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“rends the rejs con died
El hombre no contacts, pero no pas démuller que self, de afte
Lucians solis un honde empire.
¿Cuánto debes quereris pars contundir to sopra que proved et tæt de justicia?
-Luciana, no malinterpretedijo Alejandro, con te voz – Eats claro que me enda y además, te
laws Inculpo Solo le di una oportunidad de no acabar tras la ya u
-¿Tú le diste una oportunidad?-lo interrumpas Langellandis on Bifilis sarcastica ¿Can u derechin la perdonas por haberme secuestrado y difamado? $
Alejandro palideció, sin saber qué responder de inmediato
Vaya, señor Guzman -soltó Luciana con una media sonrisa proteger a una delincuente es pan comido, ¿no?
Así que con tu poderío y tus influencias,
Luciana… Luciana… -reiteró Alejandro, tomándola de las manos para besarlas suavemente. Te prometo que es la última vez. Ya se lo dejé claro: ella me engañó primeroy luego te quiso inculpar. Decidi dejarlo pasar, pero a partir de ahora, ella y yo no nos volveremos a ver…
Basta–Luciana frunció el ceño-, Esa frasecita de “la última vez” me la repites demasiado. ¿No conoces la Tábula de “El pastor y el lobo“? Te has convertido en ese niño mentiroso que ya nadie cree.
Impaciente, retiró sus manos de las suyas y se recostó sin molestarse en cambiarse de ropa, envolviéndose en las cobijas.
-Lárgate. Quiero dormir.
-Luciana… Al ver que intentaba decir algo más, ella se dio la vuelta en la cama, poniéndole la espalda.
Alejandro se quedó helado, la expresión tensa y gélida. Tras unos segundos, se apartó con resignación.
-Está bien, descansa. Voy a estar afuera; si necesitas algo, flámame.
Apagó la luz, salió de la habitación y cerró la puerta con cuidado. En la penumbra, Luciana mantenía los párpados fuertemente cerrados. Sus pestañas se humedecieron, traicionándola con un suave temblor.
A la mañana siguiente, Alejandro ya se había ido a la empresa cuando Luciana despertó. Después de desayunar y tomarse sus medicamentos, decidió hacer un poco de ejercicio en la caminadora. En eso llegó Fernando.
–Dame un minuto para cambiarme de ropa -le pidió ella
Claro, con calma -respondió él, acomodándose en el sofa.
Luciana lo había llamado para que la acompañara a la casa de los Herrera, que estaba desocupada y necesitaba organizar todo. Iba a mover algunas cosas que requerían más fuerza, y prefirió no molestar a Martina con eso.
Tras ponerse una ropa más cómoda, ambos se encaminaron a la casa. Al llegar, Fernando había contratado a s trabajadores que ya los esperaban. Bajo las indicaciones de Luciana, ellos se encargaron de acomodar los mu
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Capitulo 766
grandes y cubrirlos con mantas para protegerlos del polvo.
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entendí todo lo que hay que hacer–dijo Fernando, señalando la entrada. Me quedaré a supervisar. Aquí dentro hay mucho polvo… ¿por qué no sales al jardin? Toma un poco de sol y, en cuanto terminemos, te busco.
-Bien–aceptó ella, y caminó con tranquilidad hacia el patio.
El día era espléndido; el sol bañaba su piel con un calor agradable, y Luciana cerró los ojos, levantó el rostro y respiro hondo.
-Luciana…
Al oír esa voz de mujer, bien conocida, abrió los párpados de golpe.
-Mónica… ¿pasa algo?
Mónica iba vestida de forma que casi no quedaba piel al descubierto, empeñada en ocultar las cicatrices de su cuerpo. Sorprendentemente, esta vez parecía mostrarse más respetuosa. 3
-Vine a recoger algunas de mis cosas. ¿Está bien si entro?
-Sí, claro. -Luciana no pensaba negarle llevarse lo que le perteneciera de la casa de los Herrera.
-Gracias. -Mónica avanzó unos pasos, pero de pronto se detuvo y, volviendo la cabeza, miró el vientre de Luciana con atención-. ¿Ya casi nace? 5
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