Capítulo 745
Y vio algo moverse en la parte alta de la fachada del hospital. Parecía un enorme letrero luminoso a punto de desprenderse.
Todo pasó en un instante que se volvió eterno, como en cámara lenta.
-¡Luciana! -escuchó el grito desesperado de su padre.
Ricardo se abalanzó contra ella, empujándola para apartarla de la trayectoria. En ese mismo instante, Martina, que regresaba con la botella de agua, oyó el estruendo monumental.
—¡Pum!
El letrero cayó con un estrépito que hizo temblar el suelo y levantó una nube de polvo. Luciana retrocedió tambaleándose, mientras Ricardo se quedaba justo donde no debía.
-¡Luciana! -Martina corrió a sostenerla—. ¿Estás bien?
—Luciana se quedó sin aliento. Aquel empujón la había librado del impacto, pero al abrir los ojos, vio a Ricardo inmóvil, con la mirada fija en ella.
En cuestión de segundos, un hilo de sangre asomó por su frente, y luego se convirtió en un reguero que le cubrió el rostro.
-¡Ah! -exclamó Martina, horrorizada.
El
gran letrero había caído a espaldas de Ricardo; trató de esquivarlo empujando a Luciana y apartándose él mismo, pero no lo logró del todo. La pesada estructura le rozó la parte posterior de la cabeza, la espalda y la cintura, desgarrándole la piel y dejando al descubierto una herida espeluznante.
-Ah… —Luciana reaccionó con un escalofrío, tropezó y se dejó caer de rodillas a su lado. Ricardo se dobló también, como un muñeco al que le quitan los hilos.
-¡Ricardo! -gimió ella, sin lograr sostener su peso-. ¡No… no puedes estar así!
La sangre manó con más fuerza y en un instante cubrió las manos de Luciana.
-¡Ay, Dios! -exclamó Martina, al ver la gravedad de la lesión, ¡Llamaré a un médico, tranquila!
-¡Por favor! ¡Auxilio! Luciana intentaba levantar a Ricardo-. ¡Papá, despierta! ¡No te quedes ahí…!
Pero su condición de embarazada hacía imposible que pudiera sujetarlo. Lo único que logró fue agitarlo y provocar que brotara más sangre. Con los ojos llenos de lágrimas y desesperación,
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Capitulo 745
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estalló en un llanto agudo:
-¡Por favor, papá… no te mueras, por favor!
—Luciana, cálmate, no hagas esfuerzos -intentó Martina alejarla un poco, asustada de que su amiga se alterara demasiado.
-¡Ayúdenlo! ¡Por favor! —imploraba Luciana, incapaz de dejar de llorar.
Martina asintió con el rostro también bañado en lágrimas:
-¡Tranquila, ya mismo traeré un médico! —se giró para pedir ayuda y al mismo tiempo llamar a emergencias.
En urgencias, Luciana permanecía sentada en la banca, inmóvil y con la mirada perdida en el techo. Vestía todavía la misma ropa ensangrentada. Martina le había ofrecido que se cambiara, pero ella se negó.
No entendía por qué todo había sucedido de pronto. ¿Y por qué, precisamente, Ricardo?
Un hombre que jamás la había querido como hija, ahora estaba debatiéndose entre la vida y la muerte… por haberla salvado. Todo era tan contradictorio y duro de digerir que su mente no alcanzaba a procesarlo. Cuando cerraba los ojos, lo único que veía era la imagen ensangrentada de su padre, y rompía a llorar sin contención.
—¡Luciana! —Alejandro llegó corriendo, ansioso. Al encontrarla, se colocó con suavidad frente a ella-. Luciana…
Ella no reaccionó, seguía ausente…