 740
—Ay, de veras… —resopló Luciana, dejando las semillas. Al voltear a verlo, soltó un “¡vaya!” al notar que traía un yeso en el brazo―. Te enyesaron, ¿eh? Pues, a pesar de eso, sigues luciendo bien. Se nota que cuando uno es guapo, ni un yeso lo afea. 2
Con una risita despreocupada, parecía que no pasaba nada, pero Alejandro seguía sintiendo una punzada de tristeza.
-¿No me vas a preguntar si me duele?
—Oh… —Luciana pareció caer en cuenta de la obligación moral de preocuparse por su esposo – ¿Te duele? —dijo en un tono suave. Incluso se acercó un poco para examinar su brazo—. Menos mal que solo fue una dislocación y pudieron acomodarla. Si hubieran tenido que operarte, dolería más y hasta podrías resentirlo cuando llueva o haga frío.
Su actitud era muy tierna, se preocupaba por él con aparente sinceridad, pero Alejandro seguía sintiendo ese vacío en el pecho.
-¿En serio no estás enojada conmigo? ¿No me reprochas nada?
-Recuerdo… -Luciana no contestó directamente-, la vez anterior también te lastimaste un brazo por ella, ¿cierto?
-Luciana… 2
-Vaya… -Soltó una risa que sonaba a burla-. Cambia de extremidad, hombre. Si te vuelves a lastimar este brazo un par de veces, lo acabarás arruinando.
Tras decir eso, sacudió las manos como para indicar que la conversación había terminado y se incorporó.
-Estoy cansada. Iré a descansar un rato.
–¡Luciana! -Alejandro quiso retenerla, pero ella esquivó su mano con habilidad, sin siquiera esforzarse mucho. (2)
-¿Por qué me detienes? -dijo con un aire de desgana, pero sus reflejos para apartarse de él fueron rápidos.
Eso lo dejó todavía más impactado. ¿Decía que no estaba enojada? Claramente lo estaba.
-¿Ya no me dejas tocarte? Luciana, ¿entiendes que en ese momento arriesgué mi vida para salvarla…?
-Lo sé afirmó Luciana con calma-. Aun así, ¿te has puesto a pensar si te lanzarías de igual forma por cualquier otra persona?
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Capitulo 740
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Alejandro se quedó sin palabras, con el ceño fruncido. Luciana sonrió, una sonrisa llena de matices que él no logró descifrar.
Había regresado antes que él y, durante ese tiempo de espera, había reflexionado bastante. Por un lado, se alegraba de no haberle contado enseguida que él era el verdadero padre del bebé… Ella quería darse y darle la oportunidad de amarse, pero no deseaba que todo quedara reducido a la presencia de un hijo.
Luciana continuó hablando con suavidad:
-Después de lo que pasó hoy, creo que tenemos que replantearnos si realmente debemos seguir juntos…
-¿Qué estás diciendo? -Alejandro frunció el ceño, perplejo.
Con una sonrisa tenue, Luciana negó con la cabeza.
-¿No lo entiendes? Te lo explicaré–inspiró hondo-. Hoy, por Mónica, te arriesgaste sin pensarlo dos veces. Cuando se trató de ella, estuviste dispuesto a sacrificar tu vida… Significa que, para ti, es alguien más importante que tu propia vida.
-No… no es así -replicó él, negando de inmediato.
-Lo es
aseguró Luciana, con un tono que no admitía réplica-. Te pregunto: en ese instante en que saltaste, ¿pensaste en mí? ¿Pensaste en nuestro bebé?
-Alejandro calló, sin saber qué responder.
En aquella situación de pánico, solo tuvo espacio en su mente para “salvarla”.
-Lo suponía -Luciana intensificó su sonrisa, aunque sus ojos se volvían fríos-. No te engañes más, fue tu decisión dejarme y dejar a nuestro hijo a un lado.
Se quitó de su lado para dirigirse a la habitación.
-¡Luciana…! -musitó él, intentando detenerla.
Pero ella ni siquiera lo miró:
-¿Por qué me llamas así? -preguntó, con un dejo de ironía-. No soy ninguna heroína que pueda ayudarte… Solo Mónica puede “salvarte“. Tú mismo ya se lo entregaste todo, hasta tu vida. ¿Qué haces aquí conmigo? 4
La ansiedad de Alejandro se desbordó. Comprendió que Luciana hablaba en serio.
-¡No me hagas esto! Solo estaba salvando a alguien que corría peligro… ¡¿Vas a echarme por eso?! 2
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