Capitulo 78
Capítulo 78
-¿Qué pasa, Pedro?
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Luciana y Fernando entraron apresurados y vieron que Pedro había tirado el celular sobre la mesa. Fernando lo recogió y, tras echarle un vistazo, se lo mostró a Luciana.
-Mira. En la pantalla se veía claramente: ¡Pedro había pasado el nivel final!
Luciana quedó sin palabras. En su interior, un torbellino de emociones la desbordaba.
Fernando, con calma, dijo:
-Algunas personas con autismo desarrollan habilidades extraordinarias en ciertas áreas. Creo que Pedro podría ser uno de esos casos.
Luciana se tapó la boca con la mano, sus ojos se enrojecieron y sintió las lágrimas brotar. Nunca se lo había planteado. Desde que diagnosticaron a Pedro, había hecho lo posible por enseñarle a leer y escribir, pero jamás imaginó que él podría tener un talento tan especial. Ahora, la culpa la abrumaba.
-Si esto es verdad, entonces… ¿yo fui quien frenó su progreso?
-No digas eso, lo has hecho muy bien.
Fernando, que conocía a Luciana desde hacía muchos años, sabía cuánto se había esforzado por cuidar de su hermano. Con Clara como madrastra y Ricardo, su padre, tan frío y distante, Pedro habría sido abandonado si no fuera por Luciana. Ella había soportado años de maltrato en la casa de los Herrera solo por el bien de su hermano.
Cuando salieron del sanatorio, Fernando llevó a Luciana de vuelta a la universidad.
-Voy a ponerme en contacto con especialistas sobre lo de Pedro. No te preocupes por eso, yo
me encargo.
Si se confirmaba lo que Fernando decía, Luciana sabría que le debía un gran favor. Pero, por el bien de Pedro, aceptaba cualquier ayuda con humildad.
-Gracias, Fernando.
El auto no podía entrar en la zona de los dormitorios, así que Fernando la dejó en la entrada de la UCM y se fue.
Luciana caminaba hacia su dormitorio cuando su celular sonó de nuevo. Era Alejandro otra vez. Respiró hondo y, con resignación, decidió contestar.
-¿Hola?
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-¿Ahora sí contestas?
¿Qué era ese tono? Luciana puso los ojos en blanco y, sin dudarlo, le colgó.
A solo unos pasos de distancia, Alejandro sintió cómo se le crispaba la piel: ¡Le había esperado durante una hora y ella respondía así! Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ella, le tomó la muñeca y la detuvo.
-¡Luciana!
Luciana se sobresaltó, volteando los ojos hacia él.
-¡Ay! ¡Eh…! ¿Qué te pasa?
Luciana bajó la mirada, su voz cargada de sarcasmo.
-Déjame adivinar, ¿el señor Guzmán viene a exigir justicia por su novia? ¿Porque la empujé a la piscina?
Mientras hablaba, levantó las manos y las mostró a Alejandro.
-Adelante, llévame a la comisaría.
Cada palabra era como una daga que se clavaba en el corazón de Alejandro. Frunció el ceño, y con tono de disculpa, dijo:
-Lo siento, fue un malentendido. No debí acusarte sin comprobarlo primero.
Una brisa nocturna soplaba entre ellos. Luciana entrecerró los ojos. ¿Así que ya había descubierto la verdad? Tan simple de averiguar, pero en su momento, él no se molestó en hacerlo. Lo más fácil fue culparla. ¿No era porque amaba demasiado a Mónica? El amor, como siempre, nublaba el juicio. Pero, ¿por qué debía ella cargar con las consecuencias de su ceguera?
Tardó un buen rato en asentir, esbozando una sonrisa.
-Está bien, acepto tu disculpa.
Alejandro se quedó perplejo. ¿Así, sin más? Había imaginado que armaría un escándalo, que se desquitaría. Ahora que no lo hacía, le quitaba un peso de encima. Pero, ¿por qué no se sentía aliviado?
-Ah, por cierto, -dijo Luciana-, espérame aquí un momento, ya bajo.
Alejandro, confundido, asintió.
-Está bien, te espero.
Luciana regresó a su dormitorio y, en menos de diez minutos, salió con una gran bolsa en la
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Capítulo 78
mano, la cual entregó a Alejandro.
-Toma.
-¿Qué es esto? -Alejandro la miró, desconcertado.
Luciana sonrió, con esa calma hiriente de siempre.
-Es el dichoso vestido. Tu gente no me explicó bien las cosas, así que asumí que era para mí. Ahora te lo devuelvo. A tu novia le encantó, aunque yo ya lo usé una vez. No sé si eso le importe. Si le molesta, no puedo hacer más que pedir disculpas.
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