Se refería a dos de las personas más importantes en su vida uno había fallecido y el otro se debatía entre la vida y la muerte, todo por su causa. Semejantes golpes, uno tras atro, habrían derrumbado a cualquiera.
-Luciana… Martina la estrechó entre sus brazos con ternura y preocupación.
Justo entonces, se escuchó un grito:
-¡Aquí está! ¡Rápido, el médico! ¡Traigan una camilla!
¡Fer! —El corazón de Luciana se detuvo por un segundo. Se incorporó con torpeza, queriendo correr hacía él. Martina la sostuvo para que no cayera.1
-¡Cuidado! -le advirtió-. Despacio.
Cuando llegó, Fernando estaba tendido sobre la camilla, con el rostro completamente pálido, empapado en agua salada mezclada con sangre fresca que seguía brotando sin parar.
-Fer…-balbuceó Luciana, sintiéndose a punto de desvanecerse.
Sus piernas flaquearon y estuvo a punto de caer de rodillas, pero Martina la sostuvo.
-¡Tienes que resistir, por favor! -le suplicó. Fernando necesita ayuda urgente, y lo que más lo va a motivar a seguir con vida es saber que tú estás bien.
-No… no… Luciana lloraba en silencio.
-¿Lo olvidas? -insistió Martina-. Tú eres su razón para luchar. ¡Si te ve destruida, él también se rendirá!
Luciana cerró los ojos mientras las lágrimas le recorrían las mejillas. Martina dio instrucciones a los paramédicos:
-¡Por favor, salven a nuestro amigo, rápido!
—Sí, claro. —respondieron, cargando a Fernando hacia la ambulancia. Martina y Luciana se subieron también. Allí, Martina le revisó algunos raspones, constatando que solo eran heridas superficiales, lo que la tranquilizó un
poco.
Al llegar al hospital, en cuanto bajaron de la ambulancia, vieron a Alejandro aproximarse con paso apresurado, el ceño fruncido por la preocupación. Había estado fuera de la ciudad y, al enterarse, se dirigió directamente al hospital. 2
-Luciana… -musitó él, analizándola al detalle, casi con miedo de romperla si la tocaba.
Su mano, ligeramente temblorosa, se posó en el hombro de ella.
Entendiendo su ansiedad, Martina dijo en voz baja: 1/
-Está bien, Fernando la protegió como pudo.
Alejandro asintió con gesto serio, sintiendo que le debía la vida a Fernando. Mientras tanto, la puerta de emergencias se cerró tras el cuerpo ensangrentado del joven. Del otro lado, la situación era crítica. En la sala de espera, Luciana permanecía en silencio, sentada en un banco, con Alejandro sujetándole la mano helada.
Él consiguió una bolsa de agua caliente y se la colocó en las manos.
-Tómala… para que te entres en calor.
1/2
Capítulo 777
Apenas sintió un ligero alivio, Luciana reaccionó, alzando la mirada hacia Alejandro.
Alejandro?
-¿Si?
+25 BONUS
-Estás aquí, pero… -sus ojos se llenaron de duda-. ¿Mónica? ¿La sacaron del agua? ¿También la están atendiendo?
Él apretó los labios y tragó saliva antes de responder con sinceridad:
Extrajeron los dos vehículos. El Pagani donde estaba Fernando, y la Porsche roja… pero en la Porsche… no había
nadie..
-¿Cómo? -Luciana ladeó la cabeza, perpleja-. Eso es imposible. Yo misma vi que Mónica se fue al mar con su
auto… 1
¿Acaso Mónica tenía alguna forma de escapar bajo el agua? Luciana consideró la posibilidad de que alguien la hubiera ayudado.
De repente, algo se encendió en su mente.
Fuiste tú?-soltó, mirándolo fijamente con los ojos cargados de una dolorosa clarividencia—. ¿Tú la rescataste? ¿La escondiste en alguna parte? (1)
-¿Luciana? -Alejandro no pudo disimular su asombro, abriendo los ojos con incredulidad.
Para ella, no había duda.
-¿Quién más podría hacerlo? La única persona con los recursos y la voluntad de ayudarla eres tú.
Alejandro notó lo delicada que estaba la situación y no quiso agitar más su inestabilidad emocional, pero tampoco podía mentir.
-Luciana, te juro que no tengo nada que ver. Simplemente te digo la verdad. 40