Capítulo 774
Y cuál es el problema? –protestó Victoria-. Luciana está en un momento complicado; ¿sí no la cuido ahora, cuándo?
–Mamá… -Fernando se pasó la mano por el cabello, cansado-. Te he dicho mil veces que Luciana y yo solo somos amigos…
-Pero tú la quieres, hijo…
-Sí, la quiero reconoció Fernando, con naturalidad-. Pero no pienso destruir su matrimonio. Cuando amas de verdad a alguien, deseas que sea feliz, aunque no sea contigo. Y yo quiero que Luciana sea feliz en su vida de casada, ¿entiendes? 2
Victoria arrugó la nariz con descontento:
-¿Y tú? ¿No piensas en tu propia felicidad?
-Si Luciana está bien, yo también lo estaré
aseguró Fernando-. Su relación es algo que ella misma debe
decidir. Mi papel es estar presente cuando necesite ayuda.
-Fernando…
-Por favor, mamá – insistió con calma pero firmeza—. No presiones ni a Luciana ni a mí. Sabes cuánto la aprecio. La lastimé una vez y no quiero volver a hacerlo. Mientras ella esté bien, yo podré estar en paz.
Victoria lo miró en silencio, sin saber qué responder. Al cabo de un momento, suspiró:
-Está bien. Haré lo que quieras. No diré ni haré nada, ¿de acuerdo?
-Gracias, mamá. – Fernando sonrió, y con suavidad la encaminó fuera de la habitación.
Luego volvió con Luciana y alzó las manos en señal de disculpa.
-Lo siento. Mi mamá viene con las mejores intenciones, pero entiendo que te resulte incómodo.
-No te preocupes. —Luciana negó con la cabeza y le hizo un ademán hacia el comedor-. ¿Te quedas a desayunar?
-Claro, ¿por qué no? -aceptó él, tomando asiento con ella.
Mientras compartían la comida, Luciana preguntó:
-¿Tienes algo planeado para hoy?
-No, la verdad no. -Fernando se encogió de hombros. Estando en recuperación, mis días son muy tranquilos.
-Entonces, ¿me acompañas al Camposanto “La Paz Eterna” que está en la zona oeste de la ciudad? – le explicó Luciana. Ahí descansa mi mamá. Quiero visitarla… contarle lo de mi papá. 1
-Claro, con gusto. -respondió Fernando con un aire comprensivo.
Luciana dejó la mirada perdida un segundo, recordando:
-Sí… necesito decírselo. Para que sepa… que él ya no está.
El clima amaneció despejado, y el sol, intenso pero agradable, envolvía todo con un calor acogedor. Hacía tiempo que Luciana no visitaba el Camposanto “La Paz Eterna“. Esta vez llegó con un ramo de lirios y claveles. Como su
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estado no le permitía mucho movimiento, Fernando la ayudó a encender el incienso. 2
Si quieres, habla un rato con tu mamá. Yo te espero un poco más allá.
-De acuerdo asintió Luciana, agradecida.
Frente a la tumba, se quedó sola.
-Mamá…
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susurró, acomodando las flores-. Pedro se fue a Canadá, y la verdad es que se ha adaptado muy bien. Sé que le irá de maravilla. Yo… -Se acarició el vientre-. Pronto nacerá mi bebé. Su padre es Alejandro. Pero, mamá, voy a divorciarme de él. Me enseñaste que más vale romperse que doblarse. ¿Verdad que me apoyarías si estuvieras aquí?
Solo el rostro sonriente de Lucy en la foto del sepulcro parecía escucharla. Luciana esbozó una mueca leve.
-Lo sabía… murmuró. No te preocupes, voy a estar bien. Además, te vine a contar que papá… fue a buscarte.
Sus ojos se enrojecieron y su voz se quebró un poco.
-Todavía no se acostumbra… recién se fue, quizá no sepa encontrar el camino. Échale un ojo, ¿sí? En realidad, no cambió mucho: sigue con ese aire de “hombre atractivo” pero con un par de canas en las sienes.
Mamá, él murió salvándome. No creo tener el derecho de pedirte que lo perdones. Pero, por favor, si quieres regañarlo o reclamarle, procura hacerlo con un poquito de cuidado. La verdad… papá se fue sintiendo mucho dolor
Un viento frío le rozó el rostro, y Luciana se cubrió los ojos con la mano, reteniendo las lágrimas.
–Mamá, ya me voy. Te prometo que pronto vendré a visitarte otra vez.
Se dio la vuelta, y Fernando, pendiente, se acercó con cuidado para sostenerla por el brazo. Dado que no era un día festivo, en el cementerio apenas había unas cuantas personas. Cuando llegaron al estacionamiento, casi no había
autos.
Ya en la carretera, Fernando notó algo en el retrovisor.
-Hay un coche que nos sigue desde atrás.
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